Turquía se prepara para recoger los frutos de su apoyo a los rebeldes
Para el resto de potencias involucradas se abre un periodo de incertidumbre. Rusia posee dos grandes bases militares en el oeste y EE UU tiene tropas en el noreste
Turquía ha sido el actor más consistente a lo largo de los 13 años de guerra civil en Siria. Desde 2011, el Gobierno del islamista Recep Tayyip Erdogan mostró su apoyo a quienes se oponían a la dictadura de Bachar el Asad, primero instando a Damasco a escuchar a los manifestantes, después abriendo las puertas de su país a quienes escapaban de la represión, más tarde armando a los rebeldes. Mientras los Estados árabes, que en un principio apoyaban la rebelión, habían hecho las paces con El Asad en los últimos años y l...
Turquía ha sido el actor más consistente a lo largo de los 13 años de guerra civil en Siria. Desde 2011, el Gobierno del islamista Recep Tayyip Erdogan mostró su apoyo a quienes se oponían a la dictadura de Bachar el Asad, primero instando a Damasco a escuchar a los manifestantes, después abriendo las puertas de su país a quienes escapaban de la represión, más tarde armando a los rebeldes. Mientras los Estados árabes, que en un principio apoyaban la rebelión, habían hecho las paces con El Asad en los últimos años y lo volvieron a aceptar en la Liga Árabe, Ankara continuó financiando y sosteniendo a los alzados, incluso con la entrada de su ejército en varias zonas del norte de Siria. Ahora, se prepara para recoger los frutos, mientras el futuro papel del resto de potencias mundiales y regionales involucradas está rodeado de incertidumbre.
“Hace un mes, Turquía era el factor, no sé si el más débil, pero sí el más desafortunado de la ecuación”, sostiene Jaled Joya, expresidente de la Coalición Nacional Siria, el principal órgano de la oposición siria en el exilio. Hasta el inicio, el pasado 27 de noviembre, de la ofensiva relámpago que ha llevado al desmoronamiento del régimen, los rebeldes a los que apoyaba Turquía, el Ejército Nacional Sirio (ENS), estaban constreñidos a un pequeño territorio en el norte y noroeste de Siria.
El Gobierno de Erdogan llevaba meses tratando de establecer un diálogo con El Asad para negociar algún tipo de solución al conflicto sirio que diese las suficientes garantías para permitir el retorno de parte de los más de tres millones de refugiados en territorio turco (que se han convertido en un factor de debilidad política para Erdogan al ser aprovechado por la oposición para restarle apoyo). El Asad, sintiéndose fuerte por el apoyo de Rusia e Irán, se negó a reunirse con Erdogan.
Ahora, en cambio, Turquía tiene la sartén por el mango, puesto que, según Joya, “ha jugado un importante papel en la victoria”. Ankara ha negado haber dirigido la ofensiva, si bien fuentes gubernamentales han reconocido en privado que estaban al tanto de su preparación y que trataron de evitarla mediando con las otras potencias involucradas en la guerra.
Aunque han participado en la ofensiva, los combatientes del ENS —que arma y cuyo salario paga Ankara— no han sido los responsables de la toma de Damasco. El grueso de las operaciones ha corrido a cargo de los salafistas de Hayat Tahrir al Sham (HTS) un grupo que la ONU incluye en su lista de organizaciones terroristas por sus antiguos lazos con Al Qaeda. Aunque Turquía no mantiene un control directo de este grupo y su influencia sobre él es menor, HTS gobernaba hasta ahora en Idlib y dependía de los suministros llegados desde el vecino territorio turco, así como de la ayuda suministrada por organizaciones humanitarias turcas.
“Turquía se ha convertido en el actor externo más influyente en Siria y jugará un papel decisivo en su futuro. No es que vaya a asumir un control directo, sino que tendrá un papel de apoyo, ya que tiene la confianza de la población siria”, afirma Ömer Özkizilcik, del think-tank Atlantic Council. Los refugiados sirios que durante más de una década han vivido en Turquía y regresen al país a partir de ahora pueden convertirse en facilitadores de esta influencia turca, incluidas las decenas de miles de jóvenes sirios que han estudiado en universidades turcas tanto en territorio turco como las abiertas en las zonas del norte de Siria bajo control del ejército turco, añade el experto. Buena parte de la oposición política en el exilio también está radicada en Turquía y Ankara ejerce gran influencia sobre ella.
Las importantes empresas constructoras de Turquía deben estar frotándose las manos con los proyectos de reconstrucción que probablemente recibirán —en un país devastado tras años de bombardeos sobre las ciudades—, como ha ocurrido en Nagorno Karabaj tras la reconquista azerbaiyana, también con apoyo militar turco. El lunes, las empresas relacionadas con la construcción que cotizan en la Bolsa de Estambul, cementeras y productoras de acero sobre todo, abrieron la sesión al alza, con ganancias de hasta el 10%.
Irán será, probablemente, el país que salga peor parado tras el fin de El Asad, tras haber sacrificado cientos de vidas de sus militares desplegados en apoyo del ya depuesto dictador. Medios iraníes han informado de que la Embajada iraní en Damasco ha sido asaltada por manifestantes y han difundido vídeos de cristales rotos y el interior del edificio dañado. Los rebeldes guardan un odio visceral a la República Islámica y a las milicias iraníes que han combatido junto al régimen. “No creo que Irán vaya a jugar ningún papel en el futuro de Siria”, afirma Joya tajante.
Rusia, en cambio, podría ser diferente. El líder de HTS, Abu Mohamad al Julani, lanzó esta semana un mensaje tranquilizador hacia Moscú y Pekín, alegando que su único objetivo era el régimen. “Creo que si los rusos juegan sus cartas con destreza y se involucran en una diplomacia constructiva, tendrán la posibilidad de quedarse y mantener sus bases militares, la aérea de Hmeimim y la naval en Tartús”, cree Özkizilcik. La de Tartús es la principal base rusa en el Mediterráneo.
“Los Estados árabes intentaron reflotar al régimen de El Asad, pero lo único que recibieron de él fueron drogas”, afirma Muhamad Otri, miembro de la oposición en el exilio, en referencia a la producción de captagón (un tipo de anfetaminas) que el régimen de El Asad ha utilizado para financiarse y con el que han sido inundados los países del Golfo. “Así que los Estados árabes no tienen influencia en los revolucionarios sirios”, opina. De entre todos los Estados del Golfo, Qatar sí que ha mantenido un apoyo financiero constante a los rebeldes a través de Turquía.
Estados Unidos es el otro gran actor con presencia en Siria. Mantiene unos 900 militares en el noreste de Siria y ha efectuado bombardeos aéreos en apoyo de las milicias kurdo-árabes Fuerzas Democráticas Sirias (FDS). Para Turquía se trata de “terroristas”, ya que la fuerza principal de esta coalición son las milicias YPG, la rama siria del grupo armado kurdo PKK, que actúa en territorio turco y está incluido en la lista de organizaciones terroristas de EE UU, la UE y Turquía. “Estados Unidos presionará para incluir al componente kurdo en el nuevo Gobierno de Siria, pero Turquía veta la presencia de las YPG. Este es un tema que tendrán que solucionar Ankara y Washington”, opina Joya. De hecho, este domingo, el ENS, apoyado por Turquía, lanzó un importante ataque contra Manbij, ciudad del norte de Siria en manos kurdas.
“La colaboración entre la Unión Europea, los Estados árabes, Estados Unidos y quizá Rusia será muy importante para la transición y la reconstrucción en Siria. Pero, desde luego, la voz cantante la llevará Turquía”, subraya Özkizilcik.