La Navidad más amarga de Shireen en Belén: su familia está atrapada bajo las bombas al norte de Gaza
Los parientes de esta cristiana hija de gazatí se refugiaron en dos iglesias del norte de la Franja pensando que allí no caerían las bombas. Dos de sus tíos han muerto y otra, operada sin anestesia, está grave
Desde la plaza del Pesebre de Belén, la calle de la Estrella serpentea hacia la parte alta de esta ciudad cisjordana de especial significado para los cristianos en estas fechas. Basta caminar unos 500 metros de subida entre bazares y comercios turísticos completamente vacíos este año para llegar a la Iglesia luterana de la Navidad. Faltan 10 minutos para las cinco de la tarde y los fieles, poco a poco, se acercan para asistir a la misa que ...
Desde la plaza del Pesebre de Belén, la calle de la Estrella serpentea hacia la parte alta de esta ciudad cisjordana de especial significado para los cristianos en estas fechas. Basta caminar unos 500 metros de subida entre bazares y comercios turísticos completamente vacíos este año para llegar a la Iglesia luterana de la Navidad. Faltan 10 minutos para las cinco de la tarde y los fieles, poco a poco, se acercan para asistir a la misa que dirigirá esta tarde el pastor Isaac Munther, en la que la situación de Gaza estará muy presente en su sermón. El religioso cuenta que varios de los fieles que acuden al servicio tienen familiares en la Franja y algunos de ellos han sufrido pérdidas por los bombardeos israelíes. Entre ellos se encuentra Shireen Awad. Toda su familia materna permanece en allí, dos de sus tíos murieron y otra tía más está gravemente herida. Israel advirtió a la población que se desplazara al sur, pero ellos pensaron que jamás bombardearían una iglesia. Se equivocaron.
Sentada en la sacristía de la iglesia luterana —ella es ortodoxa, pero asegura que asiste indistintamente a cualquier templo cristiano—, triste y a la vez enfadada, esta mujer de 45 años, casada y con cuatro hijos, cuenta que conserva una treintena de parientes en la Franja, con edades entre los 10 años y los 80. “Se encuentran en una situación horrible. Allí está toda la familia de mi madre, mis tíos, mis primos, mis sobrinos... Se encuentran en el norte, en la ciudad de Gaza, donde no llega ningún tipo de ayuda humanitaria de la que está entrando por el sur”. Se quedaron en el norte porque pensaban que las iglesias, la ortodoxa y la católica de la capital de la Franja, les servirían de refugio. “En total las comunidades de ambas parroquias son 900 y la mayoría decidieron quedarse”.
Fue una mala decisión. Una de sus tías falleció después de que Israel atacara los templos el pasado 19 de octubre. “La primera en morir fue mi tía. Falleció después de un ataque contra la iglesia ortodoxa en el que también resultó herida su hermana. Se encontraban refugiadas en la residencia de ancianos del complejo religioso junto a otras 300 personas cuando cayó un misil israelí”, explica Shireen.
“Eran los primeros días de la guerra y todavía había algo de atención médica, así que las dos fueron trasladadas al hospital. Mi tía tenía una hemorragia interna pero no se dieron cuenta porque no le pudieron hacer una radiografía. No había aparato de rayos x. Falleció 12 horas después”, prosigue. “Su hermana se había roto la cadera y necesitaba una prótesis, pero no pudieron operarla hasta pasadas 24 horas porque, en ese momento, no era una paciente prioritaria”, añade. “Lo hicieron sin anestesia”, asegura. Desde entonces está sentada en una silla de ruedas. “La última vez que hablé con ella me dijo que prefería morir a seguir con el dolor que le dejó la operación”. Sigue sufriendo.
La falta de atención médica por la destrucción de toda la infraestructura sanitaria es lo que acabó también con la vida de otro de sus tíos. Cualquier urgencia médica, aunque no sea grave puede ser fatal en Gaza. “Mi tío murió a finales de noviembre, cuando los ataques aéreos habían acabado con todo. Tuvo la mala suerte de sufrir una apendicitis, pero no pudo ser trasladado al hospital. Ya no había hospitales”. Después de una semana sin tratamiento de ningún tipo su infección se extendió por todo el cuerpo sin que nadie pudiera hacer nada. “Así fue como se marchó”.
Shireen intenta desesperadamente mandar algo de ayuda, pero nada entra en Gaza desde hace semanas. “Lo único que podemos hacer es seguir recargando el saldo de sus teléfonos móviles para que podamos seguir hablando con ellos y es lo que hacemos porque ellos no pueden”, dice. “Pudimos mandarles algo de dinero en octubre pero desde hace semanas ya no lo hacemos porque nos han dicho que no reciben nada. Ya no hay bancos, no hay hospitales... Han destruido todo”.
Deambular buscando refugio
La mujer cuenta cómo sus familiares van de un sitio a otro tratando de protegerse de las bombas. “Cuando Hamás tira cohetes desde Gaza hacia Tel Aviv, suenan las sirenas y la gente corre a los refugios, que son sitios seguros. Además, las defensas antiaéreas destruyen casi todos los proyectiles en el aire. En Gaza no es así. Mi familia se refugia en una escuela junto a la iglesia, otros van a los hospitales a las mezquitas... Pero no hay ningún sitio seguro”, relata. “Mis parientes me contaron que, el otro día, los francotiradores mataron a dos mujeres que se atrevieron a salir para ir al baño”.
“El tiempo ha demostrado que todos esos edificios han sido atacados. Da igual que te quedes en el norte o huyas al sur. Que te metas en una escuela, en la universidad”, prosigue. “La última noticia que tuve de ellos es que habían decidido dejar de estar todos juntos, separarse. Unos se han quedado en la iglesia católica y los otros en la ortodoxa. Creen que si un grupo es atacado, el otro tendrá más oportunidades de sobrevivir”.
Historias como las de Shireen estuvieron muy presentes durante la celebración de la Nochebuena en Belén. Los miles de turistas que visitan la ciudad por estas fechas han dejado de hacerlo este año por la guerra. En solidaridad con los gazatíes, no hay árbol frente a la Iglesia de la Natividad ni ningún tipo de decoración navideña. Solo un nacimiento a tamaño natural en el que la Virgen sostiene en sus brazos a un niño muerto con una mortaja blanca como la que se envuelve a los fallecidos en Gaza. Alrededor, montones de escombros y un alambre de concertina como el del muro de separación con Israel que se encuentra solo unos kilómetros más al norte.
Como cada año, el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, peregrinó hasta la plaza del Pesebre, este año con una kufiya, el típico pañuelo palestino, al cuello. “Tenemos que parar las bombas, las agresiones y la violencia y traer de nuevo a la gente a sus hogares”, dijo rodeado de periodistas y entre un enorme dispositivo de seguridad. “Los palestinos lloramos esta Navidad por los niños muertos y sin hogar”, continuó. “Tenemos que permanecer unidos todos, porque lo que quiere el enemigo es la dispersión”, añadió. Esta Navidad, su visita a la basílica de la Natividad de Belén vino rodeada de polémica después de que todos los responsables de las iglesias cristianas se reunieran con el presidente de Israel, Isaac Herzog. Antes de su llegada, los vecinos desplegaron una enorme bandera palestina que ocupaba casi toda la plaza.
“El mundo se tiene que levantar y mirar a Palestina”, continúa Shireen. “El Gobierno de Israel está incumpliendo sistemáticamente la legalidad internacional. Hay que despertarse porque esto es una cuestión de humanidad”, añade. “Para nosotros, este año, la Navidad es muy especial porque hemos entendido realmente su significado. El espíritu de la Navidad no son los regalos, no es un árbol, no es la decoración. El espíritu de la Navidad es cuidar de los otros y sentir su dolor. Sentir el dolor de nuestros hermanos y hermanas de Gaza. Da igual que sean cristianos o musulmanes”.
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