Ucrania busca miles de nuevos reclutas, incluso de 18 años, para su cuarto año de resistencia frente a Rusia
El Gobierno establece una red de centros para un alistamiento a la carta y pone en marcha un nuevo contrato de un año para los más jóvenes
Cuando se habla del odio a Rusia en Ucrania no importa de dónde uno venga, ni su educación, familia o clase social. El odio no distingue. Víctor, de 40 años y que prefiere preservar su apellido por seguridad, es un buen ejemplo. Su vida ha sido la de un joven de mundo: cursó una filología, y de ahí viajó hacia el estudio del arte en una ciudad centroeuropea. El diseño artístico es su profesión. Hijo de una pianista, se defiende resuelto en español, además de en otras lenguas. Fue padre hace siete meses. “Los rusos”, afirma en un café de Kiev, “merecen ser odiados hasta las entrañas, y eso se l...
Cuando se habla del odio a Rusia en Ucrania no importa de dónde uno venga, ni su educación, familia o clase social. El odio no distingue. Víctor, de 40 años y que prefiere preservar su apellido por seguridad, es un buen ejemplo. Su vida ha sido la de un joven de mundo: cursó una filología, y de ahí viajó hacia el estudio del arte en una ciudad centroeuropea. El diseño artístico es su profesión. Hijo de una pianista, se defiende resuelto en español, además de en otras lenguas. Fue padre hace siete meses. “Los rusos”, afirma en un café de Kiev, “merecen ser odiados hasta las entrañas, y eso se lo trasladaré a mi hijo”.
Víctor quiere firmar su alistamiento con el ejército tras casi un año y medio de operaciones en una unidad de voluntarios. Y eso, pese a estar bien enterado de las negociaciones para una posible paz, que ahora atraviesan un momento crítico tras el desplante de Donald Trump a Volodímir Zelenski y el esfuerzo de Europa por arropar a su vecino del este. “Los rusos nos superan en número”, continúa. Y promete: “Seguiré haciendo lo que estoy haciendo pase lo que pase”.
Ucrania necesita gente como él si quiere cumplir con su objetivo: luchar a la par contra los rusos, en esta guerra y las que puedan venir, y tener un ejército más profesional. Según los registros del Ministerio de Defensa del país, el interés por el alistamiento crece. En enero, 5.381 individuos contactaron con los centros de reclutamiento, una cifra récord. De estos, casi un millar inició el proceso para unirse a la defensa del país. Buen dato, pero insuficiente.
El Gobierno ucranio libra una guerra con muchas batallas. La de la movilización, en cambio, se atraviesa desde que Moscú iniciara su invasión a gran escala, hace tres años. Voluntarios como Víctor hay muchos. Miles de ellos se unieron a las unidades de Defensa Territorial tras el inicio de los bombardeos. De ahí, al frente. Cubierta esta primera fase de resistencia, Kiev trató de impulsar la movilización, primero rebajando la edad mínima de reclutamiento de los 27 a los 25 años y, posteriormente, el pasado abril, con una reforma de la ley que buscaba ofrecer incentivos financieros. El objetivo era engordar las listas con entre 300.000 y 400.000 soldados.
Pero no se han cumplido las expectativas. El pasado noviembre, el secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa, Oleksandr Litvinenko, estimó en 160.000 los nuevos reclutas que aún necesita el ejército para estar bien dotado. A tenor de las cifras que manejaba Litvinenko por entonces, las fuerzas armadas han sumado algo más de un millón de personas a sus filas desde el comienzo de la ofensiva rusa.
Víctor, espigado y risueño, ha ido de menos a más. Empezó con voluntariados en Kiev, su ciudad. Reparto de comida, reconstrucción… Ya en 2023, junto a otros colegas de batalla, cogió un coche y partió a Jersón, en el sur, para entregar material médico. Fue en otoño de aquel año cuando dio un paso de gigante: con dinero de unos y otros, iniciaron un proyecto colectivo para aprender a usar drones de reconocimiento. Pronto estaban operando con un regimiento.
Ucrania tiene una formación tecnológica extraordinaria y eso facilita las cosas. “Aprendemos rápido, está en nuestra naturaleza”, explica Víctor. Era lo que quería hacer. “Soy muy profesional y bueno”, dice sin rubor. Aún necesita, en cambio, firmar con el ejército —tras alguna traba burocrática que lo demora— para recibir un sueldo fijo y seguridad social.
Lejos de seguir una línea recta, en Ucrania el reclutamiento toma muchos caminos. El tradicional es el disponible en las comisarías militares, con el inconveniente de que no son muy populares. Quien opta por esta vía queda a expensas de las necesidades en el combate; algo que tiene sentido táctico, pero que resta atractivo. Aunque el aspirante quiera pilotar un dron, si la trinchera necesita infantería, ese será su destino.
Junto a esto, las brigadas ofrecen puestos según sus necesidades. Y, finalmente, el Gobierno ha extendido una red de casi medio centenar de centros de reclutamiento para la incorporación a la carta. “Una de sus ventajas es la posibilidad de elegir la unidad, el comandante y el puesto de combate o no combate en el que [el candidato] desea servir, en función de su experiencia y habilidades en la vida civil”, explica Olesia Goriainova, cofundadora del Ukrainian Security and Cooperation Center, que colabora con el Ministerio de Defensa. Este último es el camino que quiere priorizar el Ejecutivo de Zelenski.
Aunque el envoltorio sea más atractivo, esto es la guerra y hay temores y experiencias que pueden alejar a un joven del frente. Yegor tiene 35 años y no le cuesta decir que, allá por febrero de 2022, él sentía miedo: “Solo un tonto no lo tiene”, comparte a través de una aplicación de mensajería. Tampoco duda en reconocer que no podía dejar a su novia sola, y que tuvo que lidiar con las pegas que ponía a esta guerra su familia, natural de Lugansk, junto a la linde rusa. El pasado septiembre dio el paso y se alistó.
“Cada misión de combate es única. Mientras te escribo me estoy preparando para una salida mañana y estoy muy nervioso”, apunta Yegor. Lo que hace este treintañero va en línea con lo que decía Víctor sobre las habilidades de sus compatriotas: pilota drones. Gracias, dice, a su larga experiencia con los videojuegos. “Esta guerra”, continúa, “no se ganará con tanques, aviones o drones. Solo la pueden ganar las personas que los manejan”.
“La guerra no está acabada”
De personas habla mucho el sargento jefe Denis Semiroh-Orlik, de 49 años, al mando de uno de los centros de reclutamiento de Kiev. Es un edificio muy clásico, con un diseño interior en el límite de lo kitsch, como reconoce Semiroh-Orlik, arquitecto de profesión. En la planta baja, el personal coge las llamadas; arriba, los especialistas realizan pruebas psicológicas. Él es duro: “La gente tiene que entender que es su responsabilidad luchar con todo lo que se pueda”. Pero su forma de entender el reclutamiento es diferente. Este sargento jefe habla de “motivación”, una palabra que repiten hoy desde el gabinete de Presidencia al Ministerio de Defensa. Quieren reclutas convencidos.
Semiroh-Orlik, corpulento, cuenta que son muy “flexibles”, que pueden aceptar a cualquiera de entre 18 y 60 años, pero que tratan de ser más prudentes cuando el aspirante está por debajo de los 25 o por encima de los 55 años. “A los más jóvenes les preguntamos más, si sus padres y su pareja lo saben…”, continúa. “Somos un servicio que trata de ayudar al posible recluta a entender qué papel puede desempeñar”.
Una visión muy alejada de la que arrastra una comisaría militar y a años luz de la movilización forzosa de las patrullas de las TCC (Oficina Regional de Reclutamiento), que aún existe y que causa pánico entre los jóvenes en edad de combatir. Las cifras de reclutamiento del centro de Semiroh-Orlik son buenas, al alza, pero admite algo que seguro temen en la actualidad muchos puntos de alistamiento: “Cuando empezaron a hablar de negociaciones, las llamadas cayeron”, cuenta. “Pero esta guerra no está acabada”.
Enganchar a los más jóvenes
Prueba de ello es que el Ejecutivo de Zelenski ha dado una nueva vuelta de tuerca para enganchar a los más jóvenes, entre 18 y 24 años. Nunca fueron objetivo del presidente, que en más de una ocasión expresó su preocupación por el perjuicio que podría sufrir esta generación. Pero socios de la OTAN como Estados Unidos han presionado a Kiev para que siguiera bajando el listón de edad, y esta ha sido su solución: el Contrato 18-24.
Este nuevo modelo de alistamiento, presentado el 11 de febrero, permite a jóvenes de esa franja que firmen por un año con el ejército a cambio de un millón de grivnas (22.000 euros, de los que reciben 4.575 tras la rúbrica), entrenamiento, servicio médico gratuito, hipotecas a interés cero y la posibilidad de viajar fuera del país una vez completado el periodo de contrato. Solo en la primera semana, Defensa recibió 10.000 solicitudes de chicos y chicas que querían participar en el programa.
Alina, de 21 años, firmó su contrato dos meses antes de que este proyecto entrara en vigor. Está de misión y se conecta, cuando la red se lo permite, a través de un servicio de mensajería. Nació en Donetsk, ocupada parcialmente por Rusia, así que sabe qué es la guerra. Su ciudad está a 15 kilómetros del frente. “Al principio no me uní al ejército porque tenía miedo de lo desconocido y no sabía qué podía hacer”, relata, “así que me ofrecí como voluntaria, tejí redes de camuflaje y ayudé a los militares tanto como pude”.
La joven conoció a un chico que le explicó cómo era el servicio, sus equipos e incluso el comandante con el que podría trabajar. Y dio el paso. Está desplegada en un punto de estabilización de heridos, y habla con naturalidad de lo que siente: “A veces hay pánico momentáneo debido a explosiones muy fuertes cercanas, pero me preparé mentalmente para que fuera más fácil”. Está contenta con la labor que hace y más tranquila que cuando empezó la invasión y se preguntaba por qué ella no podía luchar: “Ya no me avergüenzo de no haber hecho lo suficiente”. Eso sí, no se ve vistiendo el uniforme de por vida: “Soñé con hacer algo creativo y viajar mucho, así que espero que así sea tras nuestra victoria”.