Varias ONG internacionales suspenden su actividad en Afganistán por la prohibición de trabajar en ellas a las mujeres

Save the Children, el Consejo Noruego para los Refugiados y Care Internacional exigen a los talibanes que permitan trabajar a sus empleadas

Varias enfermeras del hospital Wazir Akbar Khan de Kabul, en septiembre de 2021.AAMIR QURESHI (AFP)

Tres importantes ONG extranjeras anunciaron este domingo la suspensión de sus actividades en Afganistán debido a la decisión de los talibanes, que se conoció el sábado, de prohibir a las mujeres trabajar para las ONG, locales e internacionales, consideradas vitales para el país, cuya grave crisis humana se ha agravado desde que los talibanes recuperaran el poder el 15 de agosto de 2021. En una declaración conjunta, Save the Children, el Consejo Noruego para lo...

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Tres importantes ONG extranjeras anunciaron este domingo la suspensión de sus actividades en Afganistán debido a la decisión de los talibanes, que se conoció el sábado, de prohibir a las mujeres trabajar para las ONG, locales e internacionales, consideradas vitales para el país, cuya grave crisis humana se ha agravado desde que los talibanes recuperaran el poder el 15 de agosto de 2021. En una declaración conjunta, Save the Children, el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC por sus siglas en inglés) y CARE Internacional anunciaron que dejan en el aire sus proyectos humanitarios hasta que “se aclare” el anuncio de los talibanes.

“Suspendemos nuestros programas, exigiendo que se permita a hombres y mujeres continuar ayudando a salvar vidas en Afganistán”, afirmaron las tres organizaciones: “No podemos llegar de forma eficaz a niños, mujeres y hombres que necesitan ayuda desesperadamente sin nuestro personal femenino”, remarca un tuit de NRC.

El domingo, altos funcionarios de la ONU y decenas de ONG que operan en Afganistán debatieron el camino a seguir después de que los talibanes les ordenaran dejar de trabajar con mujeres.

La orden a las ONG para que prohibieran a sus empleadas seguir desempeñando sus tareas se recogía en una carta del Ministerio de Economía, confirmada por su portavoz, Abdulrahman Habib. El Ministerio amenazó con no renovar sus permisos para trabajar en el país si no acataban la directriz. El texto justificaba la medida aludiendo a “graves denuncias” de que las trabajadoras humanitarias no habían respetado el rígido código de vestimenta islámico que los talibanes pretenden imponer y que obliga a las mujeres a cubrir todo su cuerpo, incluso el rostro.

La misiva no especificaba si esta orden afectaba a las expatriadas extranjeras que trabajan para las ONG. Tampoco si esta directriz se extendía al personal femenino de las agencias de Naciones Unidas presentes en el país. No está aún claro cómo afectará esta prohibición a estas agencias, que tienen una gran presencia en Afganistán y cuya asistencia se considera imprescindible para garantizar la supervivencia de millones de afganos sumidos en una grave crisis humana. Cuando se le preguntó al portavoz si este veto incluía a las agencias de la ONU, Habib dijo que la carta se aplicaba a las organizaciones que dependen del organismo de coordinación de las organizaciones humanitarias, conocido como ACBAR. Esta entidad no incluye a las agencias de Naciones Unidas, sino a más de 180 ONG locales e internacionales. La ONU, sin embargo, subcontrata a menudo a ONG para llevar a cabo sus proyectos humanitarios.

“La prohibición repercutirá en todos los aspectos del trabajo humanitario, pues las mujeres son fundamentales en la labor humanitaria, ya que las empleadas ocupan puestos clave en los proyectos destinados a la vulnerable población femenina del país”, declaró el domingo un alto funcionario de una ONG extranjera.

Millones de afganos dependen de la ayuda humanitaria proporcionada por donantes internacionales a través de una amplia red de ONG. En un comunicado, la ONU recordó a las autoridades afganas que al marginar a las mujeres “sistemáticamente excluidas de todos los aspectos de la vida pública y política de la vida política”, están “haciendo retroceder al país al socavar los esfuerzos para llevar la paz y una estabilidad significativa”.

En los últimos meses, se ha estrechado el cerco sobre las mujeres. Los talibanes, que volvieron al poder en agosto de 2021, les prohibieron hace menos de una semana que siguieran estudiando en universidades públicas y privadas, arguyendo la misma razón: el código de vestimenta, que supuestamente las estudiantes han violado, según su versión. Esta decisión veta a las afganas de la educación superior, después de que los talibanes privaran a las adolescentes de completar su educación secundaria al cerrar los institutos femeninos. Con el veto en el ciclo superior, todas las estudiantes afganas mayores de 12 años quedan privadas de educación. El anuncio no solo sumió en la desesperación a muchas jóvenes afganas, que aparecían deshechas en llanto en vídeos difundidos en las redes sociales, sino que suscitó una nueva oleada de condenas internacionales.

El derecho a estudiar no es el único que los talibanes han arrebatado a las afganas desde su llegada a un poder que ya habían ocupado entre 1996 y 2001. También se las ha excluido de numerosos empleos públicos. Las afganas no pueden viajar sin ir acompañadas de un pariente cercano varón y se les ha ordenado que se cubran fuera de casa, idealmente con un burka. Tampoco se les permite entrar en los parques y jardines de Kabul.

El director regional de Unicef, George Laryea-Adjei, condenó este domingo el último decreto de los talibanes, que definió como “el último retroceso flagrante de los derechos de las niñas y las mujeres, que tendrá consecuencias de gran alcance para la prestación de servicios sanitarios, nutricionales y educativos a los niños”, tuiteó.

Decenas de organizaciones humanitarias trabajan en zonas remotas de Afganistán y muchos de sus empleados son mujeres. “En mi familia somos 15 y yo soy el único sostén de la familia. Si pierdo mi trabajo, mi familia se morirá de hambre”, afirma Shabana, de 24 años, una trabajadora de una ONG en Kabul.

Otra mujer afgana de 27 años, que no desea dar su nombre por miedo a las represalias de los talibanes, y que debía empezar a trabajar este domingo, afirmó “El duro trabajo que he hecho durante los últimos años en el ámbito de la educación se ha hecho añicos, pero somos lo bastante valientes para no aceptar las prohibiciones, y luchar por nuestros derechos. Puede llevar tiempo, pero si creemos en nosotras mismas, volveremos más fuertes que nunca”, afirmó.

En amplias zonas de Afganistán, las prácticas culturales vetan que un hombre hable, examine u ofrezca asistencia humanitaria a mujeres que no son parientes cercanos. Estas prácticas, agravadas por la estricta separación de sexos que los talibanes han reforzado, vetan que, por ejemplo, un médico varón atienda a una mujer en un parto, incluso si la vida de la parturienta o la del bebé están en peligro. De hecho, la escasez de sanitarias en Afganistán sigue siendo, según diversos estudios internacionales, una de las barreras que impide la reducción de la mortalidad maternal. Muchas de las afganas que trabajaban en asistencia sanitaria están empleadas en estas ONG, que desempeñan un papel crucial en el sistema sanitario afgano y en otros ámbitos, como el educativo.

En septiembre de 2021, menos de un mes después de que los talibanes retomaran el poder, Filipe Ribeiro, entonces representante de Médicos sin Fronteras (MSF) en Afganistán, aseguró a este diario que los talibanes habían garantizado a su organización que sus trabajadoras no tendrían problemas. Según Naciones Unidas y los organismos de ayuda, más de la mitad de los 38 millones de habitantes de Afganistán viven en la pobreza, una situación agravada por el duro invierno afgano.

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