Orbán se lanza a la presidencia europea más díscola y da munición a Putin

Las dudas de que Hungría pueda ser un “mediador honesto” en su semestre al frente del Consejo de la UE aumentan tras el viaje del primer ministro húngaro a Moscú

Viktor Orbán y Vladímir Putin, este viernes en Moscú.Evgenia Novozhenina (REUTERS)

Hungría, con el gran provocador Viktor Orbán a la cabeza, ha asumido la presidencia del Consejo de la Unión Europea a su estilo: desafiando al club comunitario. El político nacionalpopulista y euroescéptico, el alumno más díscolo de la UE, quiere “dejar huella” durante el semestre en el que actuará como mediador entre los Estados miembros para avanzar en normas y regulaciones. Y en su primera semana se ha estrenado con un viaje a Kiev, ...

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Hungría, con el gran provocador Viktor Orbán a la cabeza, ha asumido la presidencia del Consejo de la Unión Europea a su estilo: desafiando al club comunitario. El político nacionalpopulista y euroescéptico, el alumno más díscolo de la UE, quiere “dejar huella” durante el semestre en el que actuará como mediador entre los Estados miembros para avanzar en normas y regulaciones. Y en su primera semana se ha estrenado con un viaje a Kiev, en el que ha pedido un alto el fuego a Ucrania, el país invadido y atacado por Rusia, y una visita a Moscú, donde se ha reunido con Vladímir Putin para hablar de “paz” y escuchar sin pestañear las condiciones del Kremlin, que suponen la rendición ucrania.

Aunque su influencia en la UE es limitada, la reunión en Rusia, que ha causado una tormenta de rechazo del resto de líderes europeos, ha mostrado una grieta en el club comunitario. Y, sobre todo, ha dado munición al autócrata ruso.

El dirigente húngaro sabe y reconoce que no tiene mandato europeo para negociar nada —y Putin, además, tiene pendiente una orden de detención del Tribunal Internacional de La Haya por la deportación forzada de niños ucranios a Rusia, como ha recordado el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell—. Pero aprovechará la visibilidad de la presidencia para alborotar y para ganar todos los réditos posibles en casa, donde lleva 14 años gobernando. El eslogan de su semestre, un guiño al lema del populista republicano Donald Trump, ya adelantaba polémica: “Hagamos que Europa vuelva a ser grande” (“Mega: make Europe great again” en vez de “Maga: Make America great again”).

“Orbán va a usar la presidencia de forma política, con una agenda que impulsar”, afirma Zoltán Kovács, portavoz internacional del Gobierno húngaro y el hombre al que el primer ministro ha puesto al frente de la logística de la presidencia europea. El viaje de Orbán a Moscú ha aumentado la preocupación entre los crecientes críticos sobre Hungría. Las dudas de que pueda ser un “mediador honesto” entre los Estados miembros son oceánicas.

“Ser un mediador honesto no significa que tengamos que abandonar nuestra postura”, defiende Kovács ante un grupo de corresponsales europeos en Budapest, en un viaje organizado por el Gobierno húngaro al que ha sido invitado EL PAÍS. A diferencia de otras visitas tradicionales de las presidencias europeas, en la de Hungría no hay reunión con el jefe del Ejecutivo. “Tiene una agenda imposible de cuadrar”, asegura el portavoz internacional. El día después, Orbán aterrizaba en Moscú para reunirse con Putin, con el que ha conservado buenas relaciones tras la invasión a gran escala sobre Ucrania.

Hungría es hoy el único país de la Unión con un procedimiento de infracción grave abierto por su deriva autoritaria que le podría costar la retirada, por ejemplo, de su derecho de voto en el seno de la UE; un botón rojo, sin embargo, que los socios han rehusado usar jamás. La Comisión Europea le mantiene congelados 21.000 millones de euros en fondos europeos por sus vulneraciones del Estado de derecho. Una sanción que Kovács y otros ministros tildan de “arma política” contra los gobiernos que “no siguen la narrativa política monolítica de las instituciones de la UE”.

La senda del Gobierno húngaro, que avanza en sus medidas contra las personas LGTBI, en el control de medios de comunicación y organizaciones civiles, y el carácter de verso suelto de Orbán, que le ha cogido el gusto a “chantajear” a los socios para obtener beneficios europeos y nacionales, resume una alta fuente comunitaria, inquietan en las instituciones de la UE y en numerosas capitales por cómo usará los seis meses de la presidencia rotatoria del Consejo de la UE.

De hecho, recuerda Perle Petit, analista del European Policy Centre (EPC), el Parlamento Europeo reclamó en una resolución no vinculante a finales de mayo que se saltase el turno de Budapest, que inició el 1 de julio, y se pasase directamente de Bélgica —del que ha recogido el testigo— al siguiente, Polonia.

“El momento más importante de la presidencia húngara ha sido junio, el último mes de presidencia belga”, ironiza un veterano diplomático europeo. España (último semestre de 2023) y Bélgica aceleraron y han sacado adelante numerosos temas. Y se ha tenido en cuenta que los seis meses húngaros pueden ser un parón por ejemplo en las sanciones contra Rusia, añade el diplomático.

Agenda europea

En las ultimas semanas de junio se aprobaron, por ejemplo, nuevas sanciones a personas y entidades vinculadas con el Kremlin y su esfuerzo de guerra contra Ucrania, y a Bielorrusia, por ayudar a la maquinaria bélica rusa (Hungría ha tratado de torpedear y dilatar los 14 paquetes aprobados, que al final ha terminado respaldando). No obstante, en este final de legislatura, que coincidirá con la formación de una nueva Comisión Europea —que es quien propone legislación— quedan pocos asuntos sobre la mesa. Hungría, eso sí, como el resto de presidencias, marcará la agenda de los temas.

En su lista de prioridades a impulsar durante sus seis meses de presidencia, Hungría ha puesto “la paz” en primer lugar, remarca el ministro de Asuntos Europeos, Janos Boká, que define a Orbán como un “facilitador”. En Moscú, codo con codo con Putin, el líder húngaro aseguró el viernes que su objetivo es hallar “el camino más corto” para llegar a la paz. Aunque Budapest –que rehúsa enviar armas a Kiev y tiene bloqueados más de 6.000 millones de euros del fondo europeo que se usa para reembolsar las entregas de material militar que otros socios hacen— no ha puesto ninguna idea sobre la mesa.

En la mayoría de la ciudadanía húngara el mensaje de Orbán cala. “La guerra tiene que terminar lo antes posible. No es sostenible. Está causando un daño económico enorme a Europa, que solo está aumentando la sangría con su apoyo militar a Ucrania”, asegura István, que pasea junto a su esposa, Katalin, y sus tres hijos por uno de los paseos al borde del Danubio. Es el argumento constante también en los medios de comunicación públicos húngaros. No demasiado lejos, un enorme cartel publicitario con el rostro de un militar pide voluntarios para las fuerzas armadas y territoriales. La campaña de reclutamiento de verano está en marcha en Hungría que, como otros muchos Estados miembros, se está rearmando. La marea de fondo es la guerra de Rusia contra Ucrania, con la que comparte frontera, pero nunca se menciona como una razón la amenaza rusa.

Justo después de la paz, la agenda húngara ha colocado como prioridad el combatir la migración irregular, que considera una “amenaza existencial”, dice el ministro Boká. Hungría usará la presidencia como plataforma para impulsar “soluciones innovadoras” para reducir las llegadas a la UE y blindarla lo máximo posible, añade.

El objetivo del semestre húngaro es también la competitividad europea y la demografía. Orbán, ultraconservador, defensor de lo que se considera la familia tradicional y que comanda un Gobierno sin una sola ministra, es un reconocido natalista que, además, ha abrazado teorías similares a la conspiranoica del gran reemplazo, que asegura que hay un complot para sustituir a los europeos blancos y cristianos con inmigrantes que no lo son.

Una visión que comparte con muchos de sus nuevos hermanos políticos de Patriotas por Europa, impulsado por Orbán y que con formaciones de extrema derecha como Vox, el PVV del holandés Geert Wilders (y que corteja a Reagrupamiento Nacional de la francesa Marine Le Pen y a La Lega italiana) aspira a constituirse como grupo político en el Parlamento Europeo y ser, incluso, el tercero en número de eurodiputados. “En vez de Patriotas por Europa se deberían llamar Patriotas por Rusia”, dice una diplomática de un país de Europa del este. Y añade: “Orbán nos ha hecho un corte de manga a todos y lo va a seguir haciendo durante todo el semestre”.

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