Roma recupera su pedestal más famoso
Una policía vuelve a dirigir el tráfico en el icónico podio de la Piazza Venezia, centro del caos circulatorio de la capital italiana
Si, como dice el tópico, todos los caminos llevan a Roma, dentro de la Ciudad Eterna casi todas las calles van a parar a la céntrica Piazza Venezia. El tráfico es abrumador en la mayor parte de la capital, pero la plaza, abierta a más de 10 avenidas, puede considerarse el centro del caos circulatorio en la capital italiana.
En ese cruce, tan anárquico como fascinante, autobuses procedentes de la Via Nazionale confluyen con motos que salen de la Via del Corso, con monopatines o bicicletas que llegan de la zona de los Foros Imp...
Si, como dice el tópico, todos los caminos llevan a Roma, dentro de la Ciudad Eterna casi todas las calles van a parar a la céntrica Piazza Venezia. El tráfico es abrumador en la mayor parte de la capital, pero la plaza, abierta a más de 10 avenidas, puede considerarse el centro del caos circulatorio en la capital italiana.
En ese cruce, tan anárquico como fascinante, autobuses procedentes de la Via Nazionale confluyen con motos que salen de la Via del Corso, con monopatines o bicicletas que llegan de la zona de los Foros Imperiales, o con coches que vienen o van hacia el Campidoglio o el Parlamento. A ello se suman los numerosos peatones que cambian de calle o cruzan al centro de la glorieta para fotografiar el Altar de la Patria, el imponente monumento que corona la plaza. Todos fluyen en esta jungla de vehículos, solo interrumpida por la pandemia, con una agilidad que deja perplejo. Y sin ningún semáforo.
En el centro, y ya desde los años veinte, solía colocarse sobre una peana un guardia urbano con casco y guantes blancos, quien, en una constante coreografía, acometía la ingente labor de poner orden en el tránsito, fuese con lluvia, con viento o bajo el sol de justicia de los sofocantes veranos romanos.
La figura del agente, apodado “director de orquesta” y retratado en numerosas películas e infinidad de postales, se había convertido en un símbolo de la ciudad, desaparecido el último año por las obras en la plaza.
Recientemente, ha vuelto a su clásico podio, que primero fue de madera, después de hormigón y ahora es retráctil para evitar incidentes. Su regreso también se percibe como cierta vuelta a la normalidad tras el duro confinamiento de la pasada primavera, que vació el centro de la ciudad. Un policía local lo interpreta así: “La vuelta del agente simboliza también la vuelta del tráfico, la vida, el ruido, al centro, que nunca había estado tan desértico. Es una bonita estampa”.
También supone una ocasión especial porque, después de un tiempo, una mujer vuelve a controlar el tráfico en este punto clave de la ciudad. Aunque no es la primera vez que una agente desempeña esa función, resulta más habitual que sean policías varones los que ocupen el podio. La agente encargada de ello, Cristina Corbucci, ha declarado a los medios locales que para ella es un honor y una “gran responsabilidad” representar a las mujeres de la policía. “En las últimas oposiciones hemos entrado más mujeres que hombres. Es justo que haya una representación pública de la parte femenina del cuerpo”, ha dicho. Y ha añadido: “Estamos muy cerca de los automovilistas y se oyen sus comentarios. Me hace gracia que las mujeres, cuando pasan, se sorprenden y algunas me animan”. Fuentes de la policía local indican que se está formando a varios agentes para el puesto, “cada vez con mayor presencia femenina”.
Franco Teppi bromea desde su moto mientras está parado en un paso de peatones en la zona: “El vigilante de esta plaza debe de ser el único agente de tráfico apreciado por los romanos”. De hecho, antes era costumbre que el día de Reyes se dejaran regalos en el podio para los policías. Esas muestras de aprecio con alguien cuya función principal es poner orden y castigar las infracciones de tráfico resultan algo poco común entre los romanos.
Parte de la responsabilidad de ese insólito cariño la tiene el actor y director Alberto Sordi, quien en su película El alcalde, el guardia y la jirafita (1960, Il vigile, en su título original) interpreta a un policía novato recién llegado a un puesto cuando menos crítico que se convirtió en un icono. En 2012, Woody Allen fichó a un guardia real, Pierluigi Marchionne, para su A Roma con amor tras verlo en acción. Entonces se dijo que el cineasta estadounidense reescribió ligeramente el guion para incluir la escena.