Xi es coronado como el líder chino con más poder desde Mao, con vistas a continuar al menos hasta 2032
El secretario general, reelegido para un tercer mandato sin precedentes, pulveriza a las facciones rivales al colocar en la cúpula del mando a seis hombres de su confianza
Con la resaca del desalojo el sábado del expresidente chino Hu Jintao aún zumbando en la cabeza, nada podía salirse del guion escrito para este domingo y para entrar en los libros de historia: Xi Jinping se ha asegurado el control absoluto en la cúpula del Partido Comunista de China, convirtiéndose en el líder más poderoso desde la era de Mao Zedong. “He sido reelegido como ...
Con la resaca del desalojo el sábado del expresidente chino Hu Jintao aún zumbando en la cabeza, nada podía salirse del guion escrito para este domingo y para entrar en los libros de historia: Xi Jinping se ha asegurado el control absoluto en la cúpula del Partido Comunista de China, convirtiéndose en el líder más poderoso desde la era de Mao Zedong. “He sido reelegido como nuevo secretario general”, ha anunciado él mismo. Xi, de 69 años, embrida un tercer mandato sin precedentes y logra colocar en el Comité Permanente, el máximo órgano de poder, a otros seis “camaradas”, todos hombres y todos de su plena confianza. “Os son bastante familiares”, ha asegurado Xi sobre ellos en la tradicional comparecencia de la nueva cúpula ante los medios chinos y extranjeros.
El nuevo equipo de Xi supone una configuración a su medida, en la que el presidente queda despojado del corsé de otras facciones del partido, dinamitando el sistema de equilibrios y contrapesos que se había respetado en las transiciones de las últimas décadas. Tampoco señala a ningún sucesor, lo que abre la puerta a que revalide su cargo al menos un cuarto mandato, hasta 2032. Y posiblemente más allá.
Los siete han irrumpido en el salón dorado del Gran Salón del Pueblo, en la plaza de Tiananmén, a través de una enorme puerta con motivos de oro, han subido lentamente al estrado, con Xi en cabeza, y se han alineado respetando un estricto orden jerárquico en torno al líder: Li Qiang, Zhao Leji, Wang Huning, Cai Qi, Ding Xuexiang y Li Xi. Los seis elegidos para acompañar a Xi en lo alto de la mastodóntica pirámide del poder chino han posado inmóviles como soldados mientras el nuevo secretario general los presentaba uno a uno.
La rigurosa disposición en la que ha comparecido el nuevo Comité Permanente en una ceremonia en la que nada queda al azar es relevante: permite saber de manera aproximada la composición de las instituciones claves de China. El número uno —Xi— será con toda probabilidad el próximo jefe del Estado; el número dos, en esta ocasión Li Qiang, suele ocupar el cargo de primer ministro; el tres, suele estar al frente de la Asamblea Nacional Popular. Pero estos puestos no son oficialmente nombrados hasta marzo, cuando se reúne la Asamblea y se completa la transición política.
Xi aspira en marzo a un tercer mandato, también excepcional como jefe del Estado, afianzando de forma definitiva su poder, tras haber alicatado en 2018 una reforma de la Constitución china que eliminó el límite de dos mandatos previsto para ejercer la presidencia.
Entre los nombramientos, destaca el de Li Qiang, nuevo número dos, tras la salida de Li Keqiang, considerado un contrapeso de Xi, pero también uno de los premier más débiles de las últimas décadas. Esta vez no habrá equilibrio. El puesto, si se confirma en marzo, quedaría en manos de una persona que ha demostrado fidelidad total a Xi. Li Qiang ejercía hasta ahora como secretario del partido en Shanghái, la megaurbe que vivió este año un confinamiento de más de dos meses. Muchos censuraron entonces sus contundentes medidas, y estimaron que podrían suponer un lastre en su ascenso. No ha sido así y algunos analistas interpretan ahora lo contrario: el cerrojazo fue un modo de reafirmar su adhesión a las políticas de Xi, que es quien se encuentra en última instancia detrás de la estricta política de cero covid.
El “sueño chino”
La recomposición de la cúpula “muestra que el presidente Xi realmente dirige el espectáculo para consolidar su poder y control”, explica por correo electrónico la doctora Yu Jie, investigadora principal sobre China de Chatham House, un instituto con sede en Londres. “Todos”, añade, “han tenido una experiencia de trabajo considerable con el presidente Xi en el pasado y están estrechamente alineados con él. Comprenderán y garantizarán la entrega de lo que Xi denominó modernización a la manera china”. Algunos de los nuevos, añade, han dirigido “motores económicos” del país, como Li Qiang en Shanghái y Li Xi en Guangdong: “Deben saber que mantener el dinamismo económico es esencial para la legitimidad del partido”.
Solo permanecen tres de los siete miembros del anterior Comité Permanente. Además de Xi, continúan el número tres, Zhao Leji, con sobradas credenciales de fidelidad al frente de la división anticorrupción interna, y el cuatro, Wang Huning, uno de los ideólogos más reputados del partido. Su mano se encuentra detrás de algunos de los eslóganes y líneas de pensamiento clave de Xi, como el “sueño chino”, aunque también ha ayudado a perfilar algunas de las ideas clave de sus antecesores, los expresidentes Hu Jintao y Jiang Zemin. Wang estudió una temporada en Estados Unidos, lo que le movió a escribir en 1991 un libro titulado América contra América, que ha resultado profético para muchos en China: volvieron a leer sus páginas con una nueva mirada tras el asalto al Capitolio y el jaque a la democracia en Washington de principios de 2021.
Cai Qi, el nuevo número cinco, es uno de los “confidentes más estrechos” del presidente, según una biografía del instituto de pensamiento Brookings: Xi le ha ido colocando en los últimos años en algunos de los puestos más relevantes del país: en estos momentos era el secretario del partido en Pekín.
Ding Xuexiang, el número seis, es secretario personal de Xi y actualmente dirige la poderosa oficina general del Comité Central. Su segundo en este organismo fue uno de los dos hombres que ayudaron a desalojar este sábado al expresidente Hu del cónclave, según permite ver la ampliación de una de las fotografías de la agencia AP difundida por uno de sus fotoperiodistas afincados en Pekín. Ding, con 60 años, es el más joven de un Comité Permanente cuya edad media supera los 65. Li Xi, el número siete, actualmente jefe del partido en Guangdong, está vinculado al presidente desde los años ochenta, cuando trabajaba como secretario para un aliado del padre de Xi —que también fue un destacado revolucionario y dirigente comunista—.
El Comité Permanente es el vértice de poder de un partido que en China es más importante que el propio Estado. Técnicamente, emerge del Comité Central, el tercer escalón de la pirámide de poder, cuyos 205 miembros fueron elegidos en la jornada anterior, durante la clausura del 20º Congreso del Partido Comunista; estos 205, a su vez, han elegido este domingo, tras su primera sesión plenaria, a los 24 nuevos miembros del Politburó (el segundo escalafón) y, estos, a los siete del Comité Permanente, el vértice superior de la maquinaria del partido, en cuya cumbre se encuentra Xi. En el nuevo Politburó, por primera vez en 25 años, no ha salido elegida ninguna mujer. En el anterior solo hubo una.
Entre los 24 elegidos del Politburó hay además una ausencia notable muy relacionada con la silla vacía de Hu Jintao de la víspera. En muchas de las quinielas solía a figurar entre los siete elegidos Hu Cunhua, actual vice primer ministro, protegido del expresidente Hu y heredero del denguismo (corriente encabezada por Deng Xiaoping), un político que en otro tiempo incluso fue considerado firme candidato al liderar el partido. Su nombramiento en el Comité Permanente (los siete de la cúpula) habría marcado cierto pacto entre facciones del partido. Aspiraba incluso a premier, pero ni siquiera ha entrado en la lista de los 24 del Politburó.
En su discurso de este domingo, Xi se ha referido a “la primera década de la nueva era”, esto es, su mandato, en el que se ha construido un partido “más fuerte y más dinámico”. Ha llamado a seguir desarrollando el “socialismo con características chinas para una nueva era”, su propio pensamiento. Ha reiterado la aspiración, para mediados de siglo, de que China se convierta en “un país socialista moderno”, lo que supondría culminar el “sueño chino” y el “gran rejuvenecimiento” de la nación, dos conceptos clave de su decenio. También ha hablado de economía. En un año en que las instituciones internacionales reducen el crecimiento del país incluso por debajo del 3%, la economía china, ha asegurado, “tiene una gran resistencia”. Y ha alabado la etapa de “apertura y reforma” iniciada por Deng. “Así como China no puede desarrollarse aislada del mundo, el mundo necesita a China para su desarrollo”, ha concluido: “China abrirá sus puertas cada vez más”.
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