Llegan a Armenia las primeras familias evacuadas de Nagorno Karabaj, mientras Azerbaiyán retoma el control del enclave

La mayoría de los armenios de la zona desconfían de las promesas de Bakú, que asegura que sus derechos estarán garantizados. Un millar cruza la frontera

Evacuados de Nagorno Karabaj en un autobús en un control policial en la localidad armenia de Kornidzor, este domingo.IRAKLI GEDENIDZE (REUTERS)
Estambul -

La evacuación de los armenios de Nagorno Karabaj que han tenido que dejar sus viviendas por la ofensiva de Azerbaiyán de los últimos días comenzó este domingo, a medida que Bakú afianza el control sobre este enclave tras la rendición de las milicias de la zona. Una evacuación que muchos temen se convierta en un éxodo que extinga para siempre la histórica presencia armenia en esta zona del Cáucaso que, internacionalmente, está reconocida como...

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La evacuación de los armenios de Nagorno Karabaj que han tenido que dejar sus viviendas por la ofensiva de Azerbaiyán de los últimos días comenzó este domingo, a medida que Bakú afianza el control sobre este enclave tras la rendición de las milicias de la zona. Una evacuación que muchos temen se convierta en un éxodo que extinga para siempre la histórica presencia armenia en esta zona del Cáucaso que, internacionalmente, está reconocida como territorio azerbaiyano, pero que hasta esta semana había permanecido bajo control de fuerzas armenias.

Las autoridades del enclave armenio anunciaron que aquellos que han tenido que abandonar sus hogares en las zonas del frente que así lo deseen —hay unos 10.000 desplazados en las calles de Stepanakert, la capital karabají— serán transportados a la vecina República de Armenia. “Las familias que se han quedado sin hogar tras las recientes acciones militares [...], serán enviadas a Armenia. El Gobierno dará pronto más información sobre el reasentamiento de otros grupos de población”, dijeron las autoridades karabajíes en un comunicado publicado en Facebook.

El domingo por la tarde, los primeros 377 civiles cruzaron la frontera, escoltados por militares del contingente de paz ruso desplegado en el Karabaj desde 2020. Pero horas después, Armenia anunció que ya habían entrado en el país 1.050 personas que han abandonado el enclave, según informó la agencia Reuters. Robert Ghukasián, gobernador de la provincia de Syunik (sur de Armenia), explicó al medio armenio CivilNet que se han hecho preparativos para acoger a unos 10.000 refugiados en los pueblos fronterizos.

Durante una reunión con el representante especial de la UE para el Cáucaso Sur, Toivo Klaar, este fin de semana, el presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, reiteró que “todos los derechos de los armenios de Karabaj están garantizados” incluidos los “educativos, culturales, religiosos, municipales y electorales”. Los medios de Azerbaiyán, citando fuentes gubernamentales, aseguran que algunos karabajíes han comenzado a solicitar el pasaporte azerbaiyano, pero lo cierto es que la mayoría de los armenios del enclave, unos 120.000, no se fían de las promesas de Bakú.

“Nuestra gente no quiere vivir siendo parte de Azerbaiyán. El 99,9% prefiere abandonar nuestras tierras ancestrales”, afirmó a Reuters David Babayan, asesor presidencial de la autoproclamada República de Artsaj, como los armenios llaman a Nagorno Karabaj. También esta es la impresión que han transmitido todos los armenios de Karabaj con los que ha hablado este diario durante la última semana: antes se irán de su hogar que vivir bajo un Gobierno azerbaiyano que los ha sometido a nueve meses de bloqueo, hasta dejarlos prácticamente sin alimentos, y a duros bombardeos hasta forzar su rendición. En Stepanakert, las excavadoras siguen abriendo huecos para enterrar a las víctimas de la reciente ofensiva azerbaiyana.

Además, todavía hay varios pueblos rodeados por las tropas azerbaiyanas, con los que es muy difícil comunicarse y de los que se desconoce en que situación se encuentra la población. La ONG NetBlocks, que monitoriza los cambios en el suministro de internet a nivel global, aseguró que se ha producido una caída muy importante en Nagorno Karabaj desde el inicio de la ofensiva azerbaiyana, el martes.

“Por desgracia, la coexistencia es difícil de imaginar en este momento, tras 30 años de conflicto y dos guerras. Hay un elemento de odio y de rechazo a la coexistencia en ambos lados”, afirma el analista del International Crisis Group en Bakú, Zaur Shiriyev, en declaraciones a EL PAÍS. Por un lado, está el odio acumulado por más de medio millón de azeríes expulsados de Karabaj y de las provincias circundantes cuando los armenios se hicieron con su control en los años noventa, y que ahora esperan regresar a su tierra. Por el otro, han sido años de propaganda nacionalista en ambos bandos y un fuerte discurso público antiarmenio del Gobierno azerbaiyano. “Es comprensible que el odio mutuo haya enraizado. Los más mayores, que experimentaron la coexistencia durante la época soviética, han dado paso a nuevas generaciones para las que la otra parte ha sido siempre un concepto extraño, un enemigo. Por ello no hay confianza. La cuestión crucial para el futuro es cuánto esfuerzo está dispuesto a hacer Azerbaiyán para reconstruir la confianza, o al menos para que sus promesas resulten creíbles”, subraya Shiriyev.

Con todo, pese a este clima de desconfianza, los contactos entre las partes se han acelerado. Este fin de semana, han trascendido informaciones de una segunda reunión —tras la celebrada el jueves— entre las autoridades del enclave y representantes del Gobierno de Bakú para pactar los envíos de ayuda humanitaria, la evacuación de los civiles y el desarme de las fuerzas armenias. Durante el fin de semana y bajo supervisión rusa, el llamado Ejército de Defensa karabají entregó variados arsenales, incluidos cuatro tanques, una docena de piezas de artillería, una treintena de morteros y lanzagranadas, cientos de explosivos y 50 misiles.

Temor de Armenia por su soberanía

En un discurso a la nación, el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinián, explicó que su Gobierno está trabajando internacionalmente para que se “garanticen los derechos y la seguridad de los armenios de Nagorno Karabaj”, pero reconoció que, si esto no da resultado, el país “acogerá” a los “hermanos y hermanas de Nagorno Karabaj” en la República de Armenia. El mandatario armenio repartió las culpas de la situación entre la pasividad de las fuerzas de paz rusas y la “política de limpieza étnica de Azerbaiyán”. En otra poco velada referencia a Moscú, le acusó de violar “las obligaciones asumidas por los tratados” (ambos países son miembros de la misma organización de seguridad) y de “poner en peligro” la “estabilidad y seguridad internas” de Armenia. Por ello lanzó un llamamiento a la comunidad internacional para que “exprese su determinación” de defender la “soberanía e integridad territorial” del país caucásico. Previamente, el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, mantuvo una conversación telefónica con Pashinián en la que, según dijo en la red social X (antes Twitter), manifestó el “firme apoyo” estadounidense a la “soberanía e integridad territorial de Armenia”.

También este domingo se anunció que Pashinián y Aliyev se reunirán el 5 de octubre en Granada, donde se celebrará una Cumbre Política Europea, con el objetivo de avanzar hacia un tratado de paz definitivo. Antes, el martes, representantes de ambos países se reunirán con asesores de los gobiernos francés y alemán para preparar la cumbre. Pashinián busca dejar como legado de su Gobierno una paz duradera con Azerbaiyán, que permita la reapertura de sus fronteras oriental y occidental y rompa el aislamiento armenio en el Cáucaso. Pero se encuentra en una posición delicada, acorralado por las protestas, las críticas de la oposición y las denuncias de la diáspora armenia, que lo acusan de la debacle de los armenios de Karabaj y de hacer demasiadas concesiones a Bakú.

El temor de los armenios es que, crecido por sus recientes victorias, Azerbaiyán incremente sus demandas irredentistas. Desde hace meses, comentaristas azerbaiyanos utilizan cada vez con mayor asiduidad el concepto de Azerbaiyán Occidental para reclamar territorios de la República de Armenia en los que, sostienen, sus habitantes ancestrales eran azeríes. Es cierto que, hasta hace algo más de un siglo, en partes del territorio armenio, había una importante cantidad de población azerí (por ejemplo, en Ereván, la capital armenia) y que al menos 150.000 azeríes fueron expulsados de la República de Armenia durante la disolución de la URSS. Pero no es menos cierto que cientos de miles de armenios también fueron expulsados durante el siglo XX del territorio que ahora ocupa Azerbaiyán.

Además, Bakú exige la implementación del corredor de Zangezur, una de las condiciones del alto el fuego firmado por Armenia y Azerbaiyán en 2020. Este corredor tiene el objetivo de unir el exclave azerbaiyano de Najicheván (una región autónoma azerbaiyana encajonado entre Armenia y Turquía) y el resto de Azerbaiyán, a través de territorio armenio y bajo vigilancia del Servicio Federal de Seguridad ruso, pero esta demanda despierta rechazo entre los armenios y es muy criticada por la oposición. Precisamente, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan —cuya ayuda militar ha sido clave en las recientes victorias militares azerbaiyanas— se entrevistará el lunes en Najicheván con Aliyev. Es probable que uno de los temas a tratar en esa reunión sea el corredor de Zangezur, en el que Turquía tiene puestas grandes esperanzas, pues le permitirá enviar sus productos a Azerbaiyán y Asia Central en menor tiempo.

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