Tusk afronta su primer examen en Polonia con las elecciones regionales y locales
El Gobierno liberal llega a los comicios con las primeras fisuras y sin un claro dominio en las encuestas pese a la crisis del ultraconservador Ley y Justicia
El liberal conservador Donald Tusk volvió al frente del Gobierno de Polonia en diciembre con 100 promesas para los primeros 100 días. Cuando ese plazo venció hace dos semanas, los medios locales calcularon que había cumplido 12 compromisos y otros 10, parcialmente, mientras se han sucedido ...
El liberal conservador Donald Tusk volvió al frente del Gobierno de Polonia en diciembre con 100 promesas para los primeros 100 días. Cuando ese plazo venció hace dos semanas, los medios locales calcularon que había cumplido 12 compromisos y otros 10, parcialmente, mientras se han sucedido numerosos episodios de convulsión política. Este domingo su gestión se somete a un primer examen con los comicios regionales, provinciales y locales. La coalición liberal —que incluye fuerzas conservadoras y una minoría progresista— llega a la cita electoral con las primeras fisuras por asuntos como el aborto o las contribuciones a la seguridad social y sin una candidatura unitaria. Las encuestas no reflejan el sorpasso y dominio ansiado por la Plataforma Cívica (PO) de Tusk, a pesar de la crisis que atraviesa el ultraconservador Ley y Justicia (PiS), que no se ha recuperado de la derrota del otoño.
La campaña de las elecciones legislativas se desarrolló en términos épicos como una batalla decisiva para el futuro del país, un pulso entre civilizaciones: la democracia liberal, el Estado de derecho y la UE, contra un sistema iliberal alejado de los valores de occidente y de Bruselas. Frente a aquel despliegue de emociones y recursos, que impulsó una participación récord de más del 74%, los medios polacos describen la campaña que conduce a estas macroelecciones, a la que se presentan 190.000 candidatos para las asambleas regionales, provinciales y municipales, como sosa y aburrida. El máximo de participación registrado en estos comicios fue en 2018, con un 54,9%. Para las formaciones políticas son, sin embargo, cruciales: pese a sus competencias limitadas en un sistema muy centralizado, estas administraciones son claves en la canalización de los fondos europeos y representan una fuente importante de acceso a dinero y puestos de trabajo para los partidos.
El prestigioso sociólogo polaco Jaroslaw Flis explica por videollamada a tres días de las elecciones: “Al principio parecía que esto podía ser una secuela [de las elecciones de octubre] en la que un lado podría mostrar su dominio. Ahora PiS está muy débil, pero no tanto como sus oponentes podrían soñar”. Tanto la Plataforma Cívica de Tusk como PiS, de Jaroslaw Kaczynski, rondan el 30% en intención de voto agregado en clave nacional, y según la encuesta, aparecen en cabeza uno u otro. En octubre, PiS sumó el 35,38% frente al 30,7% de PO, pero no tuvo mayoría para gobernar.
El experto en elecciones de la Universidad Jaguelónica de Cracovia continúa: “No tengo una imagen final clara, aunque algunas cosas son previsibles, como que no habrá una gran victoria de PiS, que puede perder dos o tres regiones”. “Normalmente, los partidos piensan en estas elecciones como parte del juego nacional, pero esta vez no es tan visible; hay muchos conflictos a nivel nacional”, señala Flis.
En sus primeros pasos para restaurar el Estado de derecho y recuperar el control de entidades como los medios de comunicación públicos o la Fiscalía, el Gobierno de Tusk ha empleado algunos métodos de dudosa legalidad y ha desafiado el bloqueo que intentan imponer el presidente, Andrzej Duda, y el Tribunal Constitucional, ambos favorables a PiS, cuestionando su legitimidad. Esos choques políticos e institucionales han dejado episodios como la ocupación de organismos públicos por parte de políticos de PiS y escenas como la detención de dos exministros de Ley y Justicia refugiados en el palacio presidencial mientras el presidente estaba ausente.
Como señala el politólogo de la Universidad de Sussex Aleks Szcerbiak, experto en Polonia, “a muchos partidarios del Gobierno no solo no les importa que haya tomado atajos para restaurar el Estado de derecho, sino que están satisfechos”. En su opinión, el Ejecutivo es más vulnerable en asuntos socioeconómicos como la sanidad, infraestructuras, impuestos… “Y en estos temas, la gente todavía le está dando el beneficio de la duda”, añade en una videollamada. De fondo, permanecen amenazas como la guerra en Ucrania y la inflación.
Tensiones en la coalición
La coalición llega dividida en torno a la gran promesa electoral que impulsó el decisivo voto de las mujeres: la legalización del aborto hasta la semana 12ª. Tercera Vía, formada por dos partidos de centroderecha, ha empujado el tema en la agenda parlamentaria hasta después de estos comicios. Otros asuntos que están tensando la unidad de los socios son un proyecto de ley que implica el reparto de puestos en la Administración y las contribuciones a la seguridad social para la atención sanitaria. Tercera Vía quiere rebajar las de los emprendedores, igualándolas —para enfado de Nueva Izquierda (Nowa Lewica)— a las de los trabajadores con salario mínimo.
El Ejecutivo no ha conseguido solucionar aún las protestas de agricultores y transportistas por la competencia de Ucrania, pero se ha podido apuntar como una gran victoria el desbloqueo de los fondos europeos —unos 137.000 millones de euros— que Bruselas tenía suspendidos pendiente de reformas en el sistema judicial. Szcerbiak subraya que la Comisión Europea “claramente ha aplicado un doble rasero”, porque donde al anterior Gobierno le exigía legislación, ahora le ha bastado con promesas de reformas. “El problema para PiS es que a nadie le importa” esa doble vara de medir, reflexiona.
El experto de la Universidad de Sussex opina que PiS, “en crisis desde las elecciones”, ha demostrado que “no estaba preparado para pasar a la oposición”. De las 16 regiones polacas (voivodatos), el partido controla ocho desde las elecciones de 2018, en las zonas rurales del este y sur del país. Las proyecciones para el domingo le aseguran una, su feudo de Podkarpackie (Subcarpacia) en el sudeste. Michal Konowksi, politólogo de la Universidad de Lodz, explica que “si le va mal, se queda con su bastión y si le va bien, puede mantener hasta cinco”.
“La diferencia es de un diputado en algunos casos. Pero excepto por Confederación [de extrema derecha], no tiene socios posibles de coalición y aunque seguramente gane en número de votos, no tendrán mayoría”, dice el experto en un perfecto español. La gran apuesta del partido que gobernó el país durante ocho años son las más de 300 provincias: “PiS ha invertido mucho para ocupar ese poder”.
En las regiones del oeste y las grandes ciudades, PiS no tiene ninguna posibilidad de ganar. Algunos candidatos incluso ocultan el logo del partido en sus carteles electorales. Konowksi no prevé grandes emociones en los resultados —para los que habrá que esperar al menos hasta el lunes—, aunque la capital sí puede traer sorpresas. Las elecciones a la alcaldía de Varsovia suelen ser un test para probar a candidatos presidenciables. PiS ha presentado una cara nueva, Tobiasz Bochenski, que no tiene opciones de ganar al alcalde de PO, Rafal Trzaskowski. El problema para Trzaskowski le viene de la izquierda, con la candidatura de la senadora Magdalena Biejat. En 2018, el alcalde ganó en la primera vuelta con un rotundo 56,67% de votos. En esta ocasión, los últimos sondeos apuntan a la posibilidad de una segunda vuelta —para las alcaldías no resueltas este domingo, se celebrará el 21 de abril— y se empieza a especular con otros posibles candidatos para la presidencia, incluyendo a Tusk.
Aunque en estas elecciones se vota en clave más personal por los candidatos, “uno de los objetivos principales de PO es emerger como primera fuerza”, subraya Szcerbiak. Quedó claro en un mensaje en X, antes Twitter, del primer ministro, en el que pidió a sus seguidores no emplear en esta ocasión el voto táctico a otras formaciones aliadas que se promovió en octubre para desbancar a PiS. Si esa victoria no se produce, Flis no augura ninguna crisis. Es más, cree que “un buen resultado podría ser peligroso para el Gobierno, porque podrían interpretarlo como una señal de que no tienen que preocuparse por la unidad”. Y todavía tienen más elecciones a la vista: las europeas de junio y las presidenciales de 2025.
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