Caravanas de voluntarios tras el terremoto de Marruecos: “Llevamos cinco noches sin dormir, pero estamos al 100% con los más necesitados”

La marea de solidaridad de la sociedad civil suple la lentitud del Estado con las víctimas del seísmo. El ejército instala un hospital de campaña y acelera el reparto de tiendas

Grupos de voluntarios marroquíes reparten víveres en la localidad de Amizmiz, cercana al epicentro del terremoto, el pasado domingo.Foto: TIAGO PETINGA (EFE) | Vídeo: EPV

Miles de habitantes de aldeas remotas del Atlas devastadas por el terremoto de Marruecos se preparaban el miércoles para pasar su sexta noche al raso, mientras decenas de jóvenes amontonaban cajas y bolsas con ropa de abrigo y comida frente al supermercado Marjane de la carretera que parte desde Marraquech en dirección a Casablanca. Algunos estantes de alimentos básicos se han vaciado tras las compras masivas de donantes. “Llevamos cinco noches sin dormir y hemos aparcado los estudios y el trabajo, pero ahora estamos al 100% con los más necesitados de ayuda”, aseguraba Munir Aznail, empresario...

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Miles de habitantes de aldeas remotas del Atlas devastadas por el terremoto de Marruecos se preparaban el miércoles para pasar su sexta noche al raso, mientras decenas de jóvenes amontonaban cajas y bolsas con ropa de abrigo y comida frente al supermercado Marjane de la carretera que parte desde Marraquech en dirección a Casablanca. Algunos estantes de alimentos básicos se han vaciado tras las compras masivas de donantes. “Llevamos cinco noches sin dormir y hemos aparcado los estudios y el trabajo, pero ahora estamos al 100% con los más necesitados de ayuda”, aseguraba Munir Aznail, empresario de 36 años que preside la asociación Marock (sic) Jeunes.

“Nos movilizamos de inmediato, desde la noche del viernes al sábado, y desde ese mismo día empezamos a repartir ayuda en Uirgán (90 kilómetros al sur de Marraquech)”, detallaba el responsable de esta ONG que cuenta con cerca de 400 asociados, en su mayoría alumnos universitarios y profesionales.

La marea de solidaridad de la sociedad civil marroquí, encarnada en asociaciones como la que dirige Aznail, ha suplido la lentitud en la asistencia a las víctimas del aparato del Estado, que se concentró en un primer momento en despejar carreteras cortadas y reparar las líneas de electricidad y telefonía. “Al principio los móviles no funcionaban y muchas aldeas tenían los accesos cortados por desprendimientos, pero ahora ya se han reabierto en un 70%”, recuerda mientras organiza la recepción de ayuda humanitaria junto a un grupo de jóvenes que parece estar afrontando la tarea más exigente de su vida.

“Nos coordinamos como pudimos a través de WhatsApp, Facebook e Instagram, y vamos a seguir activos hasta que las autoridades puedan hacerse cargo de todo”, asegura el responsable de la ONG, que ha dejado su empresa de consultoría financiera en manos de un colaborador mientras varios de sus empleados se han sumado voluntariamente a la misión de solidaridad. El Ministerio de Educación ha aplazado los exámenes para el acceso a los cursos de posgrado, que se suelen convocar en septiembre, para facilitar la participación de los estudiantes en las tareas humanitarias.

Los voluntarios de la caravana de Marock Jeunes partieron en la tarde del miércoles con una decena de vehículos y una quincena de sus asociados en dirección a Amizmiz, desde donde se trasladaron a Urika, 49 kilómetros al sur de Marraquech, cuyos vecinos carecen de alimentos básicos y no tienen donde resguardarse en las frías noches de las montañas. Transportaban mantas, ropa de abrigo y una decena de tiendas de campaña, además de leche infantil, conservas, frutos secos y productos de higiene personal al corazón de Al Hauz, la provincia que ha registrado más de la mitad de los cerca de 3.000 muertos y más de 5.000 heridos contabilizados hasta el momento tras el temblor de tierra de la noche del viernes. La ayuda tiene que recorrer a veces los últimos kilómetros a lomos de mulos.

La señal de visita del rey

La visita del rey Mohamed VI a los heridos ingresados en un hospital de Marraquech, en su segunda aparición pública tras el terremoto, parece haber servido como señal para acelerar el despliegue de la ayuda del Estado a las víctimas. La respuesta oficial al seísmo, el más mortífero en 60 años y el más intenso desde que existen registros, está siendo liderada por el ejército, que el fin de semana instaló un hospital de campaña en Asni, entre Uirgún y Amizmiz, en una de las áreas con mayor número de víctimas, que entró en servicio el lunes con consultorios y quirófanos.

Muchas clínicas privadas de las principales ciudades marroquíes han enviado ambulancias y personal sanitario para evacuar a los heridos hasta los hospitales de Marraquech, donde el sonido de sus sirenas es incesante.

El reparto masivo de grandes tiendas de campañas donadas por la Media Luna Roja de Marruecos, la Fundación para la Solidaridad Mohamed V y la compañía pública de fosfatos OCP, la mayor empresa del país magrebí, ha alterado el paisaje de los campamentos de damnificados por el seísmo, que en los primeros días estaban formados por entoldados improvisados de lonas y plásticos.

La solidaridad de la sociedad civil no se limita solo a los ciudadanos marroquíes. Algunos turistas europeos en Marraquech han interrumpido sus vacaciones para llevar mantas y comida a las aldeas o para ofrecer directamente sus servicios. El matrimonio formado por los médicos alemanes Alexandra Weber, de 51 años, y Oliver Weber, de 52, afincados desde hace una década en la isla canaria de La Gomera, se presentó el martes en la base de la Unidad Militar de Emergencias (UME) en Amizmiz para intentar colaborar en tareas sanitarias. “No podíamos permanecer impasibles en el hotel mientras veíamos lo que estaba ocurriendo tan cerca”, se justificaban ante un militar español, que les remitió a las autoridades marroquíes del centro de mando de la base, compartida con una unidad de rescate británica.

“Lloramos juntos a las víctimas”

Preparada para salir en dirección al Atlas en la caravana de Marock Jeunes, la comadrona Wiza Kotbi, de 28 años, se afanaba el miércoles en Marraquech en organizar las numerosas donaciones ciudadanas. “He doblado guardias en el hospital y ahora he juntado varios días libres para echar una mano. Me duele ver a la gente abandonada a su suerte en las montañas”, alegaba, antes de matizar que “la magnitud de la solidaridad de la sociedad civil ha generado la impresión de que el Gobierno se estaba quedando atrás”.

A su lado, la funcionaria Zineb Aguisul, de 30 años, precisaba que ha recibido autorización de la Administración para teletrabajar. “En realidad, todos estamos ahora en tareas solidarias. Lo demás puede esperar. La sociedad civil se ha movido con más rapidez que el Estado para dar una respuesta a las víctimas porque es mucho más ágil”, argumentaba mientras apilaba unas cajas con mantas. “Los marroquíes somos así de emotivos”, confesaba el impacto que está sintiendo en sus visitas diarias a las laderas del Atlas: “En diciembre todos éramos felices con los éxitos de la selección nacional de fútbol. Ahora lloramos juntos por las víctimas del terremoto y hacemos lo que podemos por los supervivientes”.

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