La posición ante la guerra de Ucrania rompe toda la política italiana
Gobierno y oposición se dividen y cada partido toma posturas distintas, una fragmentación que se traslada al Parlamento Europeo y que crea una vistosa fractura interna en el PD de Elly Schlein
El psicodrama que ha vivido la política italiana esta semana, a la hora de tomar posición sobre Ucrania, se puede resumir en lo ocurrido en el Partido Democrático (PD), la principal fuerza de la oposición: en el Parlamento Europeo se consideró un logro que el jueves votara finalmente sobre el plan de rearme con dos posiciones distintas (10 a favor y 11 abstenciones), porque barajaba tres. Y precisamen...
El psicodrama que ha vivido la política italiana esta semana, a la hora de tomar posición sobre Ucrania, se puede resumir en lo ocurrido en el Partido Democrático (PD), la principal fuerza de la oposición: en el Parlamento Europeo se consideró un logro que el jueves votara finalmente sobre el plan de rearme con dos posiciones distintas (10 a favor y 11 abstenciones), porque barajaba tres. Y precisamente la que se descartó, el no, había sido la posición inicial de su secretaria general, Elly Schlein. Que finalmente aceptó una abstención, y aun así medio grupo no le hizo caso.
La líder del PD fue a contracorriente desde el primer momento en el grupo europeo Socialistas y Demócratas, al mostrarse contraria a la iniciativa de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pues prefiere un plan de defensa común, y no promover una carrera de armamento por países. Pero tras arduas negociaciones pudo el pragmatismo y la conciencia de que el PD, el grupo más numeroso en las filas socialistas, no podía desmarcarse de la mayoría europea en este momento. Aun así, no se pudo conseguir una postura unitaria. Es más, incluso en la segunda resolución de apoyo a Ucrania en el PD hubo votos a favor (18), en contra (1) y de abstención (2).
En el Gobierno pasa algo parecido entre los tres socios de coalición. Los dos extremos son Forza Italia, el partido de Berlusconi, ahora liderado por Antonio Tajani, integrado en el Partido Popular Europeo, que votó a favor “con convicción”; y del otro lado, la Liga de Matteo Salvini, euroescéptica, filorrusa y fan de Donald Trump, que se expresó en contra. En medio, el partido de Giorgia Meloni, Hermanos de Italia, siempre en tensión entre trabajar el perfil institucional o el contestatario, entre ser europeístas de fiar o amigos de Viktor Orbán. Meloni tuvo dudas hasta el final, y de forma salomónica votó a favor del plan de rearme, aunque intentó sin éxito una enmienda para cambiarle el nombre (de Rearm Europe a Defend Europe), pero se abstuvo en la resolución de apoyo a Ucrania. Consideró que, tras la propuesta de alto el fuego del día anterior, podía resultarle ofensiva a Trump.
La división en el Ejecutivo no es una sorpresa, porque desde sus inicios, en las cuestiones europeas, tienen dos o tres almas, según el caso. Nació de la alianza de un partido de ultraderecha como Hermanos de Italia, y la Liga, soberanista populista, ambos en la órbita de los movimientos de extrema derecha y euroescépticos europeos. Pero con la suma de un partido conservador e institucional de la familia popular europea como Forza Italia. Enseguida se crearon dos extremos, Liga y Forza Italia, entre los que Meloni bascula según la situación, aunque casi siempre inclinándose hacia el lado europeo, con reservas y matices. Así ha forjado un perfil europeísta y atlántico que no se daba por descontado. No es que esta esquizofrenia suponga un desgaste electoral, aunque sí es motivo de erosión interna, porque Salvini muerde continuamente a Meloni, haciéndola pasar por una vendida al sistema mientras él sigue fiel a sus principios.
El diagnóstico casi es más grave en la oposición. Por dos razones: cuestiona tanto a la líder del PD, Elly Schlein, como la solidez de la alianza de centroizquierda con la que se supone que debería presentarse a las futuras elecciones, aunque quedan tres años. En el PD, siempre rico de corrientes enfrentadas entre ellas, lo ocurrido cuestiona el liderazgo, largamente trabajado, de Schlein y su capacidad de ser la futura candidata, que aún se discute. La secretaria general del partido ha desoído las llamadas a la responsabilidad de las personalidades de referencia del PD, los ex primeros ministros Romano Prodi, Paolo Gentiloni o Enrico Letta. Y ha visto cómo el propio presidente de la formación, Stefano Bonaccini, que fue su rival en las primarias de 2023 y ahora es eurodiputado, la desobedeció y votó a favor del plan ReArmEu. Hasta ahora no se había enfrentado claramente a ella. Ya hay voces que piden un congreso extraordinario.
El segundo motivo de preocupación para la oposición es que se pone en duda precisamente la única fórmula posible para aspirar a ganar las próximas elecciones, una gran alianza de centroizquierda. Ha sido un jarro de agua fría en los laboriosos intentos de forjar el llamado “campo ancho”, una coalición de varios partidos apoyado en dos pilares, el PD y el Movimiento 5 Estrellas (M5S), rodeados de pequeños partidos de centro a extrema izquierda y verdes. Pero en esta prueba de fuego de exhibir su política exterior ha salido cada uno por su lado, mostrando profundas diferencias. No es exactamente la mejor carta de presentación para gobernar juntos. El M5S de Giuseppe Conte, que ha votado en contra del plan de rearme, se ha mostrado desde el inicio de la guerra contrario a la implicación europea y a favor de una negociación de paz. La coalición de izquierda y verdes (AVS) también se opuso, aunque en el grupo europeo de los verdes también se votó a favor.
El segundo acto de este espectáculo, que ha tenido una resaca de debates internos, tendrá lugar los próximos martes y miércoles. El Parlamento italiano debe votar sobre la postura de Italia en el próximo Consejo Europeo. Tanto el Gobierno como la oposición trabajan para recomponer las filas y mostrar, cada uno, una sola opinión.