La rebelión de los israelíes frente al confinamiento desafía a Netanyahu

Miles de manifestantes contra el primer ministro se echan a la calle en centenares de puntos por todo el país pese a la restricción de las protestas

La policía detiene a un manifestante, el sábado en Tel Aviv. En vídeo, imágenes de las protestas este fin de semana.Vídeo: REUTERS / ATLAS
Jerusalén -

No hay nada que un israelí deteste más que ser tomado por un freier, término hebreo equivalente a pringado. La proverbial inventiva judía se ha visto sometida a prueba este fin de semana, tras extremarse el confinamiento general contra la pandemia impuesto desde hace dos semanas. Miles de manifestantes se echaron a las calles en cientos de puntos de todo el país, a pesar de las nuevas restricciones, para reclamar por cuarto mes c...

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No hay nada que un israelí deteste más que ser tomado por un freier, término hebreo equivalente a pringado. La proverbial inventiva judía se ha visto sometida a prueba este fin de semana, tras extremarse el confinamiento general contra la pandemia impuesto desde hace dos semanas. Miles de manifestantes se echaron a las calles en cientos de puntos de todo el país, a pesar de las nuevas restricciones, para reclamar por cuarto mes consecutivo la dimisión de Benjamín Netanyahu, procesado por corrupción. En contra del criterio de los responsables sanitarios, el primer ministro que durante más tiempo ha ejercido el poder en Israel insistió en redoblar las limitaciones a las protestas. La oposición le acusó de poner coto a un derecho civil esencial.

Tanto el Gobierno como la Kneset (Parlamento) avalaron la semana pasada el plan de Netanyahu para constreñir las manifestaciones a un radio de un kilómetro de la vivienda habitual, en grupos separados de hasta 20 personas y sin sumar más de 2.000 asistentes. Como resultado del veto de facto a las protestas, solo unas pocas decenas de manifestantes se concentraron la noche de este sábado ante la residencia oficial del primer ministro en Jerusalén. En las últimas semanas, millares de israelíes llegados de todo el país habían atronado con sus gritos el centro de la Ciudad Santa tras el fin del Sabbat.

Aunque pudo acostarse sin el estruendo de los tambores y trompetillas, a Netanyahu le salió el tiro por la culata. Miles de ciudadanos volvieron a reclamarle que renuncie al cargo para afrontar su juicio por soborno, fraude y abuso de poder, pero esta vez desde cientos de poblaciones y distritos al unísono. La protesta fue secundada en Tel Aviv, donde se registraron concentraciones con más de un millar de asistentes.

Cuando la policía comenzó a identificar a los manifestantes para verificar si habían violado los límites del confinamiento estallaron los enfrentamientos, que se tornaron violentos al final de la noche. Los agentes –que emplearon cañones de agua y desplegaron unidades montadas a caballo contra la multitud– practicaron 38 detenciones y dejaron algunos contusionados, entre ellos, el veterano alcalde de Tel Aviv, el laborista Ron Hudai, quien resultó levemente herido en un brazo durante una de las cargas.

El recorte del derecho de manifestación ha reabierto las fisuras de la coalición gubernamental. Un ministro centrista, el titular de Turismo, Asaf Zamir, dimitió el viernes a consecuencia de la aprobación de las nuevas restricciones. Zamir, del partido Azul y Blanco encabezado por el ministro de Defensa, Benny Gantz, fue tajante: “No puedes seguir sentado en el Gobierno tras haber perdido la confianza en la persona que lo dirige”.

Después de haber desafiado a Netanyahu tres veces en las urnas en menos de dos años, el exgeneral Gantz acabó pactando con su rival para formar, el pasado mes de mayo, un Gabinete de emergencia frente al coronavirus. El acuerdo de coalición ha fracasado en su objetivo central. Si bien Israel superó con relativo éxito sanitario –aunque con graves repercusiones económicas– la primera ola de la pandemia, el sistema de salud se ha visto desbordado por el nuevo embate de la covid-19.

El Estado judío cuenta con una de las tasas de contagio per cápita más altas y los servicios de urgencias y de cuidados intensivos de los hospitales se hallan al máximo de su capacidad. La pasada semana se superó el listón de las 9.000 nuevas infecciones diarias detectadas. En contrapartida, Israel solo ha registrado desde marzo 1.692 muertes, de las que más de una tercera parte se han contabilizado en septiembre.

Negligencia de la minoría ultraortodoxa

Un grupo de adultos y niños judíos ultraortodoxos en una esquina de un barrio de Jerusalén sin respetar las normas por la covid-19 el 27 de septiembre de 2020.

La alineación en la pasada primavera de la desescalada para la reapertura de la economía con la reanudación las clases presenciales en todos los cursos de enseñanza obligatoria es vista como principal causa del descontrol israelí sobre la pandemia. La negligencia de la minoría ultraortodoxa –que representa un 12% de la población y concentra un 40% de los casos activos–, frente las directrices de autoridades sanitarias es considerada como otro segundo factor determinante. Las pruebas de detección de coronavirus superan el 25% de positivos en sus comunidades, donde viven hacinados en pisos familias muy numerosas y en las que los estudiantes de las yeshivas o escuelas rabínicas comparten dormitorios colectivos.

Además de cargar contra los manifestantes anti Netanyahu en el área metropolitana de Tel Aviv, la policía israelí también tuvo que intervenir el sábado en la cercana ciudad de Bnei Brack, feudo de los jaredíes en el centro del país, para cerrar dos decenas de sinagogas, según informa de The Times of Israel. El confinamiento reforzado prohíbe el rezo en el interior de los lugares de culto y solo lo permite en grupos de hasta 20 personas en el exterior.

En distritos ultraortodoxos de Jerusalén, como el de Mea Shearim, decenas de personas apedrearon a una patrulla policial que había acudido a sancionar a quienes no respetase las normas de confinamiento y la distancia de seguridad. “Tras largos años de capitulación de sucesivos Gobiernos, que en el caso de Netanyahu es pura estrategia de supervivencia política”, destacaba en su artículo editorial el diario Haaretz, “los temerosos de Dios son ahora un Estado dentro del Estado”.

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