Detenidos más de 1.200 bolsonaristas en el desalojo del campamento golpista de Brasilia
La mayoría de los manifestantes de extrema derecha abandonaron la zona de forma pacífica, ante un fuerte dispositivo formado por agentes de la Policía Militar y militares del Ejército
Más de un millar de bolsonaristas radicales fueron arrestados a primera hora de la mañana de este lunes en el campamento golpista formado desde hace meses ante el Cuartel General del Ejército en Brasilia. Según el portavoz de la operación de desalojo, el coronel Marcos André Benzecry, han sido detenidas “entre 1.200 y 1.400 personas”. Los seguidores del expresidente Jair Bolsonaro no opusieron resistencia y fueron trasladados a la sede central de la Policía Federal en Brasilia en unos 40 autobuses, donde se les identificó para averiguar su posible participación en el asalto del domingo a las s...
Más de un millar de bolsonaristas radicales fueron arrestados a primera hora de la mañana de este lunes en el campamento golpista formado desde hace meses ante el Cuartel General del Ejército en Brasilia. Según el portavoz de la operación de desalojo, el coronel Marcos André Benzecry, han sido detenidas “entre 1.200 y 1.400 personas”. Los seguidores del expresidente Jair Bolsonaro no opusieron resistencia y fueron trasladados a la sede central de la Policía Federal en Brasilia en unos 40 autobuses, donde se les identificó para averiguar su posible participación en el asalto del domingo a las sedes de los tres poderes del Estado en Brasil (Congreso, Presidencia y Tribunal Supremo). Los militares no supieron confirmar si continuarán detenidos en los próximos días.
Otros cientos de manifestantes, se estima que hasta 1.500, se fueron por su propio pie, aunque a media mañana de este lunes todavía quedaban algunos rezagados dentro de las tiendas de campaña, montadas desde octubre en protesta por la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en las urnas, que no reconocen. Uno de ellos, que se identificó como Jamil, alzó los brazos al cielo, rezó un padrenuestro y clamó contra lo que considera una injusticia. ¿Vosotros creéis que la gente que estaba aquí provocó aquel caos allí abajo [en referencia al asalto]? ¡No fueron ellos! Aquí había personas pacíficas, de bien, empresarios, familias… ¡Gente de bien!”, lamentaba con desesperación.
Tras meses de protesta, el desalojo se produjo a cuentagotas después de la jornada dramática del asalto a los poderes del Estado. Muchos abandonaron el campamento campo a través, ya de madrugada, para evitar ser detenidos después del caos. Durante la noche, muchos aún confiaban en que los militares, a los que en general consideran sus aliados, no actuarían contra ellos, pero otros prefirieron no arriesgarse y dejaron la zona lo antes posible.
Tras horas de máxima tensión en la capital del país sudamericano, el magistrado del Tribunal Supremo Alexandre Moraes ordenó a las fuerzas de seguridad del Estado liberar cualquier calle, avenida o edificio público ocupado por los bolsonaristas, incluidos estos campamentos. Además, Moraes decidió la misma noche del domingo apartar de su cargo al gobernador del Distrito Federal (DF) de Brasilia, Ibaneis Rocha, durante 90 días, por no haber sido capaz de evitar la entrada violenta de la turba en las sedes de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
El número de partidarios de Bolsonaro acampados en Brasilia se había multiplicado tras las convocatorias a través de las plataformas de internet para la invasión del domingo. Los militares estiman que llegaron a ser 3.000 personas.
Este lunes, después de arrestar a algunos que aún quedaban en la zona, poco a poco los militares fueron agrupando las lonas y carpas del campamento, que, según el portavoz del Ejército, serán “guardadas hasta que las recojan sus dueños”. El campamento contaba con estructuras para protegerse de las inclemencias del tiempo, baños químicos y cocinas, elementos que en parte habían sido donados por empresarios. La zona donde se alzaba el asentamiento bolsonarista es enorme y está rodeada (como casi todo en Brasilia) de extensas praderas salpicadas de árboles.
En las semanas que los manifestantes estuvieron en la capital, el cuidado para evitar enfrentamientos violentos había sido notorio. Semanas atrás ya hubo algunos intentos de desalojar el campamento, pero las fuerzas del orden alegaban que había resistencia y dejaban la operación a medias. Hizo falta una orden expresa del juez Moraes para que el campamento se disolviera en pocas horas.
Los críticos atribuyen los actos golpistas del domingo a la permisividad por parte de las autoridades con este tipo de campamentos, repartidos por las principales ciudades de Brasil. El ministro de Justicia, Flávio Dino, los calificó ya hace días de “incubadoras de terroristas”. Desde el campamento de Brasilia ahora desmantelado partieron buena parte de los manifestantes que invadieron el Congreso, el Tribunal Supremo y el palacio del Planalto. Recorrieron nueve kilómetros a pie, escoltados por la policía. Los intentos para frenar a los manifestantes solo empezaron cuando ya era demasiado tarde.
La desmantelación del campamento golpista en Brasilia no fue un hecho aislado. A lo largo del lunes se repitieron escenas similares en las principales ciudades del país, donde bolsonaristas acampaban en general frente a las sedes del Ejército desde hace más de dos meses, cuando se celebraron las elecciones.
De momento no se registraron incidentes y en la mayoría de casos la salida de los manifestantes está siendo negociada. En Río de Janeiro, el gobernador, Claudio Castro, un aliado de Bolsonaro, prometió usar la fuerza si hay resistencia: “Si no lo conseguimos de forma pacífica usaremos la fuerza necesaria y proporcional para que la decisión sea cumplida íntegramente. Si hay que arrestar, arrestaremos”, dijo.
La firmeza de los gobernadores, hasta ahora muy tibios con estas protestas golpistas, llega después de que el juez De Moraes diera un plazo de 24 horas para acabar con los campamentos bolsonaristas frente a los cuarteles.
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