El extremismo de derechas se infiltra en el Partido Conservador del Reino Unido

El Brexit, el endurecimiento de la política migratoria o las guerras culturales endurecen el tono tradicionalmente moderado de los ‘tories’

Manifestación en Dover contra los inmigrantes que llegan por el canal de la Mancha, el 5 de septiembre de 2020.Stefan Rousseau - PA Images (PA Images via Getty Images)

“El mejor truco del diablo es convencerte de que no existe”, escribió Baudelaire. El Partido Conservador del Reino Unido mira el auge de la ultraderecha en Europa como algo ajeno, propio del continente, mientras impulsa un discurso que roza la xenofobia y una agenda social de corte reaccionario. Hace apenas tres años, el diputado conservador británico Daniel Kawczynski fue obligado por su propio partido a pedir públicamente excusas por haber asistido en Roma a un congreso ultraderechista en el que fueron invitados estrella la ahora ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

“El mejor truco del diablo es convencerte de que no existe”, escribió Baudelaire. El Partido Conservador del Reino Unido mira el auge de la ultraderecha en Europa como algo ajeno, propio del continente, mientras impulsa un discurso que roza la xenofobia y una agenda social de corte reaccionario. Hace apenas tres años, el diputado conservador británico Daniel Kawczynski fue obligado por su propio partido a pedir públicamente excusas por haber asistido en Roma a un congreso ultraderechista en el que fueron invitados estrella la ahora primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y el jefe del Gobierno húngaro, Viktor Orbán. Bajo el nombre de National Conservatism (Conservadurismo Nacional), el grupo que organizó el encuentro se muestra contrario a la globalización, defiende la Biblia como su principal guía moral y la familia como pilar tradicional de la sociedad; rechaza cualquier otra orientación que no sea la heterosexual y quiere imponer barreras estrictas a la inmigración. Su principal financiador es la Fundación Edmund Burke, estadounidense y muy cercana al trumpismo.

Hace mes y medio, National Conservatism celebró su nuevo congreso en Londres. Al menos siete políticos tories relevantes hicieron acto de presencia, y la invitada estrella fue Suella Braverman, la ministra del Interior del Gobierno de Rishi Sunak. El primer ministro no puso objeción alguna a su participación. Braverman ha calificado de “invasión” la llegada de inmigrantes irregulares al Reino Unido, a pesar de que las cifras palidezcan ante las que debe hacer frente la UE. Defiende con uñas y dientes una ley que pretende deportar a Ruanda a todos lo que intenten cruzar las aguas del canal de la Mancha para llegar a las costas inglesas; ha contratado ya tres gigantescas embarcaciones ―“prisiones flotantes”, las llaman las ONG críticas― para alojar a los inmigrantes que logren entrar en el Reino Unido; y su nueva Ley de Inmigración Ilegal, respaldada con entusiasmo por Sunak, prohíbe solicitar asilo a cualquier persona que haya llegado a territorio británico por vías irregulares.

Ante el aplauso de los asistentes, Braverman se crecía con frases de las que hacen las delicias de los consumidores de GBNews o Talk Radio, los dos medios de comunicación británicos donde prolifera el discurso xenófobo o antiwoke. “En algunos sectores se ha vuelto políticamente incorrecto señalar la procedencia étnica de las bandas criminales que cometen abusos sexuales, del mismo modo que ya no se puede afirmar que el 100% de las mujeres no tienen pene. Es absurdo que hayamos llegado a una situación en la que frases así lleguen a ser remotamente polémicas”, aseguraba la ministra entre aplausos. “Las políticas de la izquierda solo conducen al pesimismo, la culpabilidad, la división nacional, el resentimiento y la utopía”, proclamaba.

La ministra británica del Interior, Suella Braverman, el 15 de mayo en Londres, durante la conferencia de National Conservatism.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)

En un sistema electoral mayoritario en el que solo hay hueco para los dos grandes partidos, el conservador y el laborista, es muy fácil esconder bajo la alfombra el hecho de que una formación ultranacionalista, xenófoba y reaccionaria como el UKIP de Nigel Farage llegó a hacerse con 3,9 millones de votos en el Reino Unido, y que el Brexit no fue el único legado tóxico que los tories asumieron para intentar conjurar la amenaza que había surgido a su derecha.

“El ala más extrema del Partido Conservador, liderada por Boris Johnson, adoptó el discurso contra la inmigración del UKIP para ganar el referéndum [del Brexit, en 2016], y después de esa victoria se han ido haciendo más nacionalistas y autoritarios, con un constante desprecio a las normas constitucionales o al derecho internacional. Los conservadores se convirtieron en un partido de extrema derecha, y sus miembros más liberales, o bien acabaron expulsados, o bien se vieron obligados a reacomodarse en una agenda mucho más reaccionaria”, explica a este periódico Martin Shaw, profesor emérito de Relaciones Internacionales y Política de la Universidad de Sussex y profesor invitado en el Institut Barcelona d’Estudis Internacionals.

La agenda social de Sunak

La conquista de Rishi Sunak del liderazgo del Partido Conservador, y su llegada a Downing Street, alivió a un electorado conservador moderado escarmentado con los escándalos de la era de Boris Johnson y aterrado ante el desastre económico que provocó Liz Truss con una irresponsable bajada masiva de impuestos. Sunak era la ortodoxia fiscal, el rigor, la seriedad y un tono templado y amable. Para quienes habían seguido su trayectoria, sin embargo, el joven tecnócrata que había importado de California un impulso moderno e innovador también participaba, como la mayoría de los nuevos diputados tories que se incorporaron al Parlamento en la victoria electoral de 2019, de un conservadurismo social y político reaccionario. Su eslogan Stop The Boats (Paremos los Botes), para defender su estrategia migratoria, sugiere que el problema tiene más de invasión bárbara que de crisis humanitaria.

Pero no es lo único. Si incorporó en su Gobierno a Braverman, una de las favoritas del ala derecha del partido en la carrera por el liderazgo, también hizo lo propio con Kemi Badenoch, la musa de todos los conservadores que se consideran acosados por el feminismo, el movimiento trans o la lucha contra el racismo. Junto a Badenoch ha emprendido una lucha sin cuartel contra el acceso de las mujeres trans a espacios o eventos de ámbito femenino, quiere incluir una protección expresa al “sexo biológico” en la Ley de Igualdad y persigue una revisión en profundidad de la educación sexual en los colegios.

“Es cierto que el Partido Conservador ha absorbido la amenaza que supone la extrema derecha en la política británica. Nuestro sistema electoral no beneficia a los partidos pequeños, por lo que tiene sentido que busquen más influir en las políticas, tanto de los conservadores como de los laboristas, en vez de luchar por una victoria electoral propia”, explica Philip Collins, analista político, asesor financiero y el hombre que escribió para Tony Blair algunos de sus discursos más brillantes. “Y ahora el Partido Conservador empieza a comprobar los límites de esta influencia. Podrá pensar que, por ejemplo, sus propuestas de inmigración son populares, pero llevan ya mucho tiempo perdiendo apoyo en las encuestas electorales. No creo que la absorción completa de toda la panoplia de visiones de la extrema derecha sea una estrategia inteligente a largo plazo”, concluye Collins.

De hecho, el monstruo siempre tiene más hambre. Un grupo de diputados conservadores de los que el partido arrebató a la izquierda en sus territorios tradicionales en las elecciones de 2019 ―la llamada “muralla roja”, donde el Brexit impregnó el debate político―, que se llaman a sí mismos los Nuevos Conservadores, ha reclamado a Sunak que vaya más lejos en su lucha contra la inmigración, si aspira a ser reelegido en 2024. Reclaman límites más estrictos a la contratación de extranjeros en el Servicio Nacional de Salud, a pesar de que solo gracias a ellos se mantiene en pie; quieren frenar la llegada de estudiantes de otros países a las universidades británicas, a pesar de ser una de las mejores fuentes de ingresos del Reino Unido; y exigen una reducción drástica de programas de asistencia y acogida humanitaria como los que se ofrecieron a los que huían de Ucrania, Afganistán u Hong Kong.

De momento, Sunak ha ignorado la presión de este grupo, pero sus peticiones no son más que la apuesta doblada del programa con el que el primer ministro pensó que podía seducir a un electorado conservador desencantado.

El 'Bibby Stockholm', anclado en una localización desconocida, en un vídeo promocional de la compañía propietaria de la embarcación en la que el Gobierno británico pretende instalar a migrantes irregulares.BIBBY MARINE LIMITED (via REUTERS)

Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.

Sobre la firma

Más información

Archivado En