Miles de rusos despiden a Gorbachov, último líder de la Unión Soviética: “Nos dio la libertad”
Rusia niega un funeral de Estado al estadista que abrió la puerta al final de la Guerra Fría. Putin evita acudir a la ceremonia de despedida tras alegar “motivos de trabajo”
Una enorme fila avanzaba silenciosa este sábado junto al teatro Bolshói, no muy lejos del monumento alzado a Karl Marx con la inscripción “¡Proletarios del mundo, uníos!”. Eran unos pocos miles de rusos e iban a dar su último adiós al estadista con el que llegó a su fin la Unión Soviética y que falleció en Moscú el martes. El funeral de Mijaíl Gorbachov (Stávropol, 1931) no ha tenido rango de Estado. No lo ha querido el Kremlin, inmerso ahora ...
Una enorme fila avanzaba silenciosa este sábado junto al teatro Bolshói, no muy lejos del monumento alzado a Karl Marx con la inscripción “¡Proletarios del mundo, uníos!”. Eran unos pocos miles de rusos e iban a dar su último adiós al estadista con el que llegó a su fin la Unión Soviética y que falleció en Moscú el martes. El funeral de Mijaíl Gorbachov (Stávropol, 1931) no ha tenido rango de Estado. No lo ha querido el Kremlin, inmerso ahora en una guerra indirecta con Occidente en los campos de batalla de Ucrania. Para los presentes, hubiera sido contradictorio. Por un lado, fue Gorbachov quien tendió los puentes para dejar atrás la Guerra Fría. Por otro, todo el mundo repetía una máxima: “Nos trajo la libertad”.
“Todo cambia en esta vida. Pensábamos que la Unión Soviética sería eterna, y cayó”, contaba a este diario una mujer de mediana edad, Olga Tiamakova. “La perestroika (la apertura introducida por Gorbachov en los ochenta) coincidió con mi juventud, con mis hijos, y solo pensaba en que viviríamos con democracia. Significaba esperanza, esperanza de que Rusia sería un país democrático”, subrayaba en la fría mañana rusa de septiembre a punto de entrar en la Sala de Columnas de la Casa de Sindicatos de Moscú. Allí fue expuesto al público el féretro con los restos mortales del último mandatario soviético, antes de ser enterrado en el cementerio Novodévichy, en la tumba en la que yace desde 1999 su esposa, Raisa Gorbachov, fallecida a causa de una leucemia.
Al acto no acudió Vladímir Putin. La excusa oficial del Kremlin es que el presidente ruso no podía asistir este sábado “por agenda de trabajo”, por lo que el jueves hizo una breve visita al hospital donde falleció Gorbachov. Entre las pocas personalidades destacadas que sí hicieron acto de presencia figuraron el expresidente Dmitri Medvédev, que ostenta actualmente la vicepresidencia del Consejo de Seguridad ruso; y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, aunque el portavoz de Putin aclaró posteriormente que no mantendría ningún encuentro con el mandatario centroeuropeo. En plena guerra de Ucrania, la representación de otros países del bloque comunitario corrió a cargo de sus embajadores.
En la cola, como un ciudadano más, aguardaba el primer ministro de Economía de la Rusia postsoviética, Andréi Necháyev. “Lo más importante que nos dio Mijaíl Serguéievich [Gorbachov] es la libertad. Libertad en distintos sentidos. Libertad de expresión, libertad de movimiento. Tuvimos las primeras elecciones libres. Nos dio la oportunidad de vivir sin la demagogia que caracterizaba al sistema soviético”, destacó quien asumiera las riendas de la política económica con Boris Yeltsin en 1992, pocos meses después de que este se subiera a un tanque en pleno golpe de la cúpula del Partido Comunista y del KGB contra Gorbachov.
“Se le puede culpar de los fallos en sus enormes reformas económicas, pero de todas formas, mi generación consideraba acabados los tiempos soviéticos”, añadía Necháyev, quien lamentó que Occidente no apoyase al país en los noventa, “no de palabra, sino como hizo con Polonia con un Plan Marshall”. “Si hubiera habido una ayuda real, estaríamos hoy en una nación diferente”, recalcó Necháyev ya en la entrada al velatorio de un hombre al que Rusia debía “unas relaciones nuevas y normales” con el mundo. “Con él se puso fin a una Guerra Fría que yo pienso absolutamente que Rusia perdió”, sentenció.
La gran mayoría de los rusos que se acercaron al velatorio habían vivido los tiempos soviéticos. No obstante, también había jóvenes que no llegaron a vivir la perestroika. “Nací en el año 2000, cuando llegó Putin. Solo he tenido a Putin. De Gorbachov sé lo que me cuentan mi abuela, mi madre... y tengo una opinión positiva”, afirmaba un joven de larga melena y que había comenzado a aprender español, Emil Vladi. Hoy, España, como el resto de Europa, es un “país inamistoso” para Rusia.
“(El Kremlin) no le ha concedido un funeral de Estado porque el Gobierno tiene una política totalmente contraria a la suya. Vamos contra Occidente, hay que luchar contra Occidente, por lo que Gorbachov queda mal para la propaganda. Esta idea viene de lejos, de que Rusia es un país excepcional que debe estar fuera de Europa”, opina Vladi. Este joven recalca que la política económica de Gorbachov fracasó, pero ello no significa que fuera por culpa de la libertad que lograron los rusos.
“Como la mejora llegó con Putin, la gente piensa erróneamente que el totalitarismo y la dictadura son la vida normal, y que la libertad, la libertad de medios de Occidente... es lo malo, pero ambas cosas no están asociadas”, advertía en la cola.
Aunque las personas que acudieron este sábado coincidían en que la disolución de la URSS provocó una enorme crisis económica, algunos achacaban el problema al sucesor de Gorbachov, Boris Yeltsin. “Pienso que la crisis la provocó en su mayor parte Yeltsin. Gorbachov era un hombre bueno y muchos tomaron decisiones incorrectas a sus espaldas. Nací en 1980 y tengo una impresión positiva de su presidencia”, señala Dmitri Matróshov, quien acudió con un ramo al velatorio. Dentro, un mar de flores yacía a los pies del ataúd.
La muerte de Gorbachov ha coincidido en el tiempo con la eliminación de Memorial, un movimiento que nació al calor del aperturismo de Gorbachov en los ochenta para sacar a la luz los crímenes cometidos bajo la Unión Soviética. Este cristalizó en una gran organización no gubernamental con varias filiales, que durante tres décadas investigó la represión soviética y otras atrocidades, no ya del pasado, sino actuales. Un tribunal dictó en diciembre de 2021 el cierre de esa fundación incómoda para el Kremlin. El motivo que arguyeron las autoridades es que no habían añadido en cada entrada en Internet que la institución había sido declarada “agente extranjero”.
Sin sangre
Uno de los defensores de derechos humanos de Memorial, Alexánder Cherkasov, también hacía cola para despedir a Gorbachov. “Estoy muy agradecido por lo que hizo, buscó desmontar el sistema soviético sin derramar mucha sangre”, afirmó a EL PAÍS, antes de llegar al primero de varios puntos de control policiales.
“Lo cierto es que durante el periodo en que estuvo al mando, el nivel de violencia estatal fue muy inferior al que hubo literalmente tras dejar el poder. En 1992 empezó la guerra civil de Tayikistán. También pasó lo mismo en Osetia del Sur, en Chechenia...” recuerda Cherkasov. Este militante de derechos humanos responde a la pregunta de si Gorbachov merecía un funeral de Estado asegurando que la organización de las exequias “ha sido una revancha” pero destaca el homenaje que han dado los rusos al líder soviético que abrió la puerta al final de la Guerra Fría.
Un poco más adelante, una pareja mayor avanzaba cogidos del brazo. “Con la guerra de Ucrania de fondo, solo podemos estarle agradecidos de que con él no hubiera olor a guerra. Hizo una política que excluía la guerra”, dice el hombre, Boris Kudashkin, antiguo periodista del periódico Rossía, fundado en 1991. “Si no hubiera habido traidores a su alrededor, hoy viviríamos en buena relación con Europa, con América... con todos. No habría tanta gente que apoyase ahora la así llamada operación especial”, lamenta en alusión a la denominación impuesta por Rusia para aludir al conflicto en Ucrania.
“Nos dio la libertad. El acceso a la prensa libre, dejamos de leer a través del Samisdat (la prensa clandestina en tiempos soviéticos), nos llegó literatura, y pudimos hablar por fin libremente”, hacía hincapié a su vez Valentina Manújina. “Conseguimos tener acceso a archivos que hasta entonces estaban cerrados”, destacó esta mujer en una cola donde faltaban opositores como Vladímir-Kara Murza e Ilia Yashín. Ambos políticos acudieron a apoyar a Memorial durante el juicio por su cierre, pero se encuentran en prisión preventiva a la espera de una condena de varios años de cárcel por criticar la ofensiva sobre Ucrania.
Gorbachov es una figura muy controvertida en Rusia, y el Kremlin ha marcado una gran distancia con él, hasta casi la ruptura, aunque su figura histórica y las libertades a las que abrió la puerta en el país tienen mucho peso. El propio Putin califica la disolución de la Unión Soviética como “la mayor tragedia geopolítica del siglo XX”. Una parte significativa de la población considera la perestroika (la transición a la economía de mercado desde el sistema comunista) y la glasnost (la transparencia de las instituciones estatales) como un gran fracaso.
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