El tornado se llevó el pueblo del gobernador de Kentucky

El demócrata Andy Beshear, que procede de una de las zonas más afectadas y ha perdido a dos familiares, confirma la muerte de 64 personas, menos de las que barajó al principio de la catástrofe

Mike Castle abraza este lunes a su hija Nikki Castle en Dawson Springs (Kentucky). Vídeo: MINH CONNORS/USA TODAY NETWORK (REUTERS) | REUTERS
Dawson Springs (Kentucky) -

En contra de su costumbre, Ernie Aiken, mecánico retirado de 86 años y padre de tres hijos, decidió el viernes por la noche, cuando saltaron las alarmas por tornado, quedarse en la caravana que llamaba su hogar y no refugiarse en la tienda de enfrente, mejor preparada para la tormenta. Habría dado lo mismo: a los pocos minutos no quedaba rastro de ninguna de las dos estructuras. Su pareja durante 25 años y la hija ...

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En contra de su costumbre, Ernie Aiken, mecánico retirado de 86 años y padre de tres hijos, decidió el viernes por la noche, cuando saltaron las alarmas por tornado, quedarse en la caravana que llamaba su hogar y no refugiarse en la tienda de enfrente, mejor preparada para la tormenta. Habría dado lo mismo: a los pocos minutos no quedaba rastro de ninguna de las dos estructuras. Su pareja durante 25 años y la hija de esta, Melissa Addams, buscaban el lunes por la mañana algún recuerdo de su ser querido —sus zapatillas deportivas favoritas, los uniformes que usaba cada día pese a estar jubilado...— en un solar lleno de escombros de Dawson Springs, una de las localidades más afectadas por la catástrofe. El cuerpo de Aiken lo encontraron el sábado, a cientos de metros de distancia. “Al menos, nos queda ese consuelo. Podremos enterrarlo”, decía Addams entre lágrimas.

Aiken es uno de los 13 muertos de un pueblo de poco más de 2.000 habitantes, donde aún buscan a decenas de desaparecidos. Es también la víctima de mayor edad entre los al menos 64 fallecidos de Kentucky, según la última cifra, más baja de lo que se temía, que ha proporcionado a la prensa este lunes por la mañana el gobernador Andy Beshear. “El rango de edades va desde los cinco meses a los 86 años”, ha añadido con la voz quebrada por la emoción. “Aún hay un centenar de desaparecidos. Tendremos que esperar una semana o dos para saber el número definitivo”.

A sus 44 años, Beshear es el segundo gobernador más joven del país, además de un demócrata con pedigrí. Su padre, Steve Beshear, fue también gobernador de Kentucky entre 2007 y 2015. Aunque él nació en Louisville, su familia procede de Dawson Springs, hecho que ha deslizado su gestión de la catástrofe hacia el terreno de lo personal, con frecuentes amagos de llanto en sus apariciones públicas. Cogió las riendas desde el principio. Y se ha erigido en principal fuente de información sobre lo sucedido en el Estado más castigado por una serie de 30 tornados de proporciones históricas que afectaron también a Illinois, Arkansas, Misuri, Misisipi y Tennessee.

El gobernador Andy Beshear habla en una conferencia de prensa el 2 de noviembre en Ashland, Kentucky.Matt Jones (AP)

En el manejo de los datos, no ha temido quedarse corto en su pesimismo. Ya en las primeras horas ofreció un cálculo por el que no asomaba la duda de que el número de muertos superaría el centenar. Tres días después esas cifras empiezan a estar en cuestión.

Sobre todo, después de que en la noche del domingo un representante de la fábrica de velas Mayfield Consumer Products, en Mayfield, zona cero de la catástrofe, dijera que habían muerto ocho personas, y que otras 10 permanecían desaparecidas. Beshear ha hablado durante todo el fin de semana de docenas de fallecidos solo en esa factoría, y recordó en su conferencia de prensa del domingo que no habían hallado ningún superviviente desde el sábado a las 15:30 horas.

La empresa dice que la mayor parte de los 110 trabajadores que trabajaban el viernes pudieron alcanzar el refugio antitornados. Que luego cada cual se fue por su camino, y que está siendo muy difícil localizarlos (de momento, añadió un portavoz, han dado con 90). La electricidad en Mayfield, y en zonas del extremo occidental de Kentucky a 50 kilómetros a la redonda no ha vuelto todavía, y no es fácil cargar los teléfonos móviles. Una decena de vecinos de esa localidad de 10.000 habitantes ha contado estos días a EL PAÍS historias que hablan de la dificultad de hacerse con sus familiares y amigos por esa vía.

A la luz esos datos, Beshear explicó que la información que manejan las autoridades no coincide con la de los dueños de la fábrica, donde continúan, resguardados por patrullas de la policía militar, las tareas de desescombro.

“Obviamente, si me equivoqué, eso sería maravilloso; rezo por que así sea”, ha dicho Beshear. En una de sus primeras comparecencias compartió su dolor por la pérdida de dos familiares lejanos (dos primos de su tío, en Muhlenberg County). Después, se disculpó por emocionarse al recordar especialmente a las víctimas de Dawson Springs: “El pueblo prácticamente ha desaparecido”, explicó. “Algunos de mis mejores recuerdos son en el porche de la casa de mis abuelos, adonde iba cada año por Navidad y a celebrar la fiesta de la barbacoa”. El porche seguía ahí este lunes, pero la devastación de las casas de alrededor era pavorosa.

Si bien Mayfield se ha convertido en el símbolo de esta ola de tornados, hay zonas de Dawson County incluso más afectadas —aunque las comparaciones sean más odiosas que de costumbre en la tragedia—. En el epicentro de la destrucción, un barrio de clase media-baja, solo ha quedado en pie un tanque M-60, orgullo del puesto 310 de la American Legion, asociación de veteranos repartida por todo el país, cuyo edificio, lugar de encuentro social, hoy es solo un recuerdo. A Ernie Aiken le gustaba ir allí a bailar.

El abuelo de Beshear era pastor de la Iglesia Primitiva Baptista, que permanece en pie, pero perdió parte del tejado el viernes por la noche. También regentaba una funeraria, que sigue vinculada a la familia. A tres millas (algo menos de cinco kilómetros), hay un lago artificial que lleva el nombre de los Beshear y una señal de tráfico recuerda a la entrada del pueblo que allí nació Steve Beshear, padre del actual gobernador.

“Yo jugaba a baloncesto en el instituto con Steve”, decía este lunes con orgullo el pastor Bobby Hawtin, que ha convertido su parroquia en un lugar para dar de comer a los supervivientes. El domingo, añadía con redoblado orgullo, cocinaron 300 hamburguesas.

Al lado de la Iglesia donde predicaba el abuelo de Beshear vive Tracy McGhee. Habla con cariño de las veces que aquel estuvo en su casa, “una construcción de 1903 que ha sabido plantar cara al tornado”. McGhee considera que el gobernador está haciendo “un trabajo maravilloso en esta crisis”. “Y creo que todo el pueblo estará de acuerdo conmigo”.

Ocasión política

De momento, Beshear ha anunciado su intención de presentarse de nuevo a las elecciones de 2023, y estas son las ocasiones que un buen político sabe que puede salir convertido en un héroe a ojos de sus votantes. Es una plaza importante: Kentucky es un Estado con un protagonismo político en Washington que seguramente supera el de su representación por población (con 4,6 millones, ocupa el vigésimosexto puesto en la Unión). Es la patria del presidente Abraham Lincoln y del senador Mitch McConnell, que arrebató en 2018 al recién fallecido Bob Dole el récord como el líder del Partido Republicano en el Senado más longevo de la historia.

También vio nacer al senador republicano Rand Paul, que ha estado estos días en el centro de una polémica. Cuando Beshear pidió (y obtuvo del presidente Joe Biden, a quien se espera por aquí este miércoles) la declaración de estado de emergencia de la zona, aquel brindó su respaldo inmediato. ¿Buenas noticias en un país tan polarizado? El problema es que Paul, también hijo de un ilustre político, tiene un largo historial de criticar con dureza las veces en las que se ha habilitado ese fondo de ayuda, como cuando el huracán Sandy arrasó la parte baja de Nueva York en 2012 o en ocasiones calamitosas como las vividas en Puerto Rico, Luisiana y Misisipi por otros ciclones.

Mientras llegan esas ayudas, los vecinos de Kentucky se afanan por su cuenta en la recuperación, que podría llevar años, según Michael Dossett, del servicio de emergencias del Estado. Asombra ver lo rápido que se han levantado postes de luz, que aún falta a más de 50.000 vecinos, en la carretera de Princeton. En Dawson Springs, Richard Fuson había llamado el lunes por la mañana a unos amigos para reconstruir la vivienda que dejó atrás el viernes, cuando cogió su coche y lo lanzó a toda velocidad en la “dirección correcta” para escapar del tornado. Otros de sus vecinos se han organizado para hacer una batida por las casas. En las que siguen en pie, pintan con un spray el número de sus inquilinos. Si al lado hay un “OK”, buenas noticias. Un aspa indica lo peor.

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