China busca pistas sobre Taiwán en la crisis ucrania
La guerra en Ucrania no hace más probable una invasión de la isla, pero Pekín analiza cuidadosamente las reacciones occidentales contra la invasión rusa
Las ventanas en el Ministerio de Asuntos Exteriores chino, un complejo con cierto parecido a una colmena en el centro en Pekín, han estado iluminadas hasta altas horas de la noche estos últimos diez días. Son indicio del frenesí de actividad en su interior desde que el presidente ruso, Vladímir Putin, diese la orden de invadir Ucrania el 24 de febrero. La imagen se repite en otras dependencias estatales y del Partido Comunista. China, el socio más cercano de Moscú, sigue con intensa atención el desarrollo de la guerra y la reacci...
Las ventanas en el Ministerio de Asuntos Exteriores chino, un complejo con cierto parecido a una colmena en el centro en Pekín, han estado iluminadas hasta altas horas de la noche estos últimos diez días. Son indicio del frenesí de actividad en su interior desde que el presidente ruso, Vladímir Putin, diese la orden de invadir Ucrania el 24 de febrero. La imagen se repite en otras dependencias estatales y del Partido Comunista. China, el socio más cercano de Moscú, sigue con intensa atención el desarrollo de la guerra y la reacción de Occidente, para evaluar su propia respuesta y sacar lecciones. Muy especialmente, sobre su interés geopolítico primordial: Taiwán.
Pekín considera la isla al otro lado del estrecho de Formosa, en la que se refugió el ejército derrotado del Kuomintang tras el triunfo comunista en la guerra civil china, en 1949, parte inalienable de su territorio. Su gran ambición, superior a cualquier otra, es lograr el control de Taiwán, preferentemente por la vía pacífica aunque ―según ha dejado claro una y otra vez― sin renunciar a la fuerza si es necesario.
Pero los 25 millones de personas que componen la población de Taiwán, autogobernada, democrática y próspera, son cada vez menos partidarios de una unificación: casi siete de cada diez se siente taiwanés, frente a un 35% que dice identificarse tanto con Taiwan como con China. Una tendencia que se ha acelerado en los últimos 10 años y que se refleja en el aplastante triunfo electoral del Partido Democrático Progresista de la presidenta Tsai Ing Wen en las últimas dos convocatorias. El presidente chino, Xi Jinping, ha reiterado que la unificación completa es una tarea histórica que “debe cumplirse y se hará”. En los últimos 18 meses, aviones de las fuerzas chinas han sobrevolado con frecuencia la zona de defensa aérea de la isla; sus buques han llevado a cabo abundantes maniobras militares en las cercanías de las aguas taiwanesas.
La guerra desencadenada por Rusia ha suscitado preocupación en Taiwán, donde se han sucedido las muestras de apoyo público a Ucrania. El hashtag “Ucrania Ahora, Después Taiwán” circula por sus redes sociales. Un 26% de la población considera posible una invasión por parte de China. La presidenta Tsai ha condenado esa invasión, subrayando que “el pueblo taiwanés puede estar seguro de que trabajamos en su defensa”.
Estados Unidos, el gran aliado de Taiwán, ha lanzado una señal de apoyo al gobierno de Tsai con el envío, esta semana, de una delegación de antiguos militares, encabezados por el exjefe de Estado Mayor Mike Mullen. En una visita programada con anterioridad, el antiguo secretario de Estado Mike Pompeo llegaba también a Taipéi el jueves.
China rechaza enérgicamente las comparaciones entre el país europeo invadido y la isla. “Taiwán no es Ucrania”, aseguraba la portavoz de Exteriores Hua Chunying, “Taiwán es una parte inalienable del territorio chino”. Aunque diversos analistas no descartan una hipotética operación militar a largo plazo para ocupar la isla, la perspectiva de un asalto en un futuro cercano parece inviable. Por un lado, sanciones como las impuestas a Rusia podrían causar un efecto devastador en la economía china. Por otro, desde el punto de vista militar, un hipotético ataque que copiara la invasión rusa “es un sinsentido estratégico”, indicaba el ex primer ministro australiano y actual presidente de Asia Society, Kevin Rudd, en un seminario telemático esta semana. “China tiene en la cabeza un calendario militar para Taiwán y todavía no creen que militarmente tengan ya la capacidad (para atacar con éxito) ni vayan a tenerla esta década”.
“Una invasión de Taiwán sería mucho más difícil que la de Ucrania”, apunta Bonny Lin, del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS), en una videoconferencia. Para empezar, explica la experta, “el Ejército chino de Liberación Popular tiene mucha menos experiencia de combate que Rusia”. No solo eso: la toma de una isla, especialmente fortificada como Taiwán, presenta complicaciones mucho mayores que la entrada en Ucrania, donde los tanques simplemente tuvieron que cruzar una frontera terrestre llana. Como ha demostrado la experiencia en Ucrania, las tropas chinas se arriesgarían a encontrar una fuerte resistencia local, con la posibilidad de que emergiera una emergencia en caso de que la invasión triunfase. Y no está claro cómo reaccionaría la opinión pública en China ante las muertes y la destrucción que un conflicto de ese calibre acarrearía.
Pero Pekín sí aprovechará la situación actual para sacar lecciones. “China va a examinar muy cuidadosamente cómo reacciona Occidente a esta invasión rusa en Ucrania, especialmente la unidad y coherencia de Occidente, en Europa, la OTAN, las sanciones sobre las que Occidente se puede poner de acuerdo, hasta qué punto se aplican y cuántos países consigue que se sumen en el mundo”, apunta Helena Legarda, del centro alemán de estudios Merics. En su opinión, China puede analizar la guerra que se libra en Ucrania como un “ensayo general” de cómo reaccionaría Occidente si el gigante asiático fuera a atacar Taiwán. “Hasta ahora, lo que hemos visto ha sido una unidad y velocidad notables en lo que respecta a las sanciones occidentales contra Rusia, y eso es algo que cambiará las prioridades de China hasta cierto punto”, incluida la búsqueda de una mayor autosuficiencia, agrega.
“La dimensión y unidad de las sanciones, y sus exclusiones, serán de intenso interés. Una posición débil contra Rusia, particularmente en Europa, aumentará la presión sobre Taiwán, incluso si no se plantea una invasión”, escribe el analista Charles Parton, del Council on Geostrategy, en la revista de este centro de estudios británico,
Otra gran diferencia con el escenario ucraniano es el papel que tendría Estados Unidos, aliado de Taipéi y obligado por su legislación a facilitar armamento a Taiwán para su defensa. Washington “dejó claro que no usaría la fuerza en Ucrania, y ha hecho casi todo menos usar la fuerza. En Taiwán, Estados Unidos mantiene una política de ambigüedad estratégica (por la que no deja claro si intervendría o no militarmente en caso de ataque a su aliado) pero China sabe que sería un caso muy diferente”, matiza el académico y exministro de Exteriores de Singapur Bilahari Kausikan.
Sí parece que la guerra en Ucrania, y la alianza informal entre Moscú y Pekín, vaya a impulsar un refuerzo de las alianzas militares en Asia Pacífico y, probablemente, la carrera de armamento que ya se encontraba en marcha. “Esto ahora refuerza el Quad (la asociación informal entre Estados Unidos, India, Japón y Australia para responder al auge de China) y Aukus”, la alianza entre EE. UU, Australia y el Reino Unido en Asia Pacífico, opina Jude Blanchette, del CSIS. El Quad celebró una cumbre de mandatarios por videoconferencia este jueves, convocada de urgencia para analizar las consecuencias del conflicto en Ucrania.
Taiwán, que el año pasado anunció una partida presupuestaria extraordinaria de 8.600 millones de dólares para Defensa, ha anunciado esta semana que doblará la fabricación anual de misiles, para llegar a casi 500. También planea comenzar a producir drones de ataque, con el objetivo de lograr los 48 anuales. “La historia nos enseña que si hacemos la vista gorda ante la agresión militar, agravamos la amenaza contra nosotros mismos”, ha declarado la presidenta Tsai.
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