La excarcelación de Juan Requesens abre un nuevo dilema en la oposición venezolana
La medida de gracia hacia el preso político descansa en una negociación que marcaría el regreso del excandidato presidencial Henrique Capriles
La concesión de arresto domiciliario al diputado venezolano Juan Requesens después de más de dos años encarcelado ha sido recibida con enorme alivio por la oposición al chavismo, en tanto se trata de uno de los presos políticos de perfil más alto. Requesens, acusado de participar en un supuesto atentado contra Nicolás Maduro, ha clamado por su inocencia des...
La concesión de arresto domiciliario al diputado venezolano Juan Requesens después de más de dos años encarcelado ha sido recibida con enorme alivio por la oposición al chavismo, en tanto se trata de uno de los presos políticos de perfil más alto. Requesens, acusado de participar en un supuesto atentado contra Nicolás Maduro, ha clamado por su inocencia desde el momento de su detención. El beneficio de la casa por cárcel abre ahora un nuevo dilema en el seno de los críticos con el Gobierno.
Detrás de la medida de gracia del Gobierno de Nicolás Maduro descansa una negociación que parece marcar el regreso del excandidato presidencial Henrique Capriles al protagonismo del liderazgo opositor venezolano de cara a los comicios legislativos previstos para finales de año, unas elecciones que han sido cuestionadas, cuando no tachadas de fraude, por un amplio sector de la oposición, Estados Unidos, la Unión Europea y varios países de América Latina. Capriles ha afirmado a sus allegados que luchará por optimizar las condiciones electorales.
Requesens podría ser el primero de varios de los prisioneros políticos de Maduro que conozca medidas sustitutivas de casa por cárcel, o acaso la libertad plena, como corolario de una gestión adelantada por Capriles, el diputado Stalin González, de Un Nuevo Tiempo, y Vicente Díaz, exrector del Consejo Nacional Electoral vinculado a la oposición. A cambio de estas decisiones, Capriles se comprometería a formalizar de viva voz su decisión de asistir a las elecciones parlamentarias del próximo mes de diciembre, un gesto que el Gobierno de Maduro necesita para recobrar legitimidad internacional.
Aunque ha hecho varias insinuaciones, Capriles, que lleva tiempo criticando la estrategia de Juan Guaidó, reconocido como mandatario interino del país por cerca de 60 países, por su falta de resultados, no ha dicho todavía que está dispuesto a asistir a la cita electoral. La oposición obtuvo en 2015 una victoria contundente para hacerse con el poder de la Asamblea Nacional, tras la cual el chavismo ha maniobrado para restarle protagonismo, a base de persecuciones y limitaciones a los dirigentes opositores.
“La oposición tiene pocas alternativas en este momento. Queda ver si se retoma la ruta electoral, y en qué condiciones. Capriles está planteando una ruta electoral que es una ruta social, que no está presente en los políticos hoy. La imperfecta ruta electoral es la más perfecta de las que quedan en la mesa”, opina el analista político Jesús Seguías, director de la firma Dataincorp.
La maniobra de Capriles ha producido tensiones en las entrañas de la dirigencia opositora y le abre una nueva grieta al consenso de los críticos al chavismo: Guaidó ya tenía amarrado un acuerdo con los principales partidos democráticos para no asistir a unos comicios cuestionados y diseñar un mecanismo participativo alternativo. Guaidó había extendido invitaciones hacia María Corina Machado y el propio Capriles para acoplar alguna iniciativa mutua en el segundo semestre del año para enfrentar la hegemonía madurista. Este sábado, la política venezolana informó tras su encuentro con Guaidó de que no habían llegado a ningún acuerdo e insistió en que hay que apostar por una opción de fuerza. El avance de Capriles, González, y otros dirigentes en el seno del conocido como G-4 -que aglutina a los cuatro principales partidos de la oposición- le plantea un problema también a Leopoldo López, junto a Guaidó el conductor actual de la estrategia opositora. López y Capriles, rivales desde hace mucho tiempo, se tienen una enorme desconfianza mutua.
No pocos piensan que Capriles puede ser, acaso, el único dirigente capaz de movilizar aunque sea parcialmente el moribundo cuadro electoral actual, signado por el desinterés, y de entrada muy cuesta arriba de afrontar frente a la logística político-militar de Maduro y el estado de censura en Venezuela. Esto a pesar de que su arrastre no es ni de lejos el que podía exhibir en 2013, la segunda vez que concurrió a las presidenciales. Capriles fue el indiscutido líder de la oposición venezolana hacia el año 2012, cuando toda la sociedad democrática decidiera acompañarlo para enfrentar a Hugo Chávez, ya enfermo de cáncer, en una época en la cual la esperanza electoral estaba viva, el fervor era manifiesto y las condiciones para participar eran incomparablemente mejores a las actuales. El agravamiento de la crisis económica, y el endurecimiento del control político-militar chavista sobre el Estado venezolano luego de perder su poderío electoral, fueron debilitando la certeza popular en torno a las elecciones y menguaron el espectro de Capriles como líder a partir de 2014. Esta circunstancia le abrió espacio a Leopoldo López como timonel de la estrategia democrática.
De concurrir a las elecciones al Parlamento, Capriles no podría presentar candidatos amparado en la tarjeta electoral de su partido, Primero Justicia, cuya identidad fue escamoteada por el Supremo venezolano asignando su franquicia a unos diputados acusados de soborno, sino con la Fuerza del Cambio, una tarjeta electoral apartada e inscrita silenciosamente por él, tiempo atrás, en el Consejo Nacional Electoral. El Tribunal Supremo de Justicia ha decidido quitarle el control de la dirección nacional a las legítimas autoridades de Acción Democrática, Voluntad Popular y Primero Justicia, y los tres partidos concurrirán con sus tarjetas “clonadas”, asignadas a pequeños grupos disidentes aliados de Maduro.
Del lado de Juan Guaidó existe preocupación: se teme que Capriles pueda animar a una cantidad suficiente de personas a votar, quebrantando el llamado de una gran parte de la oposición. Con la tarjeta de la Fuerza del Cambio, con muy pocas posibilidades de acuerdos unitarios con el grupo de Guaidó, Capriles seguiría la lista de un grupo de partidos que han decidido negociar con Maduro la asistencia a los comicios, como Soluciones, de Claudio Fermín; Cambiemos, de Timoteo Zambrano; y Avanzada Progresista, de Henri Falcón.