Las mujeres, el motor de la secularización de Irán

La capacidad de acción política de las iraníes fue el rasgo más relevante de las manifestaciones de 2022 contra el régimen islámico

Una multitud se dirigía en octubre de 2022 al cementerio de Saqqez, en el Kurdistán iraní, donde yace Yina Mahsa Amini, cuando se cumplían 40 días de su muerte bajo custodia policial.- (AFP)

Las manifestaciones de 2022 en Irán (desatadas por la muerte bajo custodia policial de Yina Mahsa Amini, una joven detenida por llevar el velo de forma “inapropiada”) fueron la consecuencia de múltiples procesos de presión histórica. Una historia llena de ...

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Las manifestaciones de 2022 en Irán (desatadas por la muerte bajo custodia policial de Yina Mahsa Amini, una joven detenida por llevar el velo de forma “inapropiada”) fueron la consecuencia de múltiples procesos de presión histórica. Una historia llena de discriminación, represión y exclusión, pero también de esperanza, resistencia y lucha, que ha tenido como uno de sus ejes centrales la discriminación y la opresión contra las mujeres iraníes, si bien la represión sobre las minorías étnicas, religiosas y otros grupos marginados en Irán también se puso de manifiesto en esas protestas. En términos generales, la lucha por la igualdad de género ha sido una de las principales manifestaciones del proceso hacia la secularización en Irán, que ha adquirido aún más relevancia en los últimos años.

A las iraníes se las ha mantenido históricamente en una posición de inferioridad e insignificancia. Por ese motivo, su voz y su capacidad de acción política fueron el rasgo más relevante de las manifestaciones de 2022. No es una casualidad que hoy tres mujeres (Pakshan Azizi, Verisheh Moradi y Sharifeh Mohammadi), miembros de las minorías étnicas de Irán, hayan sido sentenciadas a la pena capital. Estas condenas a muerte están directamente vinculadas al movimiento de protesta y al papel fundamental de las mujeres en él.

Las iraníes de hoy son herederas de décadas de lucha incesante de muchas otras mujeres, cuyos nombres ni siquiera figuran en la historiografía oficial. En realidad, la lucha por la igualdad y contra la discriminación de las iraníes se remonta a la Revolución Constitucional de 1906, cuando se enfrentaron a la rígida estructura religiosa del país y desempeñaron un papel protagonista en la lucha por un Estado secular. Mujeres de clases acomodadas participaron o crearon entonces escuelas, clínicas y asociaciones diversas que transformaron significativamente la vida de muchas compatriotas. También se opusieron a las leyes islámicas y basadas en las normas patriarcales, como la poligamia y la desigualdad en el derecho al divorcio.

Todo ello dio lugar a que sectores del clero chií se pronunciaran contra esas instituciones. Algunos clérigos emitieron fatuas contra las escuelas para niñas y las calificaron de antiislámicas. Como respuesta, algunas mujeres radicalizaron su postura y comenzaron a cuestionar la autoridad de los líderes religiosos. Aunque la Constitución de 1906 no reconoció los derechos políticos de las mujeres, las iraníes lograron organizarse y desempeñar un papel clave en los cambios sociales de aquella época, oponiéndose también al matrimonio infantil y la imposición del hiyab.

La primera mujer que prescindió del velo en la historia de Irán fue Táhirih Qurrat al-Ayn (1817-1852), quien proclamó que las leyes islámicas quedaban obsoletas con la llegada de la modernidad. Décadas después, tras la Revolución de 1979 (que instauró la República Islámica el 11 de febrero de ese año), las mujeres protagonizaron el 8 de marzo una gran protesta contra las primeras medidas del régimen islámico. No solo se opusieron al hiyab obligatorio, sino que también exigieron igualdad de derechos y libertad para toda la sociedad.

Aquellas protestas fueron un punto de inflexión en la historia de Irán, en el que las mujeres se alzaron como un movimiento poderoso e independiente. Su participación política sorprendió tanto al nuevo régimen como a los grupos opositores. En aquellos agitados días posteriores a la Revolución de 1979, las iraníes, percibiendo la llegada de un futuro oscuro que se avecinaba, exigieron el derecho a elegir su vestimenta, la igualdad de género y la restitución de sus derechos arrebatados, demandas que entraban en claro conflicto con los valores del Estado islámico y sus leyes religiosas.

En las manifestaciones del 8 de marzo de 1979, las mujeres también exigieron seguridad laboral. Décadas después, el desempleo femenino, especialmente entre las mujeres con estudios superiores, ha aumentado la desigualdad en Irán. La discriminación de género en el ámbito laboral, que contrasta con el acceso creciente de las mujeres a la educación, ha intensificado la lucha contra las discriminatorias leyes islámicas. Hoy, muchas mujeres trabajadoras, las que tienen empleos precarios o las desempleadas consideran que las normas religiosas vigentes son uno de los principales obstáculos para su presencia y desarrollo en el mercado laboral.

Desde las protestas de 2022, la resistencia cotidiana de las mujeres contra la imposición del hiyab en Irán continúa y ha logrado hacer retroceder en cierta medida al régimen islámico. La historia de la lucha de las iraníes nos enseña que la organización y la resistencia colectiva siguen siendo las estrategias más eficaces para alcanzar la libertad de las mujeres y, en consecuencia, de toda la sociedad.

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