Destrozos, pintadas y una falsa boda en el monasterio: el rastro de los soldados israelíes en una aldea cristiana libanesa
Los vecinos de Deir Mimas, a apenas tres kilómetros de la frontera, descubren las consecuencias de la invasión del ejército de la parte baja del pueblo
Merhej Shama descubre a cada paso una nueva sorpresa desagradable. Sabía, por las noticias, que las tropas israelíes habían llegado hasta Deir Mimas, una aldea cristiana a apenas tres kilómetros de la frontera, durante su invasión del sur de Líbano. También, por los 15 vecinos que habían permanecido en el pueblo (él y otros 230 que viven allí en invierno huyeron), que el ejército israelí mantenía una tanqueta apostada en el patio de su casa. Y, por las redes sociales, que los soldados ...
Merhej Shama descubre a cada paso una nueva sorpresa desagradable. Sabía, por las noticias, que las tropas israelíes habían llegado hasta Deir Mimas, una aldea cristiana a apenas tres kilómetros de la frontera, durante su invasión del sur de Líbano. También, por los 15 vecinos que habían permanecido en el pueblo (él y otros 230 que viven allí en invierno huyeron), que el ejército israelí mantenía una tanqueta apostada en el patio de su casa. Y, por las redes sociales, que los soldados habían penetrado en el monasterio: ellos mismos se grabaron dentro de la iglesia imitando entre risas una boda como las de las películas de Hollywood y el vídeo se acabó viralizando. Lo que no sabía y acaba de descubrir en este mismo momento (el alto el fuego le ha animado a regresar a su pueblo tras más de dos meses refugiado del peligro en Beirut) es que un grupo de soldados israelíes detonó la puerta de su casa y dejó el interior patas arriba, incluida una pintada en hebreo. Su todoterreno blanco está, además, convertido en un amasijo solo útil para el vertedero, a decenas de metros por un camino de tierra donde se ven huellas de blindado. La impresión es que lo remolcaron y destruyeron, por diversión o aburrimiento.
Shama, de 65 años, sale al patio a fumar. Más que enfadado, parece abrumado por los muebles movidos, los trozos de cristales por el suelo, los cajones abiertos (con la ropa interior de su mujer por fuera) y la radio hecha trizas. “No lo entiendo, aquí no hay Hezbolá”, dice confundido. “Una vez entraron a robar en esta casa y me la encontré en mejor estado”.
No se atreve a comprobar la salud de sus olivares, por si han minado la zona. El zumbido de un dron de vigilancia israelí rellena sus silencios. “No me quiero quedar mucho. La frontera está a tres kilómetros, pueden volver en cualquier momento”, añade, aún intrigado por el significado del texto que han dejado los soldados en una pared, junto a un dibujo indescifrable. Dice así: “Lejos del ojo, lejos del corazón. Me dejaste y duele. Pienso mucho en ti. Soldado rehén en Líbano”. Es de una canción de Dos dedos de Sidón, una conocida película propagandística israelí de los años ochenta, durante la Primera Guerra del Líbano.
A diferencia de las casas que los soldados israelíes toman en Gaza ―donde los incendios o la destrucción gratuita no son casos aislados―, la impresión aquí es menos de venganza y más de indiferencia a que allí vivía alguien y volvería en algún momento. Más aún al tratarse de un pueblo cristiano, cero sospechoso de comulgar con Hezbolá (el partido-milicia chií señalado como objetivo), y entre sus aliados durante la ocupación del sur de Líbano entre 1982 y 2000. “Tengo la impresión”, asegura Shama con tristeza, “de que los israelíes no están viviendo esta guerra como algo contra ellos [Hezbolá], sino contra todo Líbano”.
Envoltorios de chocolatinas y salchichas de marcas israelíes, latas de maíz y atún, barritas energéticas con etiqueta kosher (acorde a las leyes de la alimentación judía), cajas de baterías de litio con las siglas de las Fuerzas de Defensa de Israel… El rastro no solo es visible en cada esquina de la casa. También en otras partes de la zona baja de Deir Mimas, como un edificio convertido en escombros y los daños en las casas colindantes por la onda expansiva de la explosión. Los soldados israelíes no tomaron el corazón del pueblo (no es territorio hostil y está en un alto), pero sí mantuvieron enfrentamientos en los alrededores con milicianos de Hezbolá, que empleaban tácticas de guerrilla para intentar frenar el avance.
Ya no hay soldados, pero se escuchan de vez en cuando bombardeos. El alto el fuego no ha dado paso en absoluto a la calma. En solo una semana van 13 muertos libaneses, decenas de vulneraciones israelíes y dos proyectiles de Hezbolá.
Shama no debería estar ahí. Las tropas israelíes se han replegado ligeramente, pero Deir Mimas está incluida dentro de una franja territorial en el sur de Líbano a la que el ejército israelí prohíbe ingresar y advierte del “peligro” de hacerlo. También forma parte de otra zona, más amplia, bajo toque de queda entre las 17.00 y las 07.00. El pasado sábado, el Ayuntamiento de Deir Mimas emitió un comunicado, en coordinación con las Fuerzas Armadas libanesas, para recordar a los vecinos que tienen “estrictamente prohibido” tanto acercarse a sus tierras agrícolas y famosos olivares como “traer o contratar gente de fuera del pueblo”. Aquí solo viven cristianos. Grecoortodoxos, sobre todo, pero también católicos melkitas y maronitas, y protestantes, cada uno con su iglesia.
Fadi (prefiere no dar su apellido) fue de los pocos que se quedó todo el tiempo. “Se oían bombardeos cada 10 minutos más o menos, por todos los lados”, recuerda. El generador de electricidad solo daba para la noche y se movía a la cercana Marjayún a recoger ayuda humanitaria, o tiraba de la despensa típica de estas zonas agrícolas: lentejas, berenjenas encurtidas y, por supuesto, aceitunas y aceite de oliva. “Si necesitaba un huevo, me acercaba a casa de un vecino y lo cogía de sus gallinas. Si necesitaba leche, de la vaca de alguien… Esto es un pueblo. Aquí cuatro familias tenemos las llaves de todas las casas, por si pasa algo”, explica.
Controles
Los militares han ido reforzando el control del acceso al pueblo, hasta acabar colocando un camión y barreras de acero. El ejército libanés afronta la tarea de ir asumiendo, en las próximas ocho semanas, el mando de todo el territorio, para impedir la reagrupación y el rearme de Hezbolá, y que el ejército israelí se repliegue hasta la frontera.
En sus rostros y conversaciones se nota la mezcla de presiones que reciben desde arriba para estar a la altura de la tarea y la dificultad de la misma con los medios disponibles. Y en beneficio del ejército israelí, que ha matado a cerca de 50 de los suyos en estos 13 meses de bombardeos y herido a otro este mismo lunes, ya durante la tregua. Un día más tarde, mientras el ejército comenzaba a reclutar voluntarios para la misión (que tengan entre 18 y 25 años y no estén casados ni tengan hijos), el ministro de Defensa, Israel Katz, les lanzaba una clara amenaza: “Si volvemos a la guerra, actuaremos con firmeza. Iremos más allá y lo más importante que deben saber es que ya no habrá ninguna exención para el Estado del Líbano. Si hasta ahora hemos diferenciado entre el Estado de Líbano y Hezbolá […], ya no sucederá”.
Los soldados libaneses impiden acceder al monasterio de la boda del vídeo viral. Están comprobando que los soldados israelíes no hayan minado la zona y señalan que sus blindados aún patrullan cerca. Uno puede verse al otro lado del valle, en Jiam, una de las localidades más castigadas por los bombardeos.
Fotografías de distintas estancias de su interior muestran cristales rotos por el suelo y otros daños. Salim Assaad, el sacerdote greco-ortodoxo de Deir Mimas cuya autoridad moral se nota en cómo le miran los vecinos, no quiere echar leña al fuego y escoge sus palabras. Recuerda que el nombre del pueblo deriva del santo Mamante de Cesárea ―un campesino que se convirtió al cristianismo en el siglo III, se retiró a los bosques y acabó decapitado por el Imperio Romano― y que el primer monasterio levantado en su honor en el siglo XIV resultó destruido en la guerra de 2006 entre Israel y Hezbolá. Qatar pagó la reconstrucción, reabrió en 2010 y ahora ha vuelto a quedar dañado. “¿Por qué tenemos que pagar siempre precios tan altos por la guerra? Nadie lo sabe y no hay respuesta. Señor, ten piedad. No podemos decir más”, señala Assaad.
Tras hacerse viral el vídeo-parodia de la boda, el ejército israelí lo calificó de “acto grave que no se corresponde” con sus “valores y órdenes” y recalcó que “respeta a todas las religiones”. También anunció una investigación y “acciones disciplinarias” contra los involucrados (que van con el rostro descubierto) que no ha especificado posteriormente.