La crisis del Gobierno de Boris Johnson añade aún más dudas al futuro del Brexit

Liz Truss, una de las políticas más populares del Partido Conservador, deberá decidir si suaviza el conflicto con Bruselas en torno al protocolo de Irlanda del Norte

La ministra británica de Exteriores, Liz Truss, entrevistada el pasado 16 de diciembre en Madrid por EL PAÍS.ALEX ONCIU

Boris Johnson ya demostró en su día que, cuando del Brexit se trata, es más importante la apariencia de victoria que lo que realmente se ha ganado. La entrega a su ministra de Asuntos Exteriores, Liz Truss, de las negociaciones con la UE puede ser un modo de desencallar el conflicto con Bruselas sin que parezca una rendición.

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Boris Johnson ya demostró en su día que, cuando del Brexit se trata, es más importante la apariencia de victoria que lo que realmente se ha ganado. La entrega a su ministra de Asuntos Exteriores, Liz Truss, de las negociaciones con la UE puede ser un modo de desencallar el conflicto con Bruselas sin que parezca una rendición.

La dimisión de David Frost, hasta ahora aliado incondicional de Johnson, ha supuesto en principio un golpe casi de gracia a un primer ministro que vive sus horas más bajas. Las razones apuntadas en su carta de despedida —subida de impuestos o nuevas restricciones contra la variante ómicron— son en realidad un reproche encubierto a un Johnson que ha sido incapaz de materializar la visión del Reino Unido post-Brexit neoliberal que tenían los euroescépticos. “Sigo absolutamente confiado en que este país tiene un gran futuro bajo el liderazgo de Boris Johnson... siempre que acertemos con las decisiones políticas”, dijo Frost este lunes a los medios ante la puerta de su casa.

Truss no apoyó el Brexit desde el principio. En el referéndum de 2016, hizo campaña a favor de la permanencia en la UE. Fue más tarde, ante la inesperada fuerza de la victoria euroescéptica, cuando se cayó del caballo y abrazó la causa. Su natural ironía y chispa —y sus continuos ataques a la llamada cultura woke o políticas identitarias de la izquierda británica— la han convertido en una favorita de los conservadores. La página web ConservativeHome, fundamental para saber en todo momento qué se cuece entre los tories, la mantiene desde hace un año como la mejor baza para una posible sucesión de Johnson.

El primer ministro británico la nombró ministra de Comercio Internacional en julio de 2019, y desde entonces se dedicó con empeño a dos tareas. En primer lugar, ratificó y prorrogó más 60 acuerdos comerciales que el Reino Unido tenía con diferentes países, y puso en marcha algunos nuevos como los de Japón, Australia o Nueva Zelanda. Logró así dar la impresión de que las puertas del mundo se abrían para un Reino Unido fuera de la UE (aunque ninguno de esos tratados cubriera más que una mínima parte que todo lo perdido con el Brexit).

En segundo lugar, se encargó de promocionar con éxito su trayectoria política en las redes sociales. En septiembre de 2021, después del fiasco de la retirada de Afganistán gestionada por su predecesor, Dominic Raab, Truss fue nombrada ministra de Exteriores. “La competente Liz Truss dispone ahora de las herramientas propias del Ministerio de Exteriores más poderoso en muchas décadas (política exterior, política comercial con los mercados más importantes y cooperación al desarrollo). Todo bajo una única responsabilidad por primera vez (y con un primer ministro preocupado por otras cosas...)”, escribió en Twitter George Osborne, exministro de Economía y poderoso número dos de David Cameron, el primer ministro conservador que convocó el referéndum del Brexit.

Qué piensa realmente Truss, y cuáles son sus intenciones sobre cómo separar al Reino Unido de la UE, supone una incógnita para Bruselas y para todas las capitales comunitarias. Por una parte, cuenta con el respaldo de los euroescépticos. Pero a diferencia de Frost —que en los últimos meses contaminó el diálogo con la UE de un fanatismo casi pseudoimperialista y cierto aroma de vendetta la ministra de Exteriores ha transmitido una visión optimista y conciliadora de la nueva Global Britain (Gran Bretaña Global) perseguida por su jefe Johnson para esta nueva era.

“Después de casi 50 años dentro de la Unión Europea, volvemos a tener en nuestras manos todas las palancas de política internacional: la diplomática, la ayuda al desarrollo, la comercial y la de seguridad”, resumía Truss su visión política en un discurso, el pasado 8 de diciembre, en el prestigioso centro de pensamiento Chatham House, en Londres. “Como nación soberana que mira al exterior, estamos reforzando nuestra musculatura para cumplir con esa promesa de una Gran Bretaña global”, afirmaba.

Si la historia está condenada a repetirse, Truss podría hacer como hizo Johnson en julio de 2018. El hoy primer ministro dimitió entonces como titular de Exteriores como protesta ante la inacción en el Brexit de su jefa en aquel momento, Theresa May. Johnson acusó a su rival de frustrar el deseo expresado por una mayoría de británicos en el referéndum de 2016 y se aseguró de paso su futura elección como nuevo líder del Partido Conservador. También podría Truss aportar la dosis de pragmatismo y sentido común necesarios para evitar una guerra comercial con la UE que Johnson no se puede permitir en estos momentos.

Que un departamento tan experimentado, y con funcionarios rigurosos, como el Foreign & Commonwealth Office (Ministerio de Exteriores y de la Commonwealth) asuma el asunto más delicado e importante de la política exterior —es decir, el Brexit— tranquiliza a muchos observadores a los que no les gustaba que estuviera en las únicas manos de un lobo solitario como Frost. A fin de cuentas, la conversación telefónica que un alto funcionario tuvo con corresponsales europeos en Londres hace dos semanas, en la que se anticipó un giro más flexible del Gobierno británico en las negociaciones en torno a Irlanda del Norte, fue convocada por Exteriores. Y Frost tuvo que salir a la palestra horas después para desmentir que el Gobierno hubiera renunciado a exigir que el Tribunal de Justicia de la UE fuera el supervisor de la aplicación de las reglas del mercado interior de la UE en territorio norirlandés. A pesar de que, poco más tarde, se confirmara que ese movimiento era cierto.

“He tenido la ocasión de trabajar con Liz [Truss] en temas agrícolas, y más recientemente, en asuntos de política internacional. Espero con ganas comenzar a trabajar con ella ahora en torno al Brexit. Nos queda mucha tarea por delante, pero es posible avanzar en el nuevo año”, dijo Simon Coveney, ministro de Exteriores de Irlanda y uno de los primeros en mostrar optimismo ante el nuevo papel de Truss.

Una sombra, sin embargo, planea sobre este optimista voluntarismo. Como secretario de Estado para Europa, y número dos de Truss en esta materia, se ha nombrado a Chris Heaton-Harris. El exeurodiputado británico, y en su día ya viceministro para la Salida de la UE, estuvo en la dirección del European Research Group, la corriente parlamentaria euroescéptica partidaria de un Brexit duro, y acabó investigado por la Comisión de Estándares Éticos de Westminster cuando se supo de su reunión, en marzo de 2019, en dependencias parlamentarias, con una delegación de Vox que encabezaba el diputado Iván Espinosa de los Monteros.

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