Los agricultores alemanes ponen contra las cuerdas al Gobierno de Scholz con una semana de movilizaciones

Las autoridades alertan de la radicalización de las protestas contra los recortes en los subsidios agrícolas por la infiltración de extremistas de derechas

Decenas de gricultores alemanes protestan este lunes frente a la puerta de Brandeburgo, en el centro de Berlín, contra los recortes a los subsidios agrícolas que quiere acometer el Gobierno.NADJA WOHLLEBEN (REUTERS)

Accesos a las autopistas bloqueados por largas filas de tractores, automovilistas atrapados en atascos en carreteras de todo el país, una parada de producción en la planta de Volkswagen en Emden… El primer día de la semana de protestas que han planeado los agricultores alemanes contra los recortes de los subsidios agrarios del Gobierno consiguió su objetivo: hacerse visibles en las calles y dejar claro que su lucha no va a parar pese a las concesiones que ya les ha hecho el Ejecutivo de Olaf Scholz.

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Accesos a las autopistas bloqueados por largas filas de tractores, automovilistas atrapados en atascos en carreteras de todo el país, una parada de producción en la planta de Volkswagen en Emden… El primer día de la semana de protestas que han planeado los agricultores alemanes contra los recortes de los subsidios agrarios del Gobierno consiguió su objetivo: hacerse visibles en las calles y dejar claro que su lucha no va a parar pese a las concesiones que ya les ha hecho el Ejecutivo de Olaf Scholz.

Las movilizaciones de los agricultores se han convertido en una pesadilla para la coalición de socialdemócratas, verdes y liberales, que ha visto cómo la ciudadanía empatiza con sus demandas y se toma con filosofía los inconvenientes que están provocando las concentraciones. Miles de autónomos y trabajadores del sector agrícola participarán en distintas acciones por todo el país para protestar contra los recortes de las ayudas públicas que reciben, básicamente el subsidio al diésel agrícola y la exención de los vehículos agrícolas y forestales de pagar el impuesto sobre vehículos de motor.

El campo alemán se ha rebelado ante lo que considera un atropello y la antesala de su quiebra y por ahora el Gobierno se ha visto incapaz de calmar al sector. Las protestas tensan a una coalición ya muy afectada por sus constantes desavenencias mientras trata de luchar contra la recesión, su caída de popularidad en las encuestas y el crecimiento de la formación de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD).

Los recortes se enmarcan en la crisis presupuestaria que sufre Alemania después de que una controvertida sentencia del Tribunal Constitucional obligara en noviembre a revisar las cuentas de 2023 y años posteriores y las partidas extrapresupuestarias con las que el tripartito alemán financia la transición energética. El fallo ha forzado a apretarse el cinturón en muchas áreas, pero sobre todo en los subsidios perjudiciales para el medio ambiente, caballo de batalla de la parte ecologista del Gobierno. El presupuesto de 2024 debe recortarse en 17.000 millones de euros para ajustarse a la nueva situación.

Los agricultores alemanes, muy subvencionados y que gozan de abundantes exenciones fiscales, declararon la guerra al Gobierno en diciembre con una gran concentración que colapsó el centro de Berlín con centenares de tractores obstruyendo grandes arterias de la capital. “No lo aceptaremos”, advirtió desafiante el presidente de la asociación de productores agrícolas, Joachim Rukwied. El temor a que el campo alemán se levantara en armas contra los recortes hizo que la semana pasada el Ejecutivo diera marcha atrás a su previsión inicial. En lugar de cancelar de golpe el subsidio al diésel agrícola, lo hará de forma gradual, en tres fases, hasta 2026, y renuncia a eliminar la subvención a los vehículos.

Protesta de los agricultores alemanes cerca de la puerta de Brandeburgo, este lunes en Berlín. CHRISTIAN MANG (REUTERS)

Pero con el fuego ya ardiendo, las concesiones —que algunos analistas consideran privilegios— no han bastado para apaciguar a un sector que lleva años protestando y agobiado por la falta de competitividad con productos de otros países europeos y extracomunitarios. Rukwied, convertido estos días en un habitual de los informativos, pidió “comprensión” a la ciudadanía antes de que empezaran las movilizaciones. Quiere que el Gobierno retire por completo sus planes fiscales, es decir, que deje las cosas como están y se les sigan devolviendo 21,48 céntimos por litro de diésel como hasta ahora.

El problema, sin embargo, va más allá, según el líder de los agricultores: “Se trata del futuro de nuestras familias, de la seguridad alimentaria, del futuro del país”, enfatizó. Las pancartas en la protesta de la capital, que desplazó a la puerta de Brandeburgo varias decenas de tractores con temperaturas bajo cero, lucían mensajes como “Estáis recortando del sitio equivocado”, “Dejad el diésel agrario en paz” y “Apaguemos el semáforo [en referencia a cómo se conoce al tripartito, por los colores de los partidos que lo forman]”.

Un portavoz del Ejecutivo descartó este lunes dar marcha atrás nuevamente a las medidas recién acordadas. Todo parece indicar que Scholz se mantendrá firme, pese a encontrarse en un aprieto de difícil solución. Su imagen se verá perjudicada tanto si acepta una nueva corrección a favor de los agricultores como si la protesta se eterniza.

Escrache contra el vicecanciller verde

Las protestas están siendo polémicas por las sospechas de infiltración de grupos radicales de derechas que, según los informes policiales, se están sumando a las manifestaciones de los agricultores. Hace unos días el vicecanciller y ministro de Economía y Clima, el verde Robert Habeck, diana habitual de las iras de quienes culpan al partido ecologista de perjudicarles con sus medidas, sufrió un escrache mientras regresaba de las vacaciones de Navidad con su familia. Dos centenares de manifestantes le impidieron salir de un ferry en Schleswig-Holstein, al norte del país. Tuvo que dar media vuelta. Según testigos le gritaban “Sal, cobarde” mientras portaban al menos una pancarta con una horca pintada. La Fiscalía ha abierto diligencias.

El temor a que las protestas se radicalicen cunde entre la clase política y las fuerzas de seguridad. El presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, ha afirmado que se ha cruzado una línea peligrosa: “Ver a un ministro intimidado por una multitud agresiva en un viaje privado y tener que huir para ponerse a salvo ha conmocionado a muchos en nuestro país. A mí también. No debemos aceptarlo”, ha asegurado. El propio Habeck alertó en un mensaje de vídeo este lunes del peligro de infiltración de grupos radicales. “Circulan llamamientos con fantasías golpistas, se forman grupos extremistas y se exhiben abiertamente símbolos étnico-nacionalistas”, denunció.

Stephan Kramer, jefe de la oficina de inteligencia de Turingia, Estado federado en el que se celebran elecciones el próximo otoño y donde la ultraderechista AfD ganaría según las encuestas, comparte la preocupación de que las protestas de los agricultores estén siendo instrumentalizadas por extremistas de derechas. “Cualquier tema emocional es adecuado para su estrategia y será utilizado”, declaró a Handelsblatt. Los extremistas de derechas ya han intentado infiltrarse en “cualquier forma de protesta civil legítima”, explicó, en referencia a las manifestaciones contra las restricciones de la pandemia, entre otras.

El líder de los agricultores ha condenado los hechos y se ha distanciado de los grupos de derecha radical que quieren aprovechar sus movilizaciones para desestabilizar. “No los queremos con nosotros”, dijo. “Somos una organización que respeta las formas democráticas. Los ataques personales, los insultos, las amenazas, la coacción y la violencia no tienen cabida”, añadió en un comunicado.

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