El líder laborista británico rechaza subir impuestos y propone una alianza entre izquierda y empresarios
Starmer culpa a una década de austeridad conservadora de las elevadas cifras de la pandemia
Cuando tu rival, el Partido Conservador de Boris Johnson, ha dejado aparcada la disciplina fiscal y reventado las arcas del Estado para hacer frente a la pandemia, la respuesta del laborismo solo puede ser radical. En el sentido literal del término, que no es otro que atajar la raíz del problema. El líder laborista, ...
Cuando tu rival, el Partido Conservador de Boris Johnson, ha dejado aparcada la disciplina fiscal y reventado las arcas del Estado para hacer frente a la pandemia, la respuesta del laborismo solo puede ser radical. En el sentido literal del término, que no es otro que atajar la raíz del problema. El líder laborista, Keir Starmer ha presentado este jueves la propuesta económica de la oposición para salir de la mayor crisis vivida en el Reino Unido en épocas recientes, y tiene el aroma del Nuevo Laborismo de Tony Blair. Nada de subir los impuestos, de momento, y la búsqueda de una alianza con los empresarios para sacar al país de una situación de desigualdad socioeconómica que ha multiplicado las muertes por la covid-19.
“Podemos regresar a la misma economía que ha provocado inseguridad e injusticia en el pasado, expuesta por el virus de un modo particularmente cruel, o aprovechar el momento y dirigirnos a un futuro que no se va a parecer en nada al pasado”, ha dicho Starmer en un tono épico al que no ayudaba la frialdad del aislamiento de una videoconferencia.
Un año después de su elección al frente del partido, que supuso un rechazo a las formas y mensajes de izquierdas de su antecesor, Jeremy Corbyn, Starmer ha anticipado su obligada respuesta al proyecto presupuestario que el Gobierno de Johnson presentará a principios de marzo para intentar recuperar la iniciativa en el debate público. El ministro de Economia, Rishi Sunak, siente sobre sus espaldas la presión de un ala conservadora que reclama la vuelta a la disciplina fiscal, y el fantasma de nuevos recortes solo puede conjurarse con subidas de impuestos. En busca del revulsivo en forma de titular, el líder de la oposición ha expresado su rechazo a esta posibilidad: “No es el momento para subir los impuestos ni a las empresas ni a las familias. Derrocharíamos los sacrificios realizados el año pasado y ahogaríamos nuestra recuperación”, ha dicho Starmer.
No se ha explayado en los detalles de su propuesta, pero el laborista ha intentado dar solidez a su discurso apoyándose en dos informes de importancia crucial en la historia británica. Uno es una leyenda gloriosa del pasado. El otro, la denuncia descarnada del secreto que explica por qué la pandemia ha sido tan lacerante en el Reino Unido. Por un lado, Starmer ha reclamado el ímpetu del informe Beveridge, el texto desarrollado por el político liberal William Beveridge a finales de la Segunda Guerra Mundial que sentó las bases del Estado del bienestar y supuso la creación de la Seguridad Social o el Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés).
Por otro, ha utilizado el estudio del epidemiólogo Sir Michael Marmot, director del Instituto de Equidad en Salud, Build Back Fairer: The Covid-19 Marmot Review (Por una reconstrucción más justa: informe Marmot sobre la covid-19), que revisa un texto previo que denunció el estado de la salud del país al inicio del último periodo conservador. Su conclusión sirve para explicar en parte la trágica distancia del Reino Unido respecto a otros países europeos en el combate de la pandemia. Bolsas regionales de marginación y pobreza, obesidad, diabetes, alcoholismo, familias hacinadas en infraviviendas y trabajadores sin otra opción que salir de casa para obtener ingresos. Una esperanza de vida estancada desde hace una década, que ha descendido hasta cinco años algunas zonas. Los más perjudicados, en su mayoría, minorías raciales y étnicas a las que el virus ha golpeado con virulencia. El norte y el centro de Inglaterra, y al menos una decena de barrios de Londres, con cifras de contagios notablemente superiores a las del sur del país.
“La covid-19 se ha deslizado por las grietas y fisuras de nuestra sociedad y ha forzado su apertura, con consecuencias trágicas”, ha denunciado Starmer. “Es el resultado inevitable de una década de decisiones guiadas por la idea de que el Gobierno no puede intervenir en los mercados (...). La pandemia ha descorrido las cortinas para mostrarnos cómo se han hecho hasta ahora las cosas”.
Las propuestas de Starmer no han agradado a los críticos internos del partido, los poderosos restos del corbynismo que acusan al líder actual de girar a la derecha y ser blando en sus ataques a Johnson. No les ha gustado su idea de “abrazar a los empresarios y construir, con ellos y con los ciudadanos, una nueva alianza”. Propone el líder de la oposición mantener y ampliar las rebajas fiscales, las ayudas directas y los ERTE aprobados provisionalmente por el actual Gobierno conservador. Y aliviar el peso de la deuda de muchos negocios, con demoras de la deuda similares a las que tienen ahora los estudiantes universitarios: que paguen solo cuando empiecen a tener nuevos ingresos. “Su discurso no ha mostrado ambición alguna, y tiene poca sustancia. No podemos ganar en 2024 con la simple promesa de que vamos a gestionar mejor el mismo sistema”, ha respondido la corriente interna laborista Momentum, el aliado más fiel de Jeremy Corbyn durante sus años de liderazgo.
El mundo empresarial británico, sin embargo, ha acogido con agrado las palabras del líder de la oposición. “Han sido 12 meses increíblemente difíciles, y resulta especialmente bienvenido que Starmer proponga cosas como ayudar a la gente a poner en marcha nuevas empresas”, ha dicho Mike Cherry, el presidente de la Federación de Pequeñas Empresas del Reino Unido.
Starmer, cuidadoso en sus formas y en su presencia, está convencido de que el Partido Laborista solo podrá volver al Gobierno si los ciudadanos creen que está capacitado para gestionar con seriedad la economía. Poco a poco, las encuestas le han ido aproximando a un Partido Conservador que, a pesar de Johnson, mantiene el liderazgo. “Mientras yo esté al mando, la prioridad del Laborismo será siempre la responsabilidad fiscal. Me tomo muy en serio el esfuerzo con que la gente gana el dinero, y sé que esperan que el Gobierno tenga el mismo cuidado. Para invertir de un modo sabio y no gastar lo que no nos podemos permitir”, ha dicho.
Recuperaba Starmer la frase del primer ministro Harold Wilson, que aseguró aquello de que “el laborismo solo puede ser una cruzada moral, o no será nada”, para intentar convencer a los votantes progresistas del Reino Unido de que “no se puede volver a lo de siempre” y el país necesita un revulsivo. Se enfrenta, sin embargo, a un discurso como el de Johnson, que, en esencia, brinda las mismas promesas de grandes inversiones y una mayor nivelación de las regiones. Es un dilema entre la confianza que uno u otro líder sea capaz de transmitir. Como ha señalado en Twitter Philip Collins, el autor de algunos de los discursos más memorables de Tony Blair, “el laborismo tiene difícil encontrar la crítica justa y tomar la medida a un Gobierno que —simplificando un poco— es de derechas en lo cultural y de izquierdas en lo económico”.