La paz de los pragmáticos impera en Oriente Próximo
El acuerdo entre Israel y Emiratos Árabes oficializa sus lazos secretos, aborta la anexión de Cisjordania y planta cara a la amenaza regional de Irán
Lejos de la épica del viaje del presidente egipcio Anuar el Sadat a Jerusalén en 1977, que abrió la puerta a los acuerdos de Camp David, y del cómplice intercambio de cigarrillos entre el monarca jordano Husein y el primer ministro hebreo Isaac Rabin, que selló el tratado de 1994, Israel y Emiratos Árabes Unidos (EAU) acaban de cerrar un contrato con la mediación del presidente Donald Trump, antiguo magnate inmobiliario. La paz de los pragmáticos de Benjamín Netanyahu y ...
Lejos de la épica del viaje del presidente egipcio Anuar el Sadat a Jerusalén en 1977, que abrió la puerta a los acuerdos de Camp David, y del cómplice intercambio de cigarrillos entre el monarca jordano Husein y el primer ministro hebreo Isaac Rabin, que selló el tratado de 1994, Israel y Emiratos Árabes Unidos (EAU) acaban de cerrar un contrato con la mediación del presidente Donald Trump, antiguo magnate inmobiliario. La paz de los pragmáticos de Benjamín Netanyahu y Mohamed Bin Zayed no estará escrita con la narrativa de las epopeyas, pero tanto el líder israelí como el jeque emiratí pueden haber marcado un hito en la estrategia de los aliados de EE UU en Oriente Próximo para contener a Irán.
Está por ver si otras monarquías del Golfo, como Omán o Baréin, se atreverán a seguir los pasos del hombre fuerte de Emiratos y si algún día Arabia Saudí abrirá embajada en Tel Aviv, aunque Teherán ha recibido con inquietud la deriva diplomática. La declaración conjunta del jueves deja precisamente en barbecho la iniciativa árabe de paz, auspiciada por Riad desde hace dos décadas para ofrecer relaciones al Estado judío a cambio de poner fin a la ocupación.
Bin Zayed ha roto con el principio central de que no cabe el entendimiento con Israel sin reconocimiento previo de un Estado palestino, de la misma forma que Trump puso fin a 70 años de consenso internacional sobre el estatuto de Jerusalén como capital compartida por dos pueblos.
Israelíes y emiratíes se han comprometido ahora a firmar una serie de acuerdos económicos, culturales, de seguridad, turismo o tecnología destinados a establecer la “plena normalización de relaciones” y a acabar con el secreto a voces de sus estrechos contactos desde hace 30 años. Israel cuenta desde 2015 con una oficina de representación ante una organización internacional con sede en Abu Dhabi y ha sido invitado a participar en la Exposición Universal prevista en Dubái el año que viene.
El director del Mosad (espionaje exterior), Yossi Cohen, ha viajado con discreción a Emiratos, donde en los últimos meses adquirió equipos médicos necesarios para combatir la pandemia en Israel. Aviones procedentes de Abu Dhabi han aterrizado en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv con cargamento de ayuda sanitaria contra el coronavirus para la población palestina. Y la prensa hebrea da cuenta de constantes viajes de deportistas, funcionarios y hombres de negocios israelíes para asistir a encuentros internacionales en ciudades emiratíes.
Para la federación de monarquías del Golfo, el acuerdo con el Estado hebreo abre la puerta a la adquisición de armamento de última generación en Estados Unidos —por ejemplo, cazas furtivos F-35— que Israel suele vetar a aquellos países con los que no mantiene relaciones con el fin de apuntalar la superioridad tecnológica militar que le garantizan sus acuerdos con Washington.
La decisión de Netanyahu de acelerar la anexión de los asentamientos de colonos judíos y del valle del Jordán en Cisjordania ha estado detrás del anuncio de normalización de lazos entre ambos países. Emiratos ha hallado en la paralización de la extensión de la soberanía israelí a un territorio palestino ocupado desde 1967 la oportunidad para justificar ante el mundo árabe la oficialización de sus contactos con el Estado judío. El plan de la Casa Blanca para Oriente Próximo presentado en enero, que autorizó la anexión de hasta un 30% de Cisjordania, brindó una ocasión única.
Ha podido tratarse de una estratagema urdida para obtener una compensación virtual de Israel antes de que se consumase la anexión. Pero el alto precio político que Netanyahu tendrá que pagar ante su electorado más nacionalista ––prometió extender la soberanía durante tres comicios consecutivos desde abril de 2019 para acaparar el voto de los colonos— apunta a que el primer ministro ha actuado de forma meramente táctica. Ha aceptado el acuerdo con Emiratos después de que Trump bloquease en julio su declaración de soberanía parcial sobre Cisjordania.
Netanyahu insistió el jueves en que su promesa electoral sigue estando vigente, pero Trump dejó patente horas después en la Casa Blanca que la cuestión había quedado ahora “fuera de la mesa” tras la “muy inteligente concesión ofrecida por Israel”. Como destaca el analista político de Haaretz Yossi Verter, “si Trump es reelegido intentará añadir otros Estados árabes al círculo de normalización, y si gana el demócrata Joe Biden, más aún”. “Así que ya puede declararse oficialmente la muerte de la anexión”, concluye.
“Anexión o normalización”
El mensaje de acercamiento emiratí no llegó por conductos diplomáticos paralelos, sino a plena luz en una tribuna publicada en junio en el diario Yediot Ahronot, el de mayor circulación en Israel. El embajador de Emiratos Árabes Unidos en Washington, Yusef al Otaiba, invitaba al Gobierno de Netanyahu a elegir entre “anexión o normalización”.
La respuesta israelí se produce dos meses después, mientras el primer ministro se está viendo cuestionado con manifestaciones diarias en la calle por la gestión de la crisis sanitaria de la covid-19 y por la recesión económica que ha generado. El juicio por corrupción al que está siendo sometido por tres casos de soborno, fraude y abuso de poder le mantiene también contra las cuerdas frente a la oposición de centroizquierda.
Su retorno a la escena internacional como veterano estadista, capaz de establecer relaciones estables con el mundo árabe, le ha devuelto el reconocimiento de muchos ciudadanos israelíes. Netanyahu se planteaba ahora la ruptura de la coalición con el centrista Benny Gantz y la convocatoria de las cuartas elecciones legislativas en año y medio.
El anuncio de normalización ha suscitado reacciones encontradas en Oriente Próximo. Mientras algunos países árabes suníes analizan si es factible la vía del entendimiento diplomático con Israel, Irán ha advertido a los líderes emiratíes de que serán “responsables de las consecuencias de un acuerdo peligroso e ilegítimo con el régimen sionista”. Desde Turquía, el presidente Recep Tayyip Erdogan ha reconocido a su vez que sopesa congelar las relaciones con EAU.
Egipto ha salido finalmente de su silencio sobre el plan de paz de Trump al celebrar la iniciativa emiratí de “detener la anexión israelí de tierras palestinas”, de acuerdo con un mensaje en Twitter del presidente Abdelfatá al Sisi. Jordania, mientras tanto, ha destacado que el acuerdo puede contribuir a incentivar el fin de la ocupación. “La negación de los derechos del pueblo palestino no traerá paz ni seguridad a la región”, alertó en Amán el ministro de Exteriores, Ayman Safadi.
Frente a la limitación demográfica de Emiratos, donde el 90% de su población es inmigrante, otros gobernantes de Oriente Próximo permanecen atentos a la voz de la calle árabe, siempre sensible a las turbulencias del conflicto más antiguo de la región.
Los palestinos se ven desbordados
Las apelaciones a la Liga Árabe para que defienda sus derechos y la reconciliación aparente entre el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, y el líder de Hamás, Ismail Haniya, no esconden la impotencia de los palestinos, desbordados ante el acercamiento por sorpresa entre Israel y Emiratos Árabes Unidos. Hay dirigentes que hablan ya de una nueva Nakba (desastre, tras el nacimiento del Estado judío en 1948) en otro día negro para la historia de un pueblo tantas veces relegado.
Las protestas de algunas decenas de manifestantes en Jerusalén Este, Cisjordania y Gaza no impidieron el desánimo que reina entre la población palestina ante la noticia de que un tercer país árabe —tras Egipto y Jordania— se dispone a establecer relaciones con el Gobierno israelí, esta vez sin contrapartidas políticas para que puedan lograr un Estado propio.
La ruptura del consenso entre las naciones árabes, que desde 2002 se han mostrado dispuestas a reconocer a Israel a cambio del establecimiento de un Estado en las fronteras anteriores a 1967, resquebraja la política palestina de aislamiento israelí en Oriente Próximo.
Después de haber rechazado un plan de paz de la Casa Blanca que preveía la anexión de parte de su territorio, los responsables palestinos intentan contener los daños causados a su estrategia diplomática. El ministro de Exteriores, Riad al Malki, ordenó la retirada inmediata de su embajador en Emiratos.
Naciones Unidas ha recibido el acuerdo de normalización de relaciones con los emiratíes como un eventual paso para la reanudación de negociaciones entre israelíes y palestinos, que se encuentran paralizadas desde 2014.