LA BRÚJULA EUROPEA

Madrid como excepción de derechas en Europa Occidental

La capital española es la única de las grandes ciudades de la región regida por los conservadores

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, el pasado lunes en la capital.Ricardo Rubio (Europa Press)

Las ciudades de Europa occidental son terreno hostil, casi vedado, para la derecha. Las recientes elecciones locales en Francia han subrayado en esta nueva época pandémica la tendencia, asignando las tres principales urbes del país —París, Marsella y Lyon— a candidatos del área progresista-verde. Un vistazo a las principales ciudades del oeste del continente dibuja un panorama bastante explícito, con una gran excepción: Madrid. Veamos.

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Las ciudades de Europa occidental son terreno hostil, casi vedado, para la derecha. Las recientes elecciones locales en Francia han subrayado en esta nueva época pandémica la tendencia, asignando las tres principales urbes del país —París, Marsella y Lyon— a candidatos del área progresista-verde. Un vistazo a las principales ciudades del oeste del continente dibuja un panorama bastante explícito, con una gran excepción: Madrid. Veamos.

Si se consideran las principales capitales, veremos que Londres, París, Berlín, Bruselas, Viena y Lisboa son dirigidas por regidores de corte progresista; Roma, por una alcaldesa del Movimiento Cinco Estrellas, difícilmente clasificable en el eje ideológico tradicional, pero desde luego no de derechas.

Si se observan otras ciudades de peso en Alemania (Múnich y Hamburgo), Italia (Milán, Nápoles y Turín), el Reino Unido (Liverpool y Manchester) u otras como Ámsterdam y Barcelona, el patrón se reafirma: ninguna en manos de la derecha.

Por supuesto, hay alguna urbe relevante en manos de los populares en Europa occidental —como La Haya—, pero entre las más pobladas Madrid es la gran excepción.

Es evidente que en las conurbaciones de esta parte de Europa las sensibilidades progresistas, verdes y liberales son mayoritarias. Es posible que se conviertan en laboratorios de un nuevo tipo de propuestas políticas que trasciendan los moldes tradicionales, y que de ahí estos prototipos salten a las palestras nacionales o continental. En estas dos arenas, la vocación de las grandes urbes plantea una doble dialéctica: por un lado, frente a las provincias dentro de sus propios países; y por otro, frente a los puestos de mando principales en la UE, copados por los conservadores (presidencias de la Comisión Europea, del BCE, del Eurogrupo).

El escenario es parcialmente diferente en el norte y en el sureste de Europa, donde los populares controlan importantes ciudades, como Atenas, Varsovia, Estocolmo o Helsinki. En el muy conservador cuadrilátero de Visegrado (Polonia, Hungría, Eslovaquia y República Checa) las ciudades, a menudo en manos de regidores jóvenes y ajenos a los tradicionales aparatos partidistas, funcionan como bastión de resistencia frente al ultraconservadurismo.

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En medio de este escenario, Madrid destaca como una historia aparte. Con la excepción del mandato de Manuela Carmena (2015-2019), la capital española lleva tres décadas en manos de la derecha. Pueden aventurarse múltiples claves de lectura.

Sin duda, deben contribuir a este estado de cosas la escasez de candidatos carismáticos en las filas de la oposición, la fuerte implantación histórica de una muy conservadora Iglesia católica o la propia segmentación socioeconómica de la ciudad. Junto a estos y otros elementos, cabe destacar uno que sí es realmente exclusivo de Madrid en Europa occidental: la fuerte tensión centrífuga que marca la España democrática. Este hecho, junto con la amplia historia unitaria e imperial del país, puede haber creado un clima especial y consecuencias en la sensibilidad política en la capital. Aunque esto no tenga relación con la gestión municipal, los cuajos ideológicos tienden a influenciar también elecciones que no tienen a que ver con las cuestiones de las que brota la ideología.

Sean cuales sean las causas, entre las consecuencias de esta heterogeneidad de Madrid respecto a sus pares de Europa occidental puede señalarse su reticencia ante políticas ambientales y de transporte que se desarrollan a ritmo mucho más decidido en otros lares.

Las ciudades atraviesan una etapa especialmente oscura en la pandemia. La estrecha interacción de las personas ha sido el motor de la más poderosa fuerza innovadora de la historia, y ahora es un riesgo. Veremos qué impacto tendrá eso en su futuro y en su sentir político. Y veremos si Madrid —con su dinamismo, su fuerza integradora y su conmovedor patrimonio cultural— sigue la misma senda o se mantendrá en una senda propia.

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