El voto de los jóvenes a la extrema derecha crece en los cinco mayores países de la UE

Los menores de 30 años en Alemania, Francia, Italia, España y Polonia respaldan a partidos ultras más que en las pasadas elecciones europeas, aunque en el sur de Europa la izquierda resiste

De izquierda a derecha, Marine Le Pen (Reagrupamiento Nacional), Jarosław Kaczyński (PiS), Maximilian Krah (AfD), Santiago Abascal (Vox) y Giorgia Meloni (Hermanos de Italia).

La subida de la ultraderecha en las recientes elecciones europeas obedece en buena medida al apoyo de los jóvenes. Los menores de 30 años en los cinco países más poblados de la UE y en los que más eurodiputados se eligen —Alemania, Francia, Italia, España y Polonia— votaron el 9-J en mayor proporción por partidos de extrema derecha que en los anteriores comicios europeos, los celebrados e...

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La subida de la ultraderecha en las recientes elecciones europeas obedece en buena medida al apoyo de los jóvenes. Los menores de 30 años en los cinco países más poblados de la UE y en los que más eurodiputados se eligen —Alemania, Francia, Italia, España y Polonia— votaron el 9-J en mayor proporción por partidos de extrema derecha que en los anteriores comicios europeos, los celebrados en 2019. A pesar de que el apoyo a las formaciones de izquierda de este grupo de edad resiste en países como España e Italia, el respaldo a los ultras crece con claridad, según los resultados electorales y sondeos de intención de voto por grupos de edad. Los expertos especulan que las razones van entre el descontento con los gobiernos a la gran presencia de discursos extremistas en las redes sociales. Esos mensajes, además, logran más repercusión en los hombres que en las mujeres.

La expansión de los ultras es evidente en Francia. El Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen consiguió uno de cada tres votos en los comicios europeos, muy por delante del partido del presidente Emmanuel Macron, y su triunfo provocó un adelanto de las elecciones legislativas. La popularidad de RN es transversal por edad, pero el avance entre los jóvenes es significativo: en 2019, solo el 12% de los franceses de entre 18 a 25 años votaron por Le Pen; ahora esta cifra llegó al 29%.

Una de las fórmulas para conquistar el voto juvenil francés ha sido el uso de las redes sociales, sobre todo de TikTok. Jordan Bardella, el cabeza de lista de RN para las europeas, es toda una celebridad. El joven de 28 años cuenta con más de 1,6 millones de seguidores y sus vídeos tienen cientos de miles de vistas. Pero su notoriedad no ha surgido de la nada. “Los partidos de extrema derecha supieron capitalizar las redes sociales para su provecho durante la pandemia. Desde entonces, vieron el potencial que tienen redes como TikTok para llegar a los jóvenes”, explica Héctor Sánchez, investigador del think tank CIDOB y experto en nuevos movimientos políticos.

Una estrategia similar usó el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD). Maximilian Krah, anterior cabeza de lista de la formación, que fue expulsado tras rebajar la responsabilidad de las SS nazi en el Holocausto, subía vídeos en campaña dando “consejos” a los jóvenes. En particular a los hombres. “Uno de cada tres jóvenes alemanes nunca ha tenido novia ¿Eres uno de ellos? No veas porno, no votes a Los Verdes (...). Los hombres de verdad se sitúan en la extrema derecha. Los hombres de verdad son patriotas. ¡Esa es la manera de encontrar novia!”, decía en una publicación. El factor de género cumple un rol importante para las formaciones extremistas: en los cinco países analizados, ellos se inclinan a votar por estos partidos más que ellas.

A pesar de los escándalos que iba acumulando, uno tras otro, esta formación, AfD resultó como segunda fuerza el 9-J, solo por detrás de los democristianos (CDU) y levemente por encima de los socialdemócratas, formación del canciller, Olaf Scholz. Por primera vez, los alemanes podían votar a partir de los 16 años, una reivindicación que defendía el partido de Los Verdes —miembro de la coalición de Gobierno, junto a los liberales—, que recibió un importante respaldo de los jóvenes en 2019 (34%). Sin embargo, su apuesta falló estrepitosamente, ya que se quedó con tan solo el 11% del apoyo joven. Este grupo de edad se inclinó por la CDU (17%) y por AfD (16%; son 11 puntos más que en 2019), además de partidos minoritarios como Volt y Die Partei.

Julian Hoerner, catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Birmingham, considera que los jóvenes votantes dan la democracia por sentada. “Con todas las crisis que estamos atravesando, se pierde la atención del pasado fascista en Alemania”, agrega. Para este experto, esos electores están “decepcionados” por el poco avance de medidas contra el cambio climático, lo que explica la caída de los ecologistas. “Es muy fácil perder votantes así y que se instale una perspectiva bastante pesimista, a la que se suma la situación económica general”. Según varios sondeos, la inmigración, la inflación y la crisis de vivienda han desplazado a los efectos del cambio climático como las principales preocupaciones de los alemanes.

En Polonia, quinto país de la UE por población, los jóvenes han dejado de respaldar a los ultraconservadores de Ley y Justicia (PiS) y ahora se inclinan por una opción aún más escorada a la derecha: Confederación, partido fundado en 2018. Las propuestas económicas ultraliberales de esta formación euroescéptica y populista atraen cada vez más a los jóvenes. Un 30% los apoyó el 9-J, en detrimento del PiS (16,2%) y es de lejos el ganador en este grupo de edad. Hace un lustro, el PiS recabó el mayor número de apoyos en todos los grupos de edad. Entre los más jóvenes, recibió el 26,2%, unos 10 puntos por encima de los que obtuvo entonces Confederación.

La izquierda aguanta en el sur de Europa

La popularidad de la extrema derecha entre los jóvenes tiene sus límites. Italia y España son un ejemplo de ello. En España, Vox crece con fuerza. El 9-J recibió un 15,7% del voto joven. A falta de datos desagregados de las europeas de 2019, sirve de referencia para mostrar la subida el resultado de las generales de abril de ese año, en las que el partido solo logró el 4,2% de apoyo en ese grupo de edad. A este auge ultra en España se ha sumado un nuevo actor: Alvise Pérez, fundador de Se Acabó La Fiesta (SALF), que se metió a la Eurocámara con tres eurodiputados, con más adeptos entre el grupo de menores de 25 años.

Pese al aumento del voto hacia estas formaciones extremistas, el bloque de izquierdas mostró su resistencia. El PSOE cuenta con el 20% del voto en este grupo de edad, y si se combina con Sumar y Podemos, la cifra supera el 30%.

En Italia se registra una tendencia similar. Hermanos de Italia, partido de la primera ministra, Giorgia Meloni, pasa del 4,9% al 17,3% de los sufragios entre los votantes jóvenes (La Liga, de su socio de coalición, Matteo Salvini, sí muestra pérdidas importantes). Durante su campaña para las europeas, Meloni se mostró más moderada para apelar a los indecisos y para conseguir que el Partido Popular Europeo pusiera en duda el cordón sanitario para pactar con los ultras en asuntos puntuales en la próxima legislatura (la formación italiana encuadrada en los populares europeos, Forza Italia, ya gobierna en coalición con el partido de Meloni).

Sin embargo, los jóvenes progresistas italianos exhibieron su fuerza y llevaron al Partido Democrático —que forma parte del grupo de los Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo— a ganar en esa franja de votantes. Esta formación recibió el 22,1% de los apoyos jóvenes, a los que también hay que sumar el 12,5% de los ecologistas.

Para Héctor Sánchez, los resultados se deben coger con pinzas: “Claro que hay jóvenes que votan con convicción a la extrema derecha, pero hay muchos otros que se abstienen, bien sea por desinterés o porque participan en política de manera distinta”. Sin embargo, admite que los partidos ultras se han apropiado de un discurso que siempre reivindicó la izquierda, como la reducción del alto coste de vida. “Las fuerzas tradicionales, incapaces de solucionar crisis como esta, pagan el pato”, señala.

Con respecto al atractivo para una parte de esta generación de modelos autoritarios, Sánchez sugiere que se deben implementar políticas públicas “para mejorar la imagen de la democracia”. “No hay una vacuna única contra el fascismo porque siempre habrá pulsaciones autoritarias, lo que pueden hacer las democracias es permitir a los ciudadanos vivir una vida digna”, propone el experto.

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