La junta birmana impone la ley marcial en varias ciudades ante el auge de las protestas contra el golpe

Aumentan las tensiones entre las fuerzas de seguridad y los ciudadanos que salen a la calle para reclamar la vuelta de la democracia

La policía usa un cañón de agua contra los manifestantes que protestaban este lunes contra la junta militar en Naypyidaw, la capital política de Myanmar.Vídeo: STRINGER / REUTERS / REUTERS-QUALITY

Crecen las tensiones en Myanmar entre las fuerzas de seguridad y los ciudadanos que protestan cada vez con mayor energía contra el golpe de Estado de hace una semana y la junta militar que ha quedado al mando. Después de la jornada de este lunes en la que se han visto las protestas más numerosas hasta el momento y una huelga general que han paralizado el país, las autoridades castrenses han declarado la ley marcial en varias de las principales ciudades, donde se ha impuesto un toque de queda entre las ocho de la tarde y las cuatro de la mañana, se han prohibido reuniones de más de cinco person...

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Crecen las tensiones en Myanmar entre las fuerzas de seguridad y los ciudadanos que protestan cada vez con mayor energía contra el golpe de Estado de hace una semana y la junta militar que ha quedado al mando. Después de la jornada de este lunes en la que se han visto las protestas más numerosas hasta el momento y una huelga general que han paralizado el país, las autoridades castrenses han declarado la ley marcial en varias de las principales ciudades, donde se ha impuesto un toque de queda entre las ocho de la tarde y las cuatro de la mañana, se han prohibido reuniones de más de cinco personas y han quedado vetados los discursos públicos.

La medida se aplicará en dos distritos de Yangón, la capital económica; Mandalay, la segunda ciudad del país, Monywa (centro), Loikaw, en el este, y Hpsaung, en la franja central de la costa en el oeste.

La declaración de la ley marcial se ha producido después de que la junta haya amenazado con represalias contra los manifestantes, a los que han acusado de poner en peligro la seguridad y la estabilidad del país y el Estado de derecho. La comunicación de este lunes, emitida por el canal de la televisión estatal MRTV, después de una semana de protestas pacíficas, hace temer una respuesta más contundente de las autoridades militares contra las movilizaciones en los próximos días.

Este lunes, la policía birmana ya había recurrido a un cañón de agua para disolver una marcha de trabajadores en la capital, Naypyidaw, contra la junta militar, uno de los numerosos actos de desafío que se han celebrado por toda Myanmar, la antigua Birmania, contra el golpe de Estado perpetrado hace exactamente una semana. A las manifestaciones por todo el país se había sumado esta jornada la convocatoria de la huelga general, que ha tenido especial incidencia en Yangón, la capital económica y principal ciudad del país.

La manifestación en Naypidaw, la capital política, ha sido especialmente simbólica: esta ciudad de nueva creación se diseñó en los últimos años de la dictadura castrense (1962-2011) con un trazado abierto y avenidas muy amplias para, precisamente, impedir aglomeraciones multitudinarias de protesta.

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“¡Abajo la dictadura militar¡; ¡Libertad para los presos políticos!”. Coreando estos lemas, decenas de miles de personas, en su mayoría jóvenes, han salido a las calles del país para reclamar el restablecimiento de la democracia y la puesta en libertad de los líderes del Gobierno civil detenidos desde el lunes, la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, de 75 años, y el presidente Win Myint, de 69.

Desde primera hora de la mañana decenas de columnas de manifestantes, muchos vestidos de rojo y negro —los colores de la Liga Nacional para la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés) de Aung San Suu Kyi—, han marchado hacia Sule, en el centro histórico de Yangón. Muchos llevaban pancartas en las que exigían la caída de la junta que encabeza el general Min Aung Hlaing o globos rosas y rojos. Filas enteras de vehículos se sumaban a la protesta con el sonido de sus bocinas.

Entre los participantes en la marcha, y el público que les aplaudía, había muchos brazos en alto con tres dedos apuntando al cielo: el gesto de rebeldía tomado de la saga cinematográfica Los juegos del hambre y que ya se había generalizado en las protestas estudiantiles en Tailandia surgidas el año pasado.

Muy presente ha estado, según narran testigos presenciales, el himno de las protestas de 1988 —en las que Aung San Suu Kyi se transformó en líder política contra la dictadura militar—, Kabar Makyay Bu, cantado con la melodía de Dust in the Wind, de la banda estadounidense Kansas.

Maestros y médicos con sus uniformes respectivos —el longyi o túnica tradicional en color verde y camisa blanca los unos, batas blancas los otros—, primeros gremios que se sumaron a la campaña de desobediencia civil lanzada la semana pasada y entre los que la huelga de este lunes ha sido más notable, se han sumado también a las marchas de protesta, según el digital independiente Frontier Myanmar. En Yangón, un grupo de monjes se ha unido a la manifestación con trabajadores y estudiantes. Han enarbolado banderas budistas multicolores junto con pancartas rojas con el color de la NLD.

“Los trabajadores sanitarios estamos encabezando esta campaña para urgir a los funcionarios a que se sumen”, declaró a la agencia Reuters Aye Misan, una enfermera en un hospital público en la misma ciudad. “Nuestro mensaje al público es que queremos abolir por completo este régimen militar y tenemos que luchar por nuestro destino”, subrayó.

El relator especial de Naciones Unidas para la antigua Birmania, Thomas Andrews, ha escrito que “los manifestantes en Myanmar continúan inspirando al mundo, con unas acciones que se propagan por todo el país”. Y ha agregado: “Myanmar se está poniendo en pie para liberar a todos los que han sido detenidos y para rechazar la dictadura militar de una vez por todas. Estamos con vosotros”.

El domingo, decenas de miles de personas participaron en lo que fueron las mayores manifestaciones en Myanmar desde 2007. Las protestas de entonces, apodadas la revolución azafrán por haber estado encabezada por monjes budistas, cuya túnica es de ese color, fueron reprimidas con violencia por las fuerzas de seguridad: en ellas murieron al menos tres monjes. Pese a todo, acabarían dando paso al proceso de transición democrática iniciado en 2011 e interrumpido el lunes pasado.

Las protestas, que incluyen también caceroladas nocturnas, no han dejado de crecer en tamaño desde que comenzó el golpe, pese a que ha continuado la campaña de detenciones y a los intentos de la junta militar por impedir las comunicaciones. Después de bloquear las principales redes sociales del país, incluida Facebook —con 22 millones de usuarios en una Myanmar, de 54 millones de habitantes—, este fin de semana las autoridades castrenses impusieron un apagón de Internet que se prolongó 24 horas.

Las manifestaciones se han extendido incluso a zonas habitadas por minorías étnicas que han sido muy críticas con el Gobierno de la NLD, entre ellas Myitkyina, la capital del Estado Kachin y a casi 1.500 kilómetros de Yangón, en una muestra del amplio rechazo que suscita el mandato militar.

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