“Estos no son incendios, son tormentas de fuego”

El Estado de Oregón se enfrenta a una catástrofe natural que sus servicios de emergencia solo habían visto por televisión y que anticipa cambios a largo plazo

Una vecina de Talent, a las afueras de Medford, Oregón, ante los restos de su casa calcinada. En vídeo, Oregón sufre la mayor catástrofe natural de su historia. Vídeo: JOHN LOCHER (AP) / REUETERS

La primera señal fue que “el sol estaba apagado”, recuerda Yolanda Curiel. Era el martes, 8 de septiembre, poco después de las once de la mañana. Soplaba mucho viento. “Caían cenizas del cielo”. Curiel estaba en su casa prefabricada en Phoenix, una pedanía al sur de la ciudad de Medford, en el sureste de Oregón. Salió a un recado al banco con sus hijas pequeñas en el coche. Dejó en casa a sus hijos adolescentes, de 17 y 14 años. A las...

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La primera señal fue que “el sol estaba apagado”, recuerda Yolanda Curiel. Era el martes, 8 de septiembre, poco después de las once de la mañana. Soplaba mucho viento. “Caían cenizas del cielo”. Curiel estaba en su casa prefabricada en Phoenix, una pedanía al sur de la ciudad de Medford, en el sureste de Oregón. Salió a un recado al banco con sus hijas pequeñas en el coche. Dejó en casa a sus hijos adolescentes, de 17 y 14 años. A las dos de la tarde, cuando intentó volver, la policía no la dejó. Llamó a sus hijos para que fueran hacia ella, se saltó el despliegue policial, salieron de casa con lo puesto. Apenas una hora después, su proyecto de vida había ardido.

Cuando los bomberos de Medford recuerdan aquellas horas, su relato suele contener expresiones como “sin precedentes” y “nunca visto”. El fuego se inició junto a un arroyo que recorre las afueras de Medford y atraviesa dos barriadas llamadas Phoenix y Talent. Se desplazó por el río como en un túnel, impulsado por rachas de viento de 80 kilómetros por hora. Los bomberos cuentan que el viento iba secando los árboles y la maleza, como un secador de pelo, antes de que llegaran las llamas, y los preparaba para explotar en segundos. Ese mismo viento doblaba el fuego, de forma que hacía un efecto como de lanzallamas hacia delante. El incendio recorrió 21 kilómetros entre las once de la mañana y las dos de la madrugada, hasta que lograron pararlo.

Murieron tres personas. Ardieron 600 casas, en su mayoría hogares pobres de trabajadores inmigrantes que se instalaron aquí para la recogida de peras, melocotones y uvas de la zona. Los Curiel, inmigrantes de Nayarit, habían comprado ese tráiler por 20.000 dólares, ahorrados limpiando casas y arreglando jardines. “Habíamos gastado 45.000 dólares en convertirlo en una casa de verdad. Cuando salimos, subimos a un monte a ver el incendio. Mi marido decía que se estaban quemando los árboles, pero yo le dije que no, que no, que era nuestra casa”. Solo al recordar esas palabras, se echa a llorar. Está con sus hijos en un refugio provisional montado en el descampado del recinto ferial de Medford, junto con cientos de sus vecinos instalados en tiendas de campaña. Solo tienen la ropa que llevaban ese día y el efectivo que sacó del banco.

“Estas son cosas que veíamos por televisión porque les pasaban a nuestros vecinos del sur, en California”, decía Gary Leaming, portavoz de Emergencias de Oregón para este incendio. “He vivido aquí 22 años y esto no tiene precedentes”. Esta zona del Estado vive días de calor y puede ser seca. Pero la combinación de viento fuerte, sequedad extrema y calor no se había dado nunca como este año, afirman los bomberos. “Estos no son incendios, son tormentas de fuego”, dice Leaming.

Yolanda Curiel, con sus hijas, en el campamento para desplazados por el incendio en Medford, Oregón, el martes. Pablo Ximénez de Sandoval

No es solo Medford. Es todo el Estado de Oregón el que nunca había visto nada parecido. Las últimas cifras dicen que más de 400.000 hectáreas en el Estado han ardido, el doble de la media anual en la última década. Han muerto ocho personas y 12 están desaparecidas. Más de 3.900 están viviendo en refugios. Han ardido por completo más de 1.600 casas. El fin de semana pasado, hasta 40.000 personas habían tenido que evacuar sus casas por incendios repentinos y veloces. Más de 500.000 vivían bajo alerta de evacuación en cualquier momento, especialmente en los alrededores de Portland. El tiempo ha dado unos días de respiro, pero la Oficina de Emergencias no espera que esta situación crítica cambie hasta que no llueva. La gobernadora, Kate Brown, ha advertido de que este verano puede darse la mayor pérdida de vidas y casas de la historia de Oregón debido a los incendios.

El miércoles seguían ardiendo 29 grandes incendios a la vez en Oregón. Algunos, en lugares que normalmente tienen las condiciones climáticas de una selva tropical, como el Bosque Estatal de Tilamook, según destaca la portavoz de Emergencias en Salem, Bobbi Doan. “Esta es una situación de incendios como nada que hayamos visto en una generación. Es innegable que está aumentando la gravedad, complejidad y duración de la temporada de incendios”.

Para el Gobierno de Oregón, y el consenso general de la comunidad científica, el cambio climático es el contexto innegable que ha dejado a un Estado húmedo y boscoso a merced del fuego como si fuera el sur de California. En Medford, por ejemplo, la media anual en esta zona son 482 milímetros de lluvia al año. Desde hace unos años la media ha bajado a 254, explica Gary Leaming. La causa de cada incendio puede ser fortuita y está bajo investigación, pero la tragedia no es una casualidad. “Se estaba preparando este tipo de incendio”.

Una nube de contaminación por los incendios sobre Portland, Oregón, el pasado 12 de septiembre.John Locher (AP)

“Los meteorólogos venían advirtiendo de que cada vez hay menos nieve en el invierno, lo que contribuye a condiciones como las que vimos aquella mañana”, reconoce Bob Horton, uno de los jefes de bomberos del condado donde está Medford. “Cualquier inicio de fuego habría sido un desafío”. Para Horton, con 20 años de experiencia, estos son exactamente los “incendios de viento” (un término técnico que distingue un fuego impulsado por el viento, de uno que avanza al ritmo de lo que tarde en arder la madera) de California, pero en todo el Oeste.

El 10% de la población de Oregón vive este verano con un incendio cerca de su casa. El resto del Estado, de toda la costa oeste, está respirando las consecuencias. La calidad del aire está en niveles peligrosos para la salud en lugares como Portland, una ciudad rodeada de agua y bosques que el fin de semana pasado tenía la peor calidad del aire de Estados Unidos. “En cinco ciudades de Oregón hemos registrado los peores niveles de partículas de la historia”, confirma Dylan Darling, experto de la Oficina de Calidad Medioambiental de Oregón. “Un nivel de partículas pm2,5 de 300 es peligroso para la salud. Ha llegado al menos a 500, que es el máximo de los monitores”. Una situación así ya es peligrosa cuando dura unas horas o días. “Esto lleva así dos semanas”, advierte Darling. La columna de humo ya es tan grande que ha llegado a la costa este.

En lugares como Medford, donde ha habido además gran destrucción de viviendas, esa nube puede ser tóxica. Nadie sabe qué hay en la densa y pestilente nube blanca que cubre toda la ciudad desde hace una semana. Se quemaron casas muy humildes, en las que no es extraño que haya químicos o incluso amianto.

Los bomberos suelen rehuir el debate sobre el cambio climático. No es su trabajo. Pero dejan muy claro su temor de que esta sea la nueva normalidad. “No soy la persona adecuada para decir qué va a pasar”, dice el jefe de bomberos Horton, “pero me preocupa, y lo que está pasando en Oregón hay que hablarlo a nivel local, estatal y nacional. La dinámica del fuego está cambiando y tenemos que adaptarnos”. Los incendios californianos ya son los incendios de todo el Oeste.

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