Colombia quiere revivir a un mártir
Los hijos de Luis Carlos Galán, el político asesinado en 1989, resucitan su partido para pelear por la presidencia en 2022
Una de las grandes preguntas sin respuesta en Colombia es qué habría pasado si Luis Carlos Galán no hubiera sido asesinado. Cada 18 de agosto desde hace 32 años, artículos de prensa insisten en un ejercicio enorme de imaginación. Hay que partir de que el candidato con más opciones a la presidencia aquel 1989 nunca fue tiroteado sobre la tarima de madera en la que iba a dar un mitin en el municipio de Soacha, al sur de Bogotá. Y desde ahí elucubrar sobre lo que pudo haber sido el legado del presidente Galán. Aquella tarde de agosto murió el hombre que encarnaba una esperanza única para miles de...
Una de las grandes preguntas sin respuesta en Colombia es qué habría pasado si Luis Carlos Galán no hubiera sido asesinado. Cada 18 de agosto desde hace 32 años, artículos de prensa insisten en un ejercicio enorme de imaginación. Hay que partir de que el candidato con más opciones a la presidencia aquel 1989 nunca fue tiroteado sobre la tarima de madera en la que iba a dar un mitin en el municipio de Soacha, al sur de Bogotá. Y desde ahí elucubrar sobre lo que pudo haber sido el legado del presidente Galán. Aquella tarde de agosto murió el hombre que encarnaba una esperanza única para miles de colombianos a la vez que nació el mito. “Fue una frustración generacional”, resume el periodista y amigo del político Daniel Samper Pizano, de 76 años.
Este 33 aniversario del magnicidio será distinto. La Justicia ha resucitado al Nuevo Liberalismo, el partido que fundó Galán, después de una batalla librada por sus hijos y algunos militantes originales para recuperar unas siglas unidas siempre a la memoria de presidente que no fue. Galán murió cuando faltaba casi un año para las elecciones de 1990 y a casi un año de las presidenciales de 2022, sus hijos buscan ahora revivir su espíritu para volver a marcar la política colombiana. El reto es inmenso en un tablero tan fragmentado e hiperpolarizado como el colombiano.
“Su asesinato marcó el asesinato de la esperanza que mi papá encarnaba. Esto es como un renacimiento, esa esperanza volvió a aparecer, es una gigantesca responsabilidad, pero no le tenemos miedo”, sostiene por teléfono Juan Manuel Galán. Sus hijos multiplican estos días sus apariciones tratando de reunir a su alrededor apoyos que les permitan jugar un papel determinante en las elecciones.
Los Galán forman parte de ese grupo extendido de colombianos que están convencidos de que este es el momento del centro y se autoproclaman, como su padre, de centro izquierda. Las horas más bajas del uribismo, que lleva dos décadas ungiendo presidentes desde el ala más dura de la derecha, y la sobreexposición de Gustavo Petro, considerado un radical de izquierdas para gran parte de la conservadora sociedad colombiana, se percibe hoy como la gran oportunidad para un puñado de partidos y candidatos que aún están por definir. El Nuevo Liberalismo quiere hacerse un hueco en ese mapa hasta ahora huérfano de líderes.
El objetivo del nuevo partido es atraer a dos generaciones unidas por la frustración. A la que Galán dejó huérfana políticamente y a la que protagonizó las protestas que paralizaron el país entre abril y junio. “Yo propongo abrir la puerta a esas personas que vimos en las marchas, inconforme, que busca espacios de participación”, dice Carlos Fernando Galán. “Los campesinos, las mujeres, los jóvenes, las víctimas, el movimiento LGTB”, invita Juan Manuel. La periodista María Elvira Samper cree que su gran desafío es precisamente “que pueda convertirse en un punto de convergencia de los jóvenes y de gente que se fue apartando del Partido Liberal, además de que muestre que se puede hacer política lejos del clientelismo, la corrupción y el mesianismo”.
El reto es tan grande como alargada es la sombra del padre, asesinado con 45 años. “No existe el galanismo como una fuerza moral. Existe un ejemplo formidable, pero no quedó un movimiento, ni un contingente moral. Esa bandera está desgraciadamente muy deshinchada”, explica Daniel Samper. Además de Galán, otros líderes y fundadores del partido fueron asesinados en aquellos años, lo que provocó que muchos de sus militantes y candidatos se retiraran de la vida política o bien se integraran en otros partidos.
El Nuevo Liberalismo nació en 1979 de la mano de Galán, que se separó del Partido Liberal. Fue el primer político que se atrevió a denunciar la corrupción, el clientelismo y la penetración del narcoterrorismo en la política. “Era recto, valiente, honesto, muy inteligente, solo le faltaba un poquito de maldad”, continúa Daniel Samper. Pablo Escobar quiso formar parte de su partido, pero Galán le cerró la puerta. Su forma de hacer política y su afrenta al narco le costó la vida en un año para el olvido en Colombia. En 1989 se produjeron multitud de atentados cuya mayor expresión fue el ataque contra un avión de Avianca en pleno vuelo que acabó con la vida de 107 personas. “Siempre adelante, ni un paso atrás y lo que fuere menester, sea”, decía el político.
Los hermanos Galán son, pese a su juventud -Juan Manuel tiene 49 y Carlos Fernando 44-, viejas caras de la política colombiana. Ambos han ocupado diferentes puestos y han concurrido bajo diferentes siglas a lo largo de los años. “Son unos muchachos inteligentes, preparados. Pero hay poca gente como su papá. Nadie les puede negar que son sus hijos, y que su conducta es intachable, pero no creo que en torno a ellos se vaya a formar un movimiento para llevarlo a la presidencia”, sostiene Samper.
Carlos Fernando fue candidato a la alcaldía de Bogotá en 2019 y Juan Manuel era hasta ahora precandidato de la Coalición de la Esperanza, la unión de partidos y candidatos que maneja el centro político. Desde la izquierda, el candidato presidencial Gustavo Petro les ha lanzado una invitación para sentarse a hablar. “Ya no hay posibilidades de un partido que gane las elecciones, tienen que ser coaliciones”, asegura la periodista María Elvira Samper. A la pregunta de dónde estarán, los Galán responden que quieren buscar una identidad propia y situarse como “soldados” de un partido que aún está por hacerse y que tendrá que encontrar sus líderes.
Mientras se definen, aprovechan su momento y el foco que les ha dado la decisión judicial. “Yo creo que mi papá nos está mirando como mucho cuidado, diciendo ojo con lo que tienen. Espero que nos guíe desde donde está. Nosotros no solo unos jóvenes que queremos hacer política, sino que tenemos la responsabilidad de respetar un legado y defenderlo”, finaliza Carlos Fernando.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS América y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la región