Liz Truss promete rescatar la economía del Reino Unido con un giro drástico
Bajada de impuestos, reforma de las infraestructuras, ayudas urgentes frente a la crisis energética y rescate del Servicio Nacional de Salud, entre las prioridades de la nueva primera ministra, que ha nombrado ya a la mayoría de miembros del nuevo Gobierno
La falta de carisma puede ser una ventaja política en tiempos de incertidumbre, si resulta compensada por un mensaje de arrojo y determinación. La nueva primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, ha prometido este martes, en su primer discurso a los británicos desde la puerta de Downing Street ―a partir de ahora, su residencia y lugar de trabajo―, un giro drástico que rescate la economía del Reino Unido. “Nuestro país fue cons...
La falta de carisma puede ser una ventaja política en tiempos de incertidumbre, si resulta compensada por un mensaje de arrojo y determinación. La nueva primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, ha prometido este martes, en su primer discurso a los británicos desde la puerta de Downing Street ―a partir de ahora, su residencia y lugar de trabajo―, un giro drástico que rescate la economía del Reino Unido. “Nuestro país fue construido por personas que lograban lo que se proponían. Juntos, vamos a capear el temporal y a reconstruir nuestra economía, para convertirnos en el Reino Unido moderno y brillante que sé que podemos llegar a ser”, ha proclamado Truss.
Si en política la suerte puede ser tan importante como la habilidad, la nueva primera ministra ha sabido arrojar bien los dados en sus primeros gestos. La previsión señalaba tormenta en Londres para este martes, y en los minutos previos a la llegada de la caravana de Truss a Downing Street ha llegado el diluvio. Mientras la comitiva avanzaba desde la base aérea de Northolt ―la nueva jefa de Gobierno acudió a primera hora al castillo de Balmoral, en las Tierras Altas escocesas, para recibir de Isabel II el encargo de formar un nuevo Ejecutivo―; los trabajadores de Downning Street ya estaban recogiendo de la calle el atril, para que Truss pudiera pronunciar su discurso en el interior del edificio. Decenas de aliados políticos y colaboradores, junto a medios de todo el mundo, aguantaban el chaparrón, convencidos ya del cambio de planes. Minutos antes de que llegara el vehículo oficial, la lluvia paraba y el atril salía de nuevo a la calle. Truss ha comenzado su mandato con cielo despejado y un primer golpe de suerte.
Tributo a Johnson
Vestido oscuro, sonrisa de seguridad mientras saludaba desde la distancia a sus colaboradores y zancada firme hacia el puesto, desde donde se dirigiría ya a la nación como primera ministra. El mensaje de inicio era un elogio, y un claro homenaje, a su predecesor, Boris Johnson. Un primer ministro “relevante” que logró “sacar adelante el Brexit, desplegar la campaña de vacunación contra la covid-19 y plantar cara a Vladímir Putin”. Los tres pretendidos logros se han convertido en la coletilla repetida por todos los conservadores, empeñados en demostrar que los últimos tres años fueron algo más que una montaña rusa de escándalos. Las palabras de Truss, sin embargo, servían también para levantar un muro entre la etapa anterior y la que ella pretende poner en marcha. Su cometido es mucho más preciso y afilado, ha precisado, y tiene tres objetivos fundamentales.
El desafío económico
Truss ha prometido exponer, antes de que concluya la semana, los detalles de sus planes urgentes. Pero ha querido dejar clara desde el primer minuto su voluntad de transformar la realidad del Reino Unido, convertirlo de nuevo en “una nación con aspiraciones”, en vez del nuevo enfermo de Europa que muchos expertos ven. Lejos de las divagaciones retóricas, las bromas y las citas clásicas de su predecesor, la nueva primera ministra va al grano. Sus “prioridades inmediatas”, ha dicho, son tres: “Voy a presentar un plan audaz para lograr que la economía crezca, a base de recortes de impuestos y de reformas”, ha precisado. “Bajada de impuestos para recompensar a los que trabajan duro, y ayudar al crecimiento y la inversión que deben liderar las empresas”, especificaba Truss, después de todo un verano anunciando que sería una primera ministra aliada de los empresarios. Y junto a un ambicioso plan fiscal, otro de reformas, que “construya hospitales, escuelas, carreteras y más banda ancha por todo el país”.
Su segundo objetivo, probablemente el más urgente, y el que puede levantar o hacer caer su mandato desde los primeros días, será hacer frente a la crisis energética que afronta el Reino Unido, igual o incluso más grave que la del resto de Europa. Los británicos se enfrentan a partir del mes que viene a facturas que pueden llegar a doblar el precio del gas y de la electricidad. Truss ha culpado directamente a “la guerra de Putin” de la crisis, y ha prometido “tomar medidas esta misma semana para hacer frente a las facturas domésticas y para asegurar el suministro futuro de energía”.
Las informaciones surgidas hasta ahora de su equipo de trabajo apuntan a un descomunal paquete de ayudas a los hogares y comercios, que incluiría limitar el precio de la factura algo por encima de los niveles actuales, para evitar el incremento anunciado para octubre de más del 80%. Serán decenas de miles de millones de euros que inflarán, a corto plazo, la deuda pública, aunque la fórmula barajada por los expertos apunta que esas ayudas se trasladarán en el tiempo de forma prorrateada a los consumidores.
Finalmente, el tercer objetivo de Truss será rescatar al Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés), una de las instituciones más veneradas durante la segunda mitad del siglo XX por los británicos y que hoy sufre un deterioro imparable, con eternas listas de espera, servicios que no se cumplen y ambulancias que tardan horas en cubrir una emergencia. “Volveremos a colocar al NHS en una senda sana”, ha prometido la primera ministra.
Muchas de las promesas lanzadas por Truss las hizo ya antes Johnson, como el impulso a las infraestructuras o las mejoras del NHS. No cumplió ninguna de ellas en tres años, pero de justicia es señalar que una pandemia inesperada, un cúmulo de escándalos que distrajeron durante meses al país, y el carácter errático del ex primer ministro ―él mismo se llegó a definir como un carrito de la compra, al que empujabas en una dirección y enseguida comenzaba a dar bandazos de uno a otro lado― jugaron en contra de cualquier avance. Truss ha demostrado, hasta ahora, ser más resolutiva que entretenida, y más arrojada que carismática. Y sobre todo, sabe que hereda un mandato con cuenta atrás, en horas bajas y escaso apoyo popular, que le permite poco espacio para el ensayo.
Los nuevos ministros
Las encuestas dejaron muy claro desde el principio de la campaña de las primarias que la victoria de Truss, frente a su rival, Rishi Sunak, estaba cantada. Por eso se filtraron pronto los nombres de quienes ocuparían puestos clave en su nuevo Gobierno. A primera hora de la tarde de este martes, comenzaban los nombramientos y se confirmaban todas las previsiones. Kwasi Kwarteng, de 47 años, hijo de dos inmigrantes de Ghana, se convertía en el nuevo ministro de Economía, el segundo puesto más importante del Gabinete. Comparte con su amiga Truss una profunda visión neoliberal de la economía, y ya ha comenzado a preparar la bajada de impuestos prometida.
Theresa Coffey será la nueva ministra de Sanidad, además de ocupar el puesto ―más honorífico que efectivo― de viceprimera ministra. Sobre ella va a recaer la responsabilidad envenenada de intentar recomponer el NHS.
James Cleverly (Londres, 53 años), de padre inglés y madre de Sierra Leona, será el nuevo ministro de Exteriores. Combinó su trabajo en distintas empresas editoriales y sus años de servicio militar con su afiliación al Partido Conservador. Diputado desde 2015 y participante activo de la campaña a favor del Brexit en 2016, ha ocupado diversos puestos de nivel medio (solo llegó a ser ministro de Educación durante los tres días en los que Boris Johnson luchaba desesperadamente por reemplazar la cascada de ministros que dimitieron por culpa de sus escándalos). Fue su posición como número dos de Truss durante el tiempo en que ella fue ministra de Exteriores la que consolidó la estrecha relación entre ambos.
Suella Braverman, la que hasta ahora ha sido abogada general del Estado (que en el Reino Unido es el asesor jurídico de mayor rango del Gobierno), será la nueva ministra del Interior. Suyos son los dictámenes con los que intentó dar autoridad legal a algunas de las decisiones más controvertidas de Johnson, como la ley que tumbaba el compromiso internacional adquirido con la UE a través del Protocolo de Irlanda del Norte, o la política de inmigración que derivaba a Ruanda a las personas que atravesaban las aguas del canal de La Mancha para llegar a territorio británico.
Truss ha acudido primero a su despacho en la Cámara de los Comunes para informar allí de su cese a los ministros del Gobierno de Johnson que, como Dominic Raab (Justicia) o Grant Shapps (Transportes), habían apostado por Sunak en las primarias. Es tradición que la mala noticia se comunique en el edificio parlamentario, y no en Downing Street, para evitar el desagradable paseíllo ante las cámaras de los políticos caídos en desgracia.
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