Opinión

¿El principio del fin?

Mientras Putin y Prigozhin miden fuerzas, se desprotege el frente y Zelenski celebra un nuevo signo de debilidad rusa, se escribe un nuevo capítulo de esta guerra atroz

El fundador de Wagner, Yevgueni Prigozhin, con el viceministro de Defensa ruso en Rostov del Don, en una imagen de vídeo dada a conocer este sábado.VIDEO OBTAINED BY REUTERS (via REUTERS)

Es muy posible que solo el fin de Putin pueda poner término a la absurda guerra que lanzó para devorar a Ucrania y recuperarla dentro de una esfera de influencia rusa que venía menguando desde la implosión de la Unión Soviética, en 1991. La ambición que desplegó el presidente de Rusia en la destrucción de Chechenia, en las escaramuzas en Georgia, en la anexión de Crimea y en la guerra soterrada que libró contra Ucrania en Donbás desde 2014 veían su culminación con esta invasión en toda regla de una potencia europea que nos devolvió a los escenarios más cruentos de la II Guerra Mundial.

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Es muy posible que solo el fin de Putin pueda poner término a la absurda guerra que lanzó para devorar a Ucrania y recuperarla dentro de una esfera de influencia rusa que venía menguando desde la implosión de la Unión Soviética, en 1991. La ambición que desplegó el presidente de Rusia en la destrucción de Chechenia, en las escaramuzas en Georgia, en la anexión de Crimea y en la guerra soterrada que libró contra Ucrania en Donbás desde 2014 veían su culminación con esta invasión en toda regla de una potencia europea que nos devolvió a los escenarios más cruentos de la II Guerra Mundial.

Pero los planes de Putin se truncaron y lo que pretendía ser una ocupación y conquista relámpago encalló en el territorio ucranio. El coraje inesperado que demostraron su presidente, Volodímir Zelenski, y su ejército, con el apoyo incondicional y medido de Occidente, unido a las calvas de su propia estrategia militar, sumieron el conflicto en una guerra de largo aliento que amenaza con convertirse en un nuevo foco de conflicto armado duradero como los que hacen temblar Oriente Próximo. Pero, un año y medio después de intentar reescribir la historia patriótica rusa, ahora se enfrenta al mayor desafío que le ha procurado su aventura. Y es que, por primera vez, el enemigo está dentro.

Desde el inicio fue claro que Ucrania sola no podía parar la guerra, ni siquiera con todo el armamento y la ayuda recibida de Europa y de Estados Unidos. Suficiente ha sido el esfuerzo patriótico de los soldados ucranios y enorme el apoyo internacional, que no puede ir más lejos ante una potencia nuclear amenazante como es Rusia. Solo si surgía un elemento interno de disensión podía peligrar el consenso artificioso creado en Rusia en torno a Putin y su guerra.

Muchísimos rusos valientes lo intentaron. Pero muchos fueron encarcelados, millares huyeron y todos vieron el castigo enorme a los disidentes en prisión. Por ello el desafío solo podía venir desde el régimen. La guerra es de Putin y su continuación ha dependido siempre de su poder interno. Por ello, el estallido de esta rebelión del líder del grupo de mercenarios Wagner es el primer indicio de disenso interno y tiene el potencial para desatar el interrogante más esperado: ¿es el principio del fin?

Las tropas de Prigozhin, arrancadas de las cárceles rusas más depauperadas y en contra muchas veces de poblaciones locales que veían a sus delincuentes, asesinos o violadores ir como héroes al frente a cambio de indulto, han llegado al límite. Utilizadas de punta de lanza, en primerísima línea del frente, allí donde no llegaban las tropas regulares, los hombres de Wagner han sufrido en carne propia la muerte y las mutilaciones que ellos mismos también han infligido al invadido ucranio. Son criminales y como tales se han comportado en el frente. Rusia no podrá separar su imagen de la de estos mercenarios. Y por ello es más paradójico aún que el eslabón más crítico de la cadena es el que se ha roto. Pero así es.

El desafío de Prigozhin, que promete llegar a Moscú para terminar con el alto mando militar ruso y el ministro de Defensa, terminará seguramente en desastre. Él y el establishment militar ruso son dos caras opuestas de una misma moneda que difícilmente se encontrarán. Pero sus mensajes llegan a los rusos, que no están ni plena ni objetivamente informados, y minarán a cierta opinión pública que percibe el sinsabor de la traición interna. Hará mella. Y es hora de medir fuerzas.

Los golpes y revoluciones no suelen tener una única fecha. Pero mientras miden sus fuerzas, mientras se desprotege el frente y mientras Zelenski y Occidente solo pueden celebrar nuevos signos de debilidad, podemos decir que este sábado se ha escrito una nueva página, un nuevo capítulo, en esta guerra atroz. El principio del fin, con suerte y sin que ello signifique que se vayan a ahorrar vidas, puede estar más cerca.

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