Un marroquí se quema a lo bonzo tras ser estafado por las mafias de emigrantes

El hombre, de 23 años, se prendió fuego en Dajla justo cuando se cumple el décimo aniversario de la muerte del tunecino que desencadenó la ‘primavera árabe’

Soldados marroquíes reparten botellas de aceite entre los habitantes del barrio de Wakala, el martes 24 de noviembre en la ciudad de Dajla, en el Sáhara Occidental.Francisco Peregil

El marroquí Ussama Ahudik, de 23 años, se quemó este miércoles por la tarde a lo bonzo, delante de la comisaría central de Dajla, después de haber pagado el equivalente a unos 2.000 euros por viajar en patera hacia Canarias y resultar estafado. Ahudik fue trasladado al hospital Hassan II, en el centro de la ciudad saharaui, donde se encontraba aún con vida en la madrugada del jueves, pero en extrema gravedad.

El acto de protesta de Ussama ...

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El marroquí Ussama Ahudik, de 23 años, se quemó este miércoles por la tarde a lo bonzo, delante de la comisaría central de Dajla, después de haber pagado el equivalente a unos 2.000 euros por viajar en patera hacia Canarias y resultar estafado. Ahudik fue trasladado al hospital Hassan II, en el centro de la ciudad saharaui, donde se encontraba aún con vida en la madrugada del jueves, pero en extrema gravedad.

El acto de protesta de Ussama Ahudik se produjo un día antes de que se cumpla este jueves 17 de diciembre el décimo aniversario de la muerte del tunecino Mohamed Bouazizi, de 26 años, cuyo caso desencadenó la primavera árabe. Bouazizi era un vendedor ambulante de frutas en la pequeña ciudad de Sidi Buzid. Cada noche compraba por unos 150 euros la mercancía que vendía al día siguiente. De ganancia le quedaban unos ocho euros.

La desesperación de Bouazizi se colmó el día en que se negó a darle dinero a la policía para vender la fruta en su carromato. Una funcionaria le abofeteó, dos agentes le golpearon las piernas y le requisaron la mercancía. Bouazizi compró un bidón de gasolina de cinco litros y se prendió fuego delante de los dos agentes. Falleció en el hospital de Sfax, a 110 kilómetros de su pueblo, casi tres semanas después, el 4 de enero, a causa de las quemaduras. Dejó una deuda pendiente de 150 euros. Diez días después, un levantamiento popular sin precedentes provocó que el entonces presidente de Túnez, el dictador Zine el Abidine Ben Ali, huyera a Arabia Saudí, donde falleció en septiembre de 2019 a los 83 años. Las revueltas se extendieron en 2011 por la mayoría de los países árabes, derrocando a dictadores anclados en el poder desde décadas, como sucedió con el egipcio Hosni Mubarak o el libio Muamar el Gadafi.

Manifestación de jóvenes en Túnez el 19 de febrero de 2011, en el comienzo de la Primavera Árabe. FETHI BELAID (AFP)

Los casos del tunecino Bouazizi y del marroquí Ussama Ahudik tienen en común la desesperanza de una juventud cuyos sueños se ven aplastados día a día por el paro y la corrupción. En el mundo árabe casi la mitad de los jóvenes (42%) se plantean emigrar a causa de la falta de oportunidades en sus países, según reveló en octubre la última Encuesta sobre la Juventud Árabe.

Ahudik es natural del pueblo de Ait Baha, cercano a la ciudad de Agadir, que se encuentra a 1.177 kilómetros al norte de Dajla. Tanto él como unos 24 jóvenes marroquíes resultaron también estafados. “En este país 2.000 euros es mucho dinero”, comenta una habitante de Dajla que prefiere ocultar su nombre.

La ciudad de Dajla, de unos 150.000 habitantes y situada en el Sahara Occidental a 400 kilómetros de Mauritania, se ha convertido desde hace varios meses en la gran vía de escape de miles de marroquíes que emigran hacia Canarias. Más de la mitad de los 20.000 inmigrantes llegados a Canarias este año son marroquíes.

La semana pasada las autoridades marroquíes comenzaron a tomar medidas más contundentes contra la emigración irregular. El director general de Migración y Vigilancia de Fronteras, Jalid Zeruali, perteneciente al Ministerio del Interior, viajó a la región y al día siguiente fueron sustituidos varios funcionarios de su departamento. Se reforzaron los controles en el acceso a las zonas pesqueras y las mafias de emigración clandestina trasladaron a los emigrantes hacia el desierto, esperando que se despeje de nuevo la situación para volver a fletar viajes hacia Canarias.

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