El nuevo presidente de Taiwán reclama a China que cese “la intimidación política y militar”

Lai Ching-te arranca su mandato defendiendo la paz y el ‘statu quo’ en el estrecho, y reclama un refuerzo de la defensa nacional

El presidente de Taiwán, Lai Ching-te (izquierda), y la vicepresidenta, Hsiao Bi-khim, saludan este lunes a la multitud congregada para ver la ceremonia de investidura presidencial en Taipéi.RITCHIE B. TONGO (EFE)

Nuevo líder, mismas sensaciones, previsibles chispas en el estrecho. Lai Ching-te, el dirigente del Partido Progresista Democrático (PPD) a quien Pekín considera un “peligro” por sus tendencias secesionistas, ha tomado posesión este lunes como presidente de Taiwán con un discurso en el que ha reclamado a China que “afronte el hecho de la existencia” de la isla autogobernada, abandone “la intimidación política y militar” y sustituy...

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Nuevo líder, mismas sensaciones, previsibles chispas en el estrecho. Lai Ching-te, el dirigente del Partido Progresista Democrático (PPD) a quien Pekín considera un “peligro” por sus tendencias secesionistas, ha tomado posesión este lunes como presidente de Taiwán con un discurso en el que ha reclamado a China que “afronte el hecho de la existencia” de la isla autogobernada, abandone “la intimidación política y militar” y sustituya la “confrontación por el diálogo” para perseguir unidos “la paz y la prosperidad”. El mandatario, que ganó en enero las elecciones de la isla, releva en el cargo a Tsai Ing-wen, también del PPD, y cuyos ocho años en el poder han estado marcados por la creciente incomunicación con China continental, la marejada entre ambas orillas del estrecho y el acercamiento de Taipéi con Estados Unidos. Pekín ha reaccionado airada de inmediato por lo que considera unas palabras que promueven “la falacia del separatismo”.

En el discurso, que será sin duda escrutado con lupa por el Gobierno chino, Lai, vestido con traje azul oscuro y una flor de colza amarilla prendida en la solapa y flanqueado por la nueva vicepresidenta, Hsiao Bi-khim, ha reclamado mantener el “statu quo” actual con Pekín y defendido el continuismo con las políticas de su predecesora, que implica, en sus palabras, “ni ceder ni provocar”. También ha exigido a los ciudadanos que no se hagan ilusiones. “Frente a las numerosas amenazas de China”, ha añadido, “debemos demostrar nuestra determinación de proteger nuestro país”.

Chen Binhua, portavoz de la Oficina de Asuntos de Taiwán del Consejo de Estado (el Gobierno chino), ha calificado la situación en el estrecho de “compleja y grave” debido a “la obstinada insistencia del PPD en la independencia de Taiwán”. Los líderes de la isla están enviando “señales peligrosas”, ha añadido. Chen ha asegurado que el discurso de este lunes “promueve enérgicamente la falacia del separatismo, incita a la confrontación a través del estrecho e intenta apoyarse en fuerzas externas [...] y utilizar la fuerza para buscar la independencia”, según ha recogido la agencia oficial Xinhua.

Médico de profesión, y tras haber ejercido como alcalde, parlamentario, primer ministro y vicepresidente, el nuevo mandatario taiwanés ha abogado por incrementar la capacidad disuasoria mediante un refuerzo de la defensa nacional y una “diplomacia basada en valores”, que vincule a Taiwán con las democracias mundiales. Ha recordado también la importancia de su industria más puntera: la isla autogobernada produce cerca del 60% de los semiconductores del planeta y un 90% de los más avanzados. “Somos un actor clave en las cadenas de suministro de las democracias globales”, ha dicho sobre una pieza que se encuentra en el centro de la batalla tecnológica que libran Estados Unidos y China.

El Gobierno de Taipéi es consciente de que, a medida que el mundo se torna oscuro y se suceden los incendios bélicos —primero en Ucrania, con la invasión de Rusia, ahora con la guerra en Gaza— las miradas se posan sobre ella, y muchos suspiran por el riesgo de que, en este punto caliente, colisionen las dos superpotencias del planeta. “Las acciones militares y la coerción de zona gris de China se consideran los mayores desafíos estratégicos para la paz y la estabilidad mundiales. Taiwán está estratégicamente situado en la primera cadena de islas, y lo que nos afecta aquí afecta al desarrollo geopolítico mundial”, ha dicho. “La paz no tiene precio y la guerra no tiene ganadores”.

La victoria de Lai en enero, cuando obtuvo cerca de un 40% de los votos, supuso un varapalo para los intereses de Pekín, que considera a la isla autogobernada una parte irrenunciable de su territorio. El liderazgo comunista confiaba en un mejor resultado de la formación nacionalista Kuomintang (KMT), más proclive a un acercamiento con la china continental. Ganó el PPD, sin embargo, convirtiéndose en el primer partido en lograr un tercer mandato consecutivo desde las primeras elecciones democráticas en 1996.

Tras las elecciones, China lanzó de inmediato un mensaje de aviso. El ministro de Exteriores chino, Wang Yi, advirtió de que toda iniciativa en favor de la independencia de Taiwán sería “duramente castigada” por “intentar dividir a China”. “No importan cuáles sean los resultados de las elecciones, no puede cambiar el hecho básico de que solo hay una China en el mundo y Taiwán es parte de China”, dijo. Pekín considera a la isla una provincia rebelde que pretende unificar de forma pacífica, pero sin renunciar al uso de la fuerza, en caso necesario. El presidente chino, Xi Jinping, ha vinculado la reunificación a lo que el liderazgo comunista denomina el “rejuvenecimiento” de la República Popular China, una misión que prevé completar en 2049.

En otro gesto destinado a dejar claras las preferencias de Pekín, Xi recibió el mes pasado en la capital china a Ma Ying-jeou, expresidente de Taiwán (2008-2016), del KMT. Fue el segundo encuentro entre los mandatarios, después de su histórica cita de 2015 en Singapur, la primera entre dos Gobiernos rivales, cuando ambos estaban en el cargo.

“Por mucho que cambie la situación política interna de la isla, no puede cambiar el hecho histórico y jurídico de que ambos lados del estrecho de Taiwán pertenecen a una sola China”, ha dicho este lunes Wang Wenbin, portavoz chino de Exteriores, en una comparecencia rutinaria. Tampoco “puede cambiar la tendencia histórica de que China acabará reunificándose inevitablemente”.

Lai Ching-te no tendrá una presidencia fácil. A la pugna geopolítica se le suma lo que se prevé como una oposición dura. Su partido se dejó por el camino la mayoría en el Yuan Legislativo (el Parlamento), a lo que se acogió Pekín para asegurar que el Gobierno actual no representa a la opinión pública mayoritaria en la isla. El KMT —mayoritario en la Cámara— junto al joven Partido Popular de Taiwán —con suficientes escaños como para ejercer de pivote— ya han dado muestras de que pretenden marcar la hoja de ruta política.

El pasado viernes se armó una pelea en el Yuan taiwanés, con placajes, caídas, puñetazos y un parlamentario ingresado en el hospital, a cuenta de una reforma del reglamento de la Cámara propuesto por la oposición para otorgar al Parlamento mayores poderes de vigilancia sobre el Ejecutivo. El PPD acusa a la oposición de intentar forzar la aprobación de las propuestas sin el habitual proceso de consulta, y denuncia un “abuso inconstitucional de poder”.

Lai ha hecho referencia a lo que se presenta como una legislatura cuajada de brechas. Ha recordado que por primera vez en 16 años ningún partido cuenta con mayoría parlamentaria, y que los ciudadanos esperan “cooperación” y un “gobierno racional”. “El Yuan Legislativo debe observar un procedimiento justo”, ha dicho en alusión al conflicto del viernes, despertando el aplauso de los asistentes.

Quizá la mayor ovación la ha recibido hacia el final del discurso, al citar la constitución taiwanesa. Esta, ha dicho, sostiene que la República de China (nombre oficial de Taiwán) y la República Popular China “no están subordinadas la una a la otra”. “Todo el pueblo de Taiwán debe unirse para salvaguardar nuestra nación”, ha concluido. “Todos nuestros partidos políticos deben oponerse a la anexión y proteger la soberanía, y nadie debe contemplar la idea de renunciar a nuestra soberanía nacional a cambio de poder político”.

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