Macron refuta el discurso de Trump en la ONU y defiende el multilateralismo frente a “la ley del más fuerte”
La reacción del presidente francés es una de las pocas críticas que ha provocado en la Asamblea General el mensaje de su homólogo estadounidense, que cargó contra todos los principios de la organización
António Guterres afirmó en la mañana de este martes que los principios de la ONU, la organización que dirige, “están bajo asedio”, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no tardó en darle la razón con un ataque de fuego racheado contra todos y cada uno de los objetivos de cooperación y desarrollo que el organismo defiende. El republicano lo hizo desde la tribuna de oradores de la Asamblea General, en la apertura del 80º periodo de sesiones, con un discurso de 55 minutos —en teoría no debía superar los 15— en el que sólo le faltó anunciar la retirada de su país de la ONU. No pocos esp...
António Guterres afirmó en la mañana de este martes que los principios de la ONU, la organización que dirige, “están bajo asedio”, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no tardó en darle la razón con un ataque de fuego racheado contra todos y cada uno de los objetivos de cooperación y desarrollo que el organismo defiende. El republicano lo hizo desde la tribuna de oradores de la Asamblea General, en la apertura del 80º periodo de sesiones, con un discurso de 55 minutos —en teoría no debía superar los 15— en el que sólo le faltó anunciar la retirada de su país de la ONU. No pocos esperaban esa sentencia de muerte, dado que la Administración republicana ya ha retirado a EE UU del Acuerdo del Clima de París, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Unesco o el Comité de Derechos Humanos, a los dos últimos, bajo acusaciones de antisemitismo.
Que Naciones Unidas no está a la altura de su potencial fue una de las cosas más amables que el mandatario republicano dijo de la organización, por lo que al terminar su alocución sin anunciar el desenganche total, o la supresión definitiva de la financiación —ya reducida—, cundió un cierto alivio en la sala, según dos funcionarios de la organización amparados en el anonimato.
Luego, al verle desfilar de una reunión bilateral a otra, con una mansedumbre impensable minutos antes, el estupor se convirtió en sorpresa. En su cara a cara con Guterres, Trump aseguró estar “al 100%” con Naciones Unidas. “Estamos totalmente a su disposición para trabajar juntos en pro de una paz justa”, reiteró el estadounidense. Una sorpresa mayúscula produjo su radical cambio de opinión sobre Ucrania, al asegurar que el país invadido por Rusia en febrero de 2022 es capaz de recuperar todo el territorio ocupado por las tropas del Kremlin (hasta ahora, Trump había defendido que Kiev renunciara al este del país a cambio de la paz).
En un post publicado en su red Truth Social, el republicano afirmó que, con el apoyo de la UE y la OTAN, Kiev puede recuperar todo el territorio invadido, “y quién sabe, incluso ir más allá”. También dijo que continuará suministrando armas a la OTAN para que la Alianza “haga lo que quiera con ellas” e incluso la animó a derribar los aviones rusos que sobrevuelen su espacio aéreo. El giro radical forma parte no obstante de su manual de retórica: reemplazar un ruido, el provocado por el discurso contra la ONU, por otro, el de una Ucrania potencialmente vencedora. Es decir, acaparar en todo momento la atención y los focos.
Al margen de una pequeña protesta contra el presidente a las puertas de la ONU que se saldó con docenas de detenidos, la única reacción explícita a su virulento discurso llegó de Londres. Trump había acusado, sin pruebas, al alcalde, Sadiq Khan, de querer imponer la sharía, o ley islámica. El regidor, “un alcalde terrible, terrible, terrible” en definición del republicano, respondió en la red X con la habitual flema británica: “Ignora a los haters (odiadores en redes). Londres es la ciudad número uno”. Su oficina se limitó a apuntar que “comentarios intolerantes y repugnantes no se merecen la dignidad de una respuesta”.
Pero nadie más llevó la contraria a Trump durante los 55 minutos de su alocución: ni medio pataleo, ni un runrún de disconformidad o desagrado en la sala. Tampoco la luz roja que avisa a los oradores de que sus 15 minutos han concluido. Aunque algunos de los que intervinieron tras él advirtieron, veladamente, contra el riesgo de divisiones geopolíticas que arrostra la organización, nadie osó contrariarle aun mínimamente: sólo el embajador iraní, que abandonó su asiento cuando Trump subió a la tribuna, pero ese es un gesto habitual en la delegación de Teherán. Al terminar los 57 minutos de inconexo discurso, la reacción de los delegados fue un aplauso moderado, más cortés y diplomático que entusiasta.
Sí provocó encendidas reacciones en las redes sociales. En X muchos estadounidenses sintieron como un menoscabo patriótico un discurso que calificaron de “humillante, vergonzoso y sonrojante”. En esa misma red social, Francesca Albanese, relatora de la ONU para los territorios palestinos, que fue sancionada en julio por Washington “por su descarado antisemitismo”, no se ahorró ironía para describir la alocución del presidente: “Debemos reconocer al presidente Trump por su discurso visionario: una imaginación sin igual, puro flujo mental, el raro don de decir lo que se le ocurre, sobre cualquier tema, a cualquiera. Una clase magistral de sociología, relaciones internacionales y ciencias políticas. Aunque apenas hay nada de Derecho en ello”.
Como muestra más clara de disenso oficial pueden interpretarse las palabras del presidente francés, Emmanuel Macron, desde la misma tribuna de oradores que ocupó Trump por la mañana, al elogiar el propósito y la historia de la ONU. “Sus críticos más severos son aquellos que quieren cambiar las reglas del juego; quieren dominar. Pero no queremos que prevalezca la ley del más fuerte. Ese es el riesgo”, dijo el jefe del Estado francés, en una tan expresa como tácita.
Naciones Unidas se había preparado a fondo para el discurso de Trump, pues desde que el republicano asumió por segunda vez el poder su combate al multilateralismo ha perjudicado a la organización: el secretario general de la ONU ha tenido que recortar 500 millones de dólares del presupuesto y tiene previsto reducir en un 20% la plantilla de la ONU, una merma de la que acusó recibo en su discurso, mientras las especulaciones sobre una reubicación de sus sedes —lejos de las gravosas ciudades de Nueva York y Ginebra— se incrementan. Mientras tanto, para acabar de completar el ruido, la Casa Blanca hacía de la anécdota una categoría —otro de sus rasgos de estilo—, al afirmar que si alguien apagó intencionadamente la escalera mecánica en la que debían subir Trump y su esposa, Melania, hasta la sala de la Asamblea General debería ser despedido inmediatamente.
Por la tarde, Trump ofreció en un hotel de superlujo de Manhattan una recepción a los casi 150 mandatarios extranjeros que participan en la semana grande de la ONU, incluido el rey de España, Felipe VI; algunos de ellos hicieron cola durante horas para fotografiarse con el matrimonio Trump. Habían pasado muchas horas desde que arremetiera contra la ONU, y nadie parecía acordarse ya de sus andanadas. O más bien, como prescribe la diplomacia, a nadie se le pasó por la cabeza agraviar al anfitrión: algo que sí hizo Trump con la ONU.