Los días tristes del payaso Grillo

El cómico genovés, fundador del Movimiento 5 Estrellas y una de las personas más influyentes de la última década política en Italia, sume a su partido en el caos

Beppe Grillo salía de un hotel de Roma tras un encuentro del M5S el pasado 28 de febrero.Antonio Masiello (Getty Images)

Beppe Grillo (Génova, 72 años) tiene estos días un aire a viejo payaso triste y crepuscular. El cómico más influyente de las últimas décadas en Italia ya no hace gracia ni provoca aquel magnetismo visionario con sus ideas. Y puede que el de estos días, como en aquella película de Federico Fellini (Ginger y Fred, 1986) donde dos viejos bailarines se reencontraban para su última y patética actuación, haya sido el espectáculo final antes del desmembramiento de la criatura política que empezó a forjar en 2007 alrededor ...

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Beppe Grillo (Génova, 72 años) tiene estos días un aire a viejo payaso triste y crepuscular. El cómico más influyente de las últimas décadas en Italia ya no hace gracia ni provoca aquel magnetismo visionario con sus ideas. Y puede que el de estos días, como en aquella película de Federico Fellini (Ginger y Fred, 1986) donde dos viejos bailarines se reencontraban para su última y patética actuación, haya sido el espectáculo final antes del desmembramiento de la criatura política que empezó a forjar en 2007 alrededor de un blog. El cómico, de un desbordante instinto para intuir siempre lo que quería oír su platea y transformar al público en incondicionales, ha provocado un terremoto esta semana al desacreditar al ex primer ministro Giuseppe Conte como nuevo líder del Movimiento 5 Estrellas (M5S) después de haberle elegido él mismo: “No tiene visión política ni capacidad de gestión”. Quiso romper una vez más, someter al resto y demostrar quién mandaba. Pero esta vez su legión de fieles no le ha seguido.

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Grillo se había apartado desde hacía tiempo de la primera línea política.

Después del éxito en las elecciones de 2018, cuando el M5S se convirtió en la fuerza más votada de Italia con un 33% de apoyo y logró formar gobierno con la Liga, el showman decidió ceder el liderazgo político al joven Luigi Di Maio (hoy ministro de Exteriores). El cómico se reservó el título de “garante” de la formación: una suerte de guía espiritual y propietario de la formación que había creado más de una década atrás. El M5S era el experimento político más extraño que había visto Europa. Pero las crisis, la fuga constante de parlamentarios, y el fracaso del liderazgo de Di Maio le obligaron a volver para poner orden. O eso interpretó él.

Los últimos meses han sido duros. También en casa. Su hijo se encuentra a la espera de un juicio por una presunta violación en grupo a una chica en su casa de Cerdeña. Grillo desapareció un tiempo. Y luego quiso ayudarle defendiéndole en un histriónico vídeo hace algunos meses. Lo hizo a gritos, poniendo groseramente en duda la versión de la chica, también la investigación judicial. Y solo empeoró las cosas. “Desde entonces no ha vuelto a ser el mismo”, explica una persona que solía tratarle y recuerda a un hombre que llegó a ser “una fuerza de la naturaleza” y que salía de los encuentros políticos disfrazado con un casco de astronauta.

Humor variado y radical

El cómico genovés se curtió en sus comienzos con un humor variado y radical en la televisión. En 1986, cuando ya era un showman reputado, fue despedido de la RAI por un chiste sobre los socialistas y Bettino Craxi, que entonces presidía el Consejo de Ministros. “Si en China son todos socialistas, ¿entonces a quién roban?”, soltó simulando una conversación entre el entonces primer ministro y un asesor. La televisión pública ―eso él ya debía saberlo― no admitía este tipo de bromas. Pero el despido terminó haciéndole un favor a Grillo, que empezó a buscarse la vida con espectáculos en teatros y salas de fiesta.

La línea ya no se separó de los temas públicos, la política, las grandes empresas que manejaban el país o el constante ataque a los periodistas (como en su actuación de San Remo en 1989). Eran los tiempos de las grandes quiebras, como Parmalat, y los escándalos de corrupción que provocaban enormes casos judiciales y suicidios. Sus ideas ya rozaban entonces un cierto anarquismo. Era vehemente y algo dictatorial con quien tenía alrededor, aseguran quienes le conocían. Pero Grillo cultivó una imagen de sí mismo próxima al estereotipo de genio loco. Y logró hacer de su incoherencia su mejor tarjeta de visita.

El fundador del M5S siempre necesitó enemigos. Y a comienzos de los años 2000, en paralelo a su oposición callejera a Silvio Berlusconi, empezó a despotricar de internet. Destruía ordenadores en sus espectáculos, se reía de lo que definía como la chorrada.com y de su poder capitalista. “Internet tenía que ser un sistema democrático para hacernos trabajar menos, pero trabajamos cinco horas más”, gritaba enardeciendo a su público. Pero Grillo también cambió de opinión sobre eso cuando conoció a Gianroberto Casaleggio, un empresario dedicado a la comunicación digital que le abrió las puertas de ese mundo que despreciaba y le permitió fundar su blog. Aquel era un tiempo donde apenas había voces fuertes en la Red y Grillo entendió el potencial de aquel instrumento. Su bitácora se convirtió en una de las más seguidas del mundo.

La primera reunión presencial de los inscritos a su blog se organizó en 2007. La llamó Vaffa day, la abreviación de Vaffanculo (a tomar por el culo). Al frente a los llamados Meetup (las células que agrupaban zonas geográficas y discutían los temas propuestos por Grillo) se encontraban jóvenes que años más tarde se convertirán en dirigentes, como Luigi Di Maio o el actual presidente de la Cámara de Diputados, Roberto Fico. Se conocieron, se organizaron. Escribieron un decálogo de leyes bajo la premisa de que serían absorbidas por la Constitución italiana, que prevé las normas de iniciativa popular.

Comenzaron a hablar de los temas que luego fueron centrales en el movimiento: expulsión de la política de los condenados, defensa del agua pública, límite de mandatos… Algunos postulados tenían un aroma progresista, otros eran un perfecto ejemplo de protopopulismo inspirado en mucho de lo que el fiscal Antonio Di Pietro, que había liderado pocos años antes el mayor caso contra la corrupción en Italia (Mani pulite), había introducido en su partido Italia dei Valori. Pero anticiparon lo que pasaría en el mundo un lustro después.

El 4 de octubre de 2009, día de San Francisco (por su voto de pobreza), se fundó el M5S. Un artefacto político de pretendida participación directa diseñado contra la denominada casta, el poder, las instituciones. Era suyo, su invento. Y lo registró. Solo cuatro años después, sin ni siquiera un candidato, ganaron las elecciones y se convirtieron en el centro de la política en Italia pese a que no pudieron gobernar.

“El grillismo fue una pura rebelión, ese `a tomar por culo´ a todo lo que supusiera una forma de control”.
Giovanni Orsina, politólogo

El politólogo Giovanni Orsina cree que “es un caso extraordinario”. “Tardaremos años en saber qué es exactamente esta criatura. La rebelión contra las instituciones ha tomado en muchos países una forma que podía reconducirse a una lógica política: Podemos, Ciudadanos, Boris Johnson, Le Pen… Todo ello respondía a esquemas políticos. Pero el grillismo fue una pura rebelión, ese `a tomar por culo´ todo lo que supusiera una forma de control. Pero la sustancia del mensaje era solo esa. No tenían ni idea de qué iban a hacer luego. Y cuando la rebelión se transformó en propuestas, muchos se descolgaron”. El M5S ha perdido 101 parlamentarios en solo tres años de legislatura (el 30% de los que logró en 2018).

Un cómico debería intuir que las cosas van mal cuando tiene que explicar sus chistes. La semana pasada Grillo publicó dos vídeos. El primero lo usó para despreciar y humillar a Conte con un número cómico. Parecía seguro de sí mismo. En el segundo, un día después y visto el caos que había generado el anterior, trató de justificarse alegando que solo había hecho un par de bromas.

Por primera vez sus seguidores le criticaron en las redes. Hubo runrún entre sus parlamentarios fieles, figuras importantes del movimiento se desmarcaron y amenazaron con largarse del partido si esa es la línea que se fija. La mayoría querían a Conte, y el ex primer ministro olió la sangre. Ese día decidió salir de casa, donde le esperaban las cámaras, vestido de arriba a abajo para jugar al tenis ―quién sabe si llegó a la pista― mostrando tranquilidad. Justo lo que hubiera hecho Grillo cuando su público todavía reía.

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