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El acuerdo multimillonario para financiar la defensa en Alemania impulsa el plan de rearme europeo

La Comisión Europea defiende que sean los Estados miembros los que reformen sus presupuestos nacionales para pagar la carrera armamentística

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y Friedrich Merz, líder de la CDU y vencedor de las elecciones alemanas, el 19 de febrero en Berlín.LIESA JOHANNSSEN (REUTERS)

Bruselas ha cuantificado lo que le cuesta a Europa la carrera armamentística: 800.000 millones de euros. Pero su éxito reside en la voluntad política de las capitales para sacarlo adelante, porque 650.000 millones de ese proyecto deben salir de los presupuestos nacionales. Y el paso que va a dar Alemania de levantar sus límites constitucionales a la deuda pública para financiar proyectos de defensa e infraestructuras supone todo un espaldarazo ...

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Bruselas ha cuantificado lo que le cuesta a Europa la carrera armamentística: 800.000 millones de euros. Pero su éxito reside en la voluntad política de las capitales para sacarlo adelante, porque 650.000 millones de ese proyecto deben salir de los presupuestos nacionales. Y el paso que va a dar Alemania de levantar sus límites constitucionales a la deuda pública para financiar proyectos de defensa e infraestructuras supone todo un espaldarazo a ese planteamiento de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Porque Berlín da ese paso, principalmente, para revitalizar una economía en retroceso desde que Rusia invadió Ucrania. Pero, de paso, en ese proyecto también va a lanzar el gran rearme alemán.

Que sea Alemania la que se aventura a dejar atrás su tradicional austeridad y el equilibrio de las cuentas públicas para respaldar este proyecto da una clara señal de respaldo a Bruselas. El apoyo resulta simbólico y, desde luego, más efectivo que el que se ha producido esta semana en el Parlamento Europeo, cuando los eurodiputados respaldaron el programa que la Comisión había presentado a comienzos de mes. En este contexto, el Instituto para la Economía Mundial alemán, un centro de análisis económico ubicado en Kiel (Schleswig-Holstein), pronosticaba este jueves que el déficit público alemán superará el 3% del PIB el año que viene. Y preveía que la deuda subirá en casi tres puntos entre 2023 y 2026, hasta una cantidad equivalente al 65,4%.

Cuando se leen estos números, se llega a la conclusión de que los partidos que negocian ahora el próximo gobierno alemán, los democristianos de la CDU (la formación de Von der Leyen) y los socialdemócratas del SPD, están dispuestos a aprovechar la flexibilidad que va a dar Bruselas a las reglas fiscales. El mismo día que la Comisión lanzó el plan de rearme, también propuso flexibilizar al máximo las reglas fiscales para dar más margen en las cuentas nacionales al gasto en defensa. Concretamente planteó suspender el Plan de Estabilidad y Crecimiento, nombre oficial de esas normas presupuestarias, para que los incrementos en el capítulo militar no computen para castigar a los Estados que superen el 3% de déficit anual, límite máximo que permiten los tratados comunitarios.

“Para tiempos extraordinarios, es posible tener medidas extraordinarias”, justifica la presidenta de la Comisión. Y a este catecismo se han acogido en Berlín, pasando de ser los máximos apóstoles del rigor fiscal a predicar las bondades de la deuda pública. El paso resulta significativo porque la activación de la cláusula de escape, el mecanismo que da pie a la suspensión de las reglas fiscales, debe ser solicitado por cada capital. Y aunque ya se había anunciado que los 27 Estados iban a reclamar la puesta en marcha de esa cláusula de forma coordinada, resulta evidente ahora que el próximo Gobierno alemán no tendrá más remedio que hacerlo.

También es probable que la forma en que Alemania va a financiar su rearme marque la línea prioritaria en la UE: la deuda pública —no el recorte de gasto—, al menos a corto plazo. Ya se apreciaba esto en los planes fiscales que tuvieron que presentar los Estados miembros el pasado otoño. Ya antes del terremoto geopolítico que ha provocado el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, los países que apostaban por aumentar significativamente su gasto en defensa ya preveían que su endeudamiento iba a crecer en los próximos dos o tres años. Polonia, Estonia, Letonia, Finlandia o Suecia, países muy próximos a la frontera con Rusia, ya dejaban claro hace meses que esa era la opción prioritaria.

Menos claro está que los países del sur de la UE exploren esta vía. Mientras los Estados de la ribera báltica destacan por tener un gran margen fiscal, Francia, España o Italia son el ejemplo de lo contrario. De hecho, Italia ya ha advertido de que sus preferencias pasan por incentivar la inversión privada porque la deuda pública es elevada (en su caso supera el 140% del PIB). España, por su parte, sí que ha dejado muy claro que quiere elevar el gasto en defensa, pero reclama que ahí no solo entren partidas estrictamente militares. Madrid quiere que también se compute la factura de ciberseguridad, lucha contra el terrorismo o control de las fronteras. De lograrlo, el gasto español destinado a ese ámbito subiría ya del escaso 1,28% del PIB que marca ahora, bastante por debajo del 2% que fija el compromiso alcanzado en la OTAN en 2014.

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