Los otros ‘acusados’ en el juicio de ‘Charlie Hebdo’
Periodistas del semanario satírico critican ante el tribunal la supuesta complacencia de una parte de la izquierda con el islamismo
Los 11 acusados —hombres de apariencia anodina, más cercana a la de delincuentes de poca monta que a la imagen tradicional del terrorista islámico— seguían la sesión, algunos con indiferencia, otros con curiosidad. El miércoles, en el sexto día del juicio por los atentados de enero de 2015 en Francia, el dedo acusador apuntaba en otra dirección.
“Hubo una red de personas que rechazó ver la evidencia del nuevo totalitarismo que es el terrorismo islamista, y que prefi...
Los 11 acusados —hombres de apariencia anodina, más cercana a la de delincuentes de poca monta que a la imagen tradicional del terrorista islámico— seguían la sesión, algunos con indiferencia, otros con curiosidad. El miércoles, en el sexto día del juicio por los atentados de enero de 2015 en Francia, el dedo acusador apuntaba en otra dirección.
“Hubo una red de personas que rechazó ver la evidencia del nuevo totalitarismo que es el terrorismo islamista, y que prefirieron calumniarnos”, dijo Fabrice Nicolino, testimonio de la acusación particular y periodista del semanario satírico Charlie Hebdo. “Participaron en la preparación psicológica de este asunto”, añadió.
Nicolino —como otros dos testimonios de la jornada, el director de la revista, Laurent Sourisseau o Riss, y el webmaster, Simon Fieschi— se encontraba en la redacción de Charlie Hebdo cuando irrumpieron Chérif y Said Kouachi armados con fusiles kalashnikov y mataron a 10 periodistas, dibujantes y empleados. Nicolino, Riss y Fieschi sobrevivieron con heridas.
Riss, en pie en el estrado y con las manos en los bolsillos, explicó la historia de Charlie Hebdo, la revista irreverente que se burlaba de todas las religiones —y no solo de las religiones— pero que nunca, hasta finales de la primera década del siglo, tuvo que inquietarse por su integridad física. Todo empezó en febrero de 2006, cuando publicó las caricaturas de Mahoma que antes había publicado el diario danés Jyllands Posten. Para Charlie Hebdo, se trataba de ejercer la libertad de expresión. Otros consideraron que representaban una ofensa gratuita a los fieles de una religión.
“En el fondo, nosotros no habíamos cambiado”, dijo Riss. “Pero a nuestro alrededor el ambiente cambiaba. Veíamos surgir nuevas formas de oscurantismo y de totalitarismo”.
La publicación de las caricaturas convirtió Charlie Hebdo en el blanco de los islamistas radicales. También de quienes, desde posiciones progresistas, les acusaba de racismo e islamofobia. Un incendio intencionado destruyó en 2011 la sede. Los periodistas y dibujantes recibían amenazas. Algunos vivían bajo protección policial. Cuando el 7 de enero de 2015 vieron a los dos hombres armados irrumpir en la redacción, en seguida supieron de qué se trataba. Después, los hermanos Kouachi proclamaron: “Hemos vengado al profeta Mahoma. Hemos matado a Charlie Hebdo”.
El proceso empezó el 2 de septiembre; el fallo se espera para el 10 de noviembre. Los 14 acusados —tres de ellos, ausentes— afrontan penas que van desde los 10 años de prisión a la cadena perpetua. Se les acusa de complicidad en los ataques en los que durante tres días en los que los Kouachi y su compinche Amedy Coulibaly sembraron el terror en Francia, y que dejaron 17 víctimas. Tanto los Kouachi como Coulibaly murieron durante las operaciones policiales.
Un silencio solemne se hizo en la sala mientras Riss reconstruía el minuto y 49 segundos que duró el asalto a la revista. “Y disparaban, disparaban, disparaban”, recordó. “Te dices: ‘Es el fin de la vida. De esta no salgo. Es mi turno’. A veces uno se pregunta: ‘¿Cómo moriré?’ ‘Pues voy a morir en Charlie Hebdo, mi periódico’”.
Fieschi, que recibió un disparo en el cuello, detalló las secuelas físicas y psicológicas. El webmaster ha encogido siete centímetros, va con una muleta y al caminar este hombre de 36 años parece mucho mayor. “Siento un cansancio que nunca desaparece. Todos mis movimientos son actos arrancados al cansancio”, explicó.
Que el juicio trata de algo más que de los actos terroristas ha quedado claro después de una semana. Aquí se dirime también cuestiones como el estado actual de la libertad de expresión y las batallas intelectuales que atañen al modelo laico del país.
“Lo chocante”, dijo Riss ante el tribunal, “es que una parte de la izquierda no solo no defendía a ‘Charlie Hebdo’, sino que encontraba una excusa política para este tipo de actuaciones”.
Nicolino vinculó los ataques a Charlie Hebdo con la larga tradición francesa de intelectuales complacientes con el totalitarismo entre los que citó a Jean-Paul Sartre. Y —después de citar publicaciones como Le Monde Diplomatique y a periodistas como Edwy Plenel, director del diario Mediapart y extrotskista, o Olivier Cyran, que había trabajado en Charlie Hebdo antes de la publicación de las caricaturas— denunció la existencia de un “estalinismo mental” que supuestamente fue un caldo de cultivo de los atentados.
“Entiendo la cólera e incluso el odio, pero la asimilación de toda crítica a Charlie con una complicidad con los terroristas es abyecta y trágica”, replicó Cyran en la red social Twitter.
Philippe Lançon, otro superviviente del atentado, rehusó testimoniar. En un artículo, alegó que todo lo que tenía que decir estaba en su libro El colgajo (Anagrama, en castellano). Y lamentó que el consenso en favor de Charlie Hebdo posterior al atentado, resumido en el famoso lema Yo soy Charlie, se hubiese esfumado. “Este aislamiento tiene razones políticas, pero lo esencial, en mi opinión, es un asunto de tono”, argumentó. “Charlie sigue queriendo reírse o sonreír de todo, en un mundo en el que la gente, sobre todo en la izquierda, ya no quiere reírse de nada, y menos de sí mismos”.