Los alcaldes de Varsovia y Budapest se rebelan contra el veto al presupuesto de la UE

Los regidores de las dos capitales acusan a sus respectivos Gobiernos de priorizar sus “intereses egoístas” en vez de buscar una solución común de los Veintisiete frente a la pandemia

El alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski, en una rueda de prensa tras las elecciones presidenciales el 13 de julio de 2020, en Varsovia.AGENCJA GAZETA (Reuters)

Rafal Trzaskowski, alcalde de Varsovia, y Gergely Karacsony, regidor de Budapest, han enviado este martes una carta al Comité de las Regiones de la UE en la que acusan a los líderes de sus respectivos Gobiernos nacionales de anteponer sus “intereses egoístas” por su veto al presupuesto comunitario. La semana pasada, los Ejecutivos de Polonia y Hungría bloquearon la aprobación del fondo de recuperación para la covi...

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Rafal Trzaskowski, alcalde de Varsovia, y Gergely Karacsony, regidor de Budapest, han enviado este martes una carta al Comité de las Regiones de la UE en la que acusan a los líderes de sus respectivos Gobiernos nacionales de anteponer sus “intereses egoístas” por su veto al presupuesto comunitario. La semana pasada, los Ejecutivos de Polonia y Hungría bloquearon la aprobación del fondo de recuperación para la covid-19 y del presupuesto europeo 2021-2027, dotado en más de un billón de euros, por su rechazo a la vinculación de los fondos con el cumplimiento del Estado de Derecho. En la misiva, Trzaskowski y Karacsony, que son dos de los rostros más visibles de la oposición a los partidos ultraconservadores que dirigen estos países, sugieren a Bruselas que coopere “directamente” con las regiones de los Estados miembros. “Después de todo, muchos de los fondos europeos son gestionados por las autoridades locales”, ha declarado Trzaskowski a este periódico.

La postura de ambos regidores demuestra la gran fractura entre las capitales y grandes ciudades de Hungría y Polonia con respecto al resto del país. Trzaskowski, que gobierna Varsovia desde 2018, fue el candidato del partido de centro derecha Plataforma Cívica en las elecciones presidenciales de este verano, donde perdió por un ajustado margen con el candidato de la formación de Ley y Justicia (PiS), Andrzej Duda. Durante su mandato, el político, de 48 años, ha abanderado los derechos del colectivo LGTBI, lo que generó una oleada reaccionaria de los sectores más conservadores del país junto a la Iglesia católica. Su vocación europeísta le impulsa a recomponer los lazos de Varsovia con Bruselas. El edil representa a la Polonia más progresista, abierta y tolerante, contraria a la Polonia tradicional que defiende el PiS.

Lo mismo le sucede a su homólogo húngaro, Gergely Karacsony, que consiguió en 2019 arrebatar la alcaldía de Budapest al todopoderoso partido de Fidesz, liderado por Viktor Orbán. La victoria de este sociólogo ecologista, de 44 años, supuso el primer revés en las urnas del líder ultranacionalista que gobierna con mayoría absoluta en el país centroeuropeo desde hace una década. La elección de Karacsony, conseguida gracias a la unión de todos los partidos de la oposición a Orbán, trajo aire fresco y algo de esperanza a los sectores de la sociedad que se sienten abandonados por Orbán y que ansían encauzar la relación con la UE.

La noticia del veto de los Gobiernos de Polonia y Hungría al presupuesto europeo, cuando estos dos países pertenecen al grupo de Estados miembros que más ayudas recibe de la UE, ha generado un gran revuelo internacional, y también dentro de sus fronteras. A pesar de la deriva autoritaria de ambos Ejecutivos, -lo que ha provocado que Bruselas lance una ofensiva para frenar a los que en su día fueron dos alumnos modélicos de integración-, la sociedad húngara, pero sobre todo la polaca, siguen defendiendo el proyecto comunitario.

En 2019, más del 50% de la población húngara (9,8 millones de habitantes) tenía una imagen positiva de la UE y confiaba en las instituciones comunitarias, según datos del Eurobarómetro. El apoyo europeísta en Polonia, con 38 millones de habitantes, supera el 90%. Habrá que ver cómo los ciudadanos de ambos países, duramente castigados por la segunda ola de la pandemia, sobre los que se cierne la amenaza de una recesión leve después de años de crecimiento económico, están dispuestos a apoyar el órdago que sus dirigentes han lanzado a Europa y cuyas consecuencias todavía están por ver.

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