Inés Quintero: “La muerte de Hugo Chávez no agarró a nadie por sorpresa, él mismo organizó todo”
La escritora, miembro de la Academia Venezolana de Historia, apunta que luego de la muerte del líder revolucionario se hizo un enorme esfuerzo institucional por consolidar el culto a su memoria
La enfermedad y muerte de Hugo Chávez, ocurrida finalmente el 5 de marzo de 2013, concretó un momento político de insólito dramatismo, inédito en la historia nacional, que ni chavistas ni antichavistas se quisieron creer hasta el último minuto. Chávez, de 58 años, estaba en la cima de su momento político, y acababa de quedar reelecto por tercera vez con una victoria frente al candidato opositor, Henrique Capriles Radonski. Con la muerte de Chávez se consolidó, al mismo tiempo, el colapso...
La enfermedad y muerte de Hugo Chávez, ocurrida finalmente el 5 de marzo de 2013, concretó un momento político de insólito dramatismo, inédito en la historia nacional, que ni chavistas ni antichavistas se quisieron creer hasta el último minuto. Chávez, de 58 años, estaba en la cima de su momento político, y acababa de quedar reelecto por tercera vez con una victoria frente al candidato opositor, Henrique Capriles Radonski. Con la muerte de Chávez se consolidó, al mismo tiempo, el colapso de su modelo de desarrollo, concretando una quiebra económica de proporciones históricas.
Para la historiadora y escritora Inés Quintero, lo fundamental es que al régimen bolivariano le dio tiempo de organizar una transición para conservar el poder sin traumas, elevando su memoria a las alturas del estado venezolano. Se fortalecía un compromiso militar para darle paso a la era de Nicolás Maduro, bajo cuya presidencia el chavismo se hizo con todo el poder institucional.
Pregunta. Parte importante de la militancia chavista se negaba entonces a aceptar la gravedad terminal de Chávez, mucha gente alentaba esperanzas antes de aquel último discurso del 8 de diciembre de 2012.
Respuesta. Y también hubo muchísimas personas, sobre todo antichavistas, que no lo creían, empeñadas en decir que aquello era un montaje. Lo relevante acá es que al régimen le dio tiempo de organizar una transición posterior a la muerte del caudillo. El fallecimiento de Hugo Chávez no tomó a nadie de sorpresa, él mismo organizó la situación posterior a su muerte. Al dejar ungido a Nicolás Maduro, preparó su despedida. Se acondicionó el Cuartel de la Montaña, (donde Chávez se atrincheró cuando intentó tomar Caracas, al acaudillar el golpe del 4 de febrero de 1992) , y se le hizo un mausoleo que estuvo listo a tiempo. Se pensó en embalsamarlo. No es poca cosa, Chávez acababa de ganar su tercera reelección.
P. Muchas personas creyeron que el fallecimiento de Hugo Chávez podría traer consigo el ocaso del chavismo como movimiento.
R. Son interpretaciones que no fueron uniformes, tocadas más bien por deseos. Era bastante poco probable, si lo vemos bien, que la muerte de Chávez iba a desencadenar el derrumbe del chavismo.
P. En una época se habló mucho del chavismo sin Chávez.
R. Sí, pero con la figura de Chávez estando ahí, no fuera de la escena. Nadie podía figurarse que el final de Chávez sería ese. Cuando Chávez muere, se genera un movimiento muy potente para mantener vivo su recuerdo, con consignas como Chávez vive, la Patria sigue.
P. La muerte de Hugo Chávez incrustó su mandato en los cuarteles militares y las estructuras del estado venezolano.
R. Totalmente, y nada de eso es accidental. Se hizo un enorme esfuerzo institucional para hacerlo posible.
P. ¿Cómo aprecia ese esfuerzo de mantener vivo a Chávez, diez años después de su muerte?
R. Diez años después, de manera inevitable, ya no se observa el interés político en hacer ver a la figura de Chávez como alguien inalterable, presente, independientemente de la existencia del chavismo como movimiento.
P. ¿Siente usted que Venezuela dejó atrás la memoria de Hugo Chávez?
R. No me atrevo a afirmar que todo el país. Una parte importante, sí. Pero eso no quiere decir que haya desaparecido de todos los espacios.
P. La muerte de Chávez le dio paso a Nicolás Maduro, que ha consolidado su autocracia con el apoyo de las Fuerzas Armadas, pero en cuyas manos se ha erosionado el arraigo popular chavista.
R. Ya la hegemonía no se puede sostener sobre un liderazgo carismático. Subsiste sobre otras estructuras, este estado que expresa esa identidad clientelar y populista, que son construcción de Hugo Chávez, y que ahora se han exacerbado. Ahora hay un cuadro social muy diferente a los tiempos de Chávez, con grandes brechas entre pobres y ricos, y un deterioro social muy superior al de aquel entonces.
P. ¿Cuáles son los antecedentes de mandatarios venezolanos desaparecidos en el ejercicio del poder?
R. El más visible es Juan Vicente Gómez, un dictador de principios del siglo XX que duró 27 años en el poder y falleció en su cama. Su muerte trajo consigo una liberalización progresiva de las libertades públicas, pero su presencia simbólica se fue diluyendo. La sociedad de entonces salió a las calles a demandar transformaciones. En el caso de Chávez ha sido lo contrario, se hizo un esfuerzo por profundizar y mantener viva su presencia.
P. Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la Junta Militar de gobierno, fue asesinado en 1950, y también el caudillo Joaquín Crespo en 1895.
R. Sí, pero lo que tenía Delgado Chalbaud como Presidente de la Junta de Gobierno eran dos años, y fue un auténtico magnicidio. Crespo era el hombre fuerte de su época y fue Presidente de la República, pero cuando muere quien gobierna es Ignacio Andrade, que estaba puesto por él. Sale a enfrentar un alzamiento contra su gobierno y muere en el campo de batalla. La muerte de Chávez, más allá de la ilusión que pudieran tener algunos sobre su curación, la estaba esperando el alto gobierno.
P. El chavismo sigue vivo y en el poder. Habría que preguntarse si es la esperanza popular que fue alguna vez.
R. Cuando Chávez muere, se formaban filas larguísimas en el Cuartel de la Montaña de activistas y curiosos, que muchas veces venían del extranjero. Ahora tú vas y no hay nadie, es un santuario vacío. Es un fervor que no ha desaparecido, pero ya no tiene la fuerza política de antes
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