Caza al militar ultraderechista antivacunas en Bélgica
Cerca de 400 efectivos buscan al soldado que amenazó de muerte al virólogo estrella del país
Un soldado ultraderechista armado al que apodan el Rambo belga, de 46 años, calificado de “peligroso” y bajo la lupa antiterrorista, se ha convertido en el enemigo público número uno de Bélgica, después de que se le perdiera la pista el martes pasado en unos bosques. Jürgen Conings, veterano de varias guerras, rapado, musculoso, con el cuerpo lleno de tatuajes, y con un odio larvado contra las estrictas medidas impuestas por el Gobierno durante la pandemia, se esfumó tras robar armas en un cuartel y amenazar de muerte, entre otros, al virólogo estrella del país que acoge las institucion...
Un soldado ultraderechista armado al que apodan el Rambo belga, de 46 años, calificado de “peligroso” y bajo la lupa antiterrorista, se ha convertido en el enemigo público número uno de Bélgica, después de que se le perdiera la pista el martes pasado en unos bosques. Jürgen Conings, veterano de varias guerras, rapado, musculoso, con el cuerpo lleno de tatuajes, y con un odio larvado contra las estrictas medidas impuestas por el Gobierno durante la pandemia, se esfumó tras robar armas en un cuartel y amenazar de muerte, entre otros, al virólogo estrella del país que acoge las instituciones europeas.
El científico, Marc van Ranst, de 55 años, ha sido trasladado con su familia a una “casa segura” protegida por la policía. El ultraderechista seguía este sábado en paradero desconocido, pero la pista se centra en el parque nacional de Hoge Kempen, una frondosa reserva en el este de Bélgica, en la región flamenca, a un paso de la frontera con Países Bajos y Alemania. El caso ha elevado la alarma sobre la amenaza que representan los lobos solitarios relacionados con el auge de la ideología de extrema derecha en Bélgica y otros países de Europa.
Este viernes, cuando el militar llevaba ya 72 horas oculto en esos bosques, cerca de 400 efectivos policiales y militares peinaban un área de unas 12.000 hectáreas. “Está todo bajo control”, asegura Jos Lantmeeters, el gobernador de la provincia de Limburgo, junto a una de las entradas del parque. En el camping se ha instalado el puesto de mando del gabinete de crisis para dar caza a Conings. Las palabras de tranquilidad del gobernador contrastan con el intenso trajín de vehículos de fuerzas y cuerpos de seguridad que van y vienen por las carreteras de la zona y han roto la paz de Maasmechelen, la localidad situada al borde de la reserva, por donde circulan acorazados y camiones repletos de militares armados hasta los dientes, evocando escenas de guerra. Las mezquitas del pueblo, otro posible objetivo del ultraderechista, también han sido protegidas por policías armados. Incluso han llegado refuerzos desde Países Bajos y Alemania.
Mientras prosigue la búsqueda, la prensa belga trata de descifrar quién es exactamente Jürgen Conings y qué ha fallado para que escapara. Se trata de un francotirador especializado, profesor de tiro, reclutado por las Fuerzas Armadas en 1992, con experiencia en misiones en Yugoslavia, Bosnia, Kosovo, Líbano, Irak y Afganistán, según el diario flamenco Het Laatste Nieuws, lo que potencialmente le permitirá sobrevivir durante semanas en la naturaleza. Divorciado. Padre de dos hijos. “Un antivacunas”, le define un colega en Dernière Heure.
El lunes por la mañana, Conings abandonó su domicilio y ya no regresó. Fuentes citadas por la prensa local aseguran que dejó una nota en la que amenaza con lanzar “un ataque contra el régimen y contra los virólogos” y asegura que peleará hasta el final. Cometió un robo de armamento en un cuartel; dejó sus condecoraciones militares en la tumba de sus padres; algunos medios aseguran que fue descubierto rondando la vivienda del científico Marc van Ranst. “Las intenciones del hombre, según la investigación inicial, parecen ser potencialmente agresivas hacia las instituciones o personalidades”, asegura la Fiscalía en un comunicado. El martes la policía encuentra su Audi Q5 cerca del parque natural. En el interior del vehículo había cuatro lanzacohetes antitanques. “El individuo probablemente esté aún en posesión de un armamento más ligero”, añade la Fiscalía. Se esfuma en el bosque, tal y como hacía Sylvester Stallone en Acorralado, la primera película de Rambo.
El ministro de Justicia, Vincent Van Quickenborne, afirmó el jueves que “la investigación judicial muestra que no se trata de un acto impulsivo”. “El hombre se ha preparado para este acto desde hace días. Es alguien que está en la lista de terroristas. Es muy peligroso”, continuó sobre el caso.
La amenaza que representa este individuo ha sido elevada al nivel 4, el máximo (aunque la del país sigue a nivel medio). La crisis ha puesto en cuestión los sistemas de seguridad e inteligencia belgas, que en teoría tenían al individuo bajo el radar; formaba parte de los cerca de 50 ultraderechistas seguidos por la Oficina de Coordinación de Análisis de Amenazas (OCAM), el órgano de inteligencia sobre terrorismo, extremismo y radicalización de Bélgica que, aunque el año pasado calificó la amenaza terrorista de extrema derecha como “limitada”, sí alertaba: “No es inconcebible que un ‘actor solitario’ pueda ser manipulado por esta ideología para cometer un atentado”. Otros 30 militares belgas en activo se encuentran en las listas de seguridad del Estado por su radicalismo de ultraderecha.
La crisis ha golpeado al actual Gobierno de coalición, acusado de miopía. La ministra de Defensa, Ludivine Dedonder, fue sometida el jueves a un intenso interrogatorio en el Parlamento; ella, socialista, ha lanzado una investigación interna, y se ha defendido señalando el silencio que ha guardado sobre el caso el partido Vlaams Belang, una de las formaciones políticas de ultraderecha más radicales de Europa, a la que ha acusado de “soplar las brasas” que calientan el extremismo. Mientras, el primer ministro, el liberal Alexander de Croo, se preguntaba “cómo alguien activo en el seno de la defensa, que se encuentra en las listas de Seguridad como una persona de ideas extremistas y que ya ha proferido amenazas, tenía acceso a armas y las ha podido empuñar”.
Suena el tono del teléfono y la voz grave de Van Ranst responde al otro lado. No puede decir dónde se encuentra. Pero sí cómo se encuentra: “Aburrido hasta la médula”. Desde la casa segura en la que está, el virólogo no ha perdido el sentido del humor. Conocido desde hace tiempo por sus posturas de confrontación contra la extrema derecha, el catedrático de la Universidad de Lovaina se ha convertido en este último año y medio marcado por el coronavirus en una de las voces científicas más reputadas del país. Su defensa de las estrictas medidas de confinamiento impuestas para atajar la pandemia ha agitado el avispero de sus enemigos.
Van Ranst ha necesitado protección policial desde el verano pasado, cuando comenzó a recibir amenazas de muerte. Pero esta vez, en el punto de mira de un radical en posesión de cuatro lanzacohetes, la cosa se ha tornado más oscura. Al teléfono, dice no tener miedo, sobre todo si echa un vistazo a los seis policías armados que vigilan su guarida. Pero Van Ranst alerta de la peligrosa amalgama que está generando la fusión entre la ultraderecha y un movimiento que cuestiona la veracidad de la pandemia: “Son propensos a tener estas fantasías. Se creen cada noticia falsa, cada teoría de la conspiración”. En las amenazas que recibe por correo, redes sociales y teléfono, le desean habitualmente la muerte por “cometer crímenes contra la humanidad”, explica. “Los más moderados creen que un nuevo tribunal de Núremberg sería necesario para todos los virólogos del mundo”.
El científico señala a la ultraderecha vinculada al partido flamenco Vlaams Belang, una formación que triplicó sus votos en las últimas elecciones (2019) convirtiéndose en la segunda fuerza más apoyada del país, como responsable de alimentar esta espiral creciente de odio: “Algunos de sus líderes lo están fomentando al ser igualmente insultantes y denigrantes”, denuncia. “Y eso genera la atmósfera adecuada para que algunos decidan ir un paso más allá y afirmar: ‘Sí, digamos que debe ser asesinado”.
Este mismo cóctel se propaga por distintos rincones de la UE. En Alemania, por ejemplo, los servicios de inteligencia han puesto bajo vigilancia recientemente a un movimiento negacionista llamado Querdenker (pensamiento lateral) que se opone a las vacunas y los confinamientos, y que está vinculado con la extrema derecha. Van Ranst reclama la necesidad de“una formación científica mucho más sólida” en las escuelas para apoyar el pensamiento racional desde la infancia. Y cree que los extremistas de derechas deberían dejar de tener “vía libre” para extender sus mensajes.
Mientras la búsqueda de Conings prosigue, un grupo recién nacido en Facebook creado en apoyo al militar (se llama “Como uno detrás de Jürgen”) suma ya más de 25.000 seguidores. El virólogo Van Ranst ha denunciado su contenido “de odio” con “llamadas a la violencia” y reclamado su cierre. El creador del grupo, que asegura no ser un extremista, pone el foco en la fábula de un militar que ha cumplido con su deber de defender al país: “Jürgen luchó por la misma gente que ahora le persigue. ¿No os da vergüenza?”.
Conings también ha recibido el abrazo virtual de Tomas Boutens, una persona influyente de la ultraderecha flamenca, exdirigente de la banda neonazi Sangre, Tierra, Honor y Lealtad, también veterano de guerra, y condenado en 2014 por difundir ideología violenta y preparar ataques. Boutens ha expresado a través de Facebook su apoyo a un “hermano de armas” con quien coincidió en Afganistán. “Donde quiera que estés, no estás solo”.
El apoyo a Conings también llega a las calles por donde circulan los vehículos de los soldados que le están dando caza, mostrando que el fermento de algo peligroso flota en el ambiente de Bélgica. “No quiero que lo atrapen”, dice un hombre con pelo largo, sin mascarilla, con piercings en los labios y al que le asoman los tatuajes bajo una sudadera de la marca Yakuza, que suelen vestir en círculos de extrema derecha. Es vecino de la zona y asegura que ha coincidido en ocasiones con Conings en el gimnasio; ha acudido hasta la zona para hacerse unos selfis con el móvil. Se retrata junto a los furgones policiales que bloquean el acceso al parque natural. En la espalda de la sudadera, dos pistolas flanquean a un Jesucristo clavado en la cruz.
Otro vecino, llamado Eric, un jubilado con gorra del departamento de policía de Nueva York, pone el foco sobre el estrés postraumático que quizá sufriera el militar. “Cuando regresas de la guerra, necesitas ayuda”, dice evocando una posible causa de la actuación de Conings –“se le fue la mente”– y trazando así cierto paralelismo con la primera película de Rambo, una reflexión sobre el abandono que sufrieron los militares de Vietnam al regresar a casa. Eric conoce desde niño estos campos. Mirando hacia el bosque, especula: “No está aquí. Es imposible, ya se ha escapado”. Aunque también asegura que un soldado de élite podría aguantar escondido en él durante semanas: hay agua y animales.