Argentina despide a Mauricio Macri y se abraza al peronismo
Alberto Fernández asume este martes como presidente con la urgencia de resolver la crisis económica y renegociar la deuda externa
La Plaza de Mayo de Buenos Aires, escenario de la memoria política de Argentina, vivió una noche de domingo muy agitada. Decenas de operarios retiraron la reja que desde las revueltas de 2001 la partía de lado a lado y protegía la Casa Rosada de las manifestaciones. Alberto Fernández, que este martes reemplazará a Mauricio Macri como presidente, pidió el retiro del vallado para que la plaza sirva para “terminar con las divisiones y unir a la Argentina”. No habrá más rejas, pero tampoco primavera política: Fernández recibirá un país que lleva dos años en recesión y la urgencia de renegociar una deuda exterior que se ha vuelto impagable.
Las manifestaciones llegarán ahora al pie de la sede del Gobierno, donde ya se ha montado un escenario para la fiesta que seguirá al traspaso de mando. Argentina iniciará así una nueva etapa, marcada por el regreso del peronismo al poder.
Cuando Fernández reciba el bastón de mando de manos de Mauricio Macri habrá puesto fin a cuatro meses de una transición envenenada. La derrota oficialista en las elecciones primarias de agosto obligó a Macri pilotar vacío de poder la crisis económica que lastró el tramo final de su mandato. El 27 de octubre, las urnas ratificaron el triunfo de Fernández en primera vuelta. El Gobierno anunciaba entonces que no podría cumplir con los pagos de la deuda contraída con bonistas privados y el Fondo Monetario Internacional e imponía un torniquete cambiario para detener la sangría de reservas del Banco Central.
Urgido por el calendario de vencimientos, Fernández tendrá menos de un semestre para resolver el problema de la deuda y apenas unas semanas para calmar la ansiedad de sus votantes, necesitados de respuestas rápidas ante la pérdida del poder adquisitivo de sus salarios y la inflación, que este año superará el 55%. El hombre elegido para resolver la herencia recibida se llama Martín Guzmán, un discípulo del Nobel Joseph Stiglitz, que Fernández repatrió de la Universidad de Columbia (Nueva York).
Guzmán, de 37 años, es un experto en procesos de renegociación de deudas externas, pero su experiencia política es nula. En noviembre pasado, el economista presentó ante Naciones Unidas un plan para la deuda argentina. Dijo entonces que Buenos Aires no debe pagar ni capital ni interés hasta 2022; evitar nuevos préstamos del FMI; y neutralizar cualquier hipótesis de quiebra. Durante el periodo de gracia, Argentina reordenará sus cuentas para hacer "sustentable" la deuda a medio plazo.
Fernández encontrará una situación económica debilitada por dos años consecutivos de caída del PIB (la CEPAL estima un -3% para 2019, la peor de la región después de Venezuela y Nicaragua) y una subida de la pobreza hasta el 40,8%, la mayor cifra en casi 20 años. El nuevo presidente apurará la declaración de la "emergencia económica", una fórmula que le permitirá hacer cambios estructurales por decreto, sin pasar por el Congreso. Para pelear contra la inflación, llamará a un gran acuerdo en el que participarán sindicalistas y empresarios dispuestos, los primeros, a moderar sus demandas salariales; y de subidas de precios, los segundos.
Otro escenario de conflicto será el Congreso. Fernández contará allí con la espada de Cristina Fernández de Kirchner, que como vicepresidenta tendrá a su cargo la titularidad del Senado. Kirchner ha tejido ya una red de apoyos que le permitirá controlar sin problema la Cámara Alta. Su hijo, el diputado Máximo Kirchner, liderará el bloque oficialista en la Cámara Baja. La expresidenta será una figura que merecerá atención durante el nuevo gobierno. Tan repudiada como querida, el desarrollo de las causas judiciales por presunta corrupción que sumó durante el macrismo será prueba del nivel de autonomía de los tribunales.
La larga despedida de Macri
Macri, en tanto, se despidió a cámara lenta. El jueves hizo un balance muy optimista de sus cuatro años como presidente en un mensaje grabado que fue retransmitido por cadena nacional (en todas las radios y televisiones del país). A lo largo de 40 minutos, limitó la autocrítica al desempeño económico y describió los que considera los éxitos de su gestión: la integración de Argentina en el mundo, instituciones más sólidas, una justicia más independiente, una mejora energética y estadísticas oficiales fiables.
Dos días después, subió a un escenario en la Plaza de Mayo para decir adiós a sus partidarios. Al ritmo de Volví a nacer, de Carlos Vives, miles de personas cantaban “Tú fuiste la respiración y era tan grande la ilusión” instantes antes de que Macri apareciese acompañado de su esposa, Juliana Awada, y de su candidato a vicepresidente, el exkirchnerista Miguel Ángel Pichetto. “Gracias, gracias, gracias”, repitió varias veces el presidente, emocionado hasta las lágrimas. “Este corazón ya es más de ustedes que mío”, dijo a la multitud, muy inferior a la de actos previos como el celebrado en la avenida 9 de julio días antes de las elecciones.
El mandatario saliente lamentó los supuestos “palos en la rueda” puestos por el peronismo durante su mandato y envió un mensaje a su sucesor: “Puede confiar en que después de mucho tiempo va a encontrar una oposición constructiva y no destructiva. Va a encontrar una oposición firme y serena que va a defender la democracia, la calidad institucional y nuestras libertades”.
Esa misma noche, Macri difundió a través de las redes sociales un vídeo titulado Momentos en el que muestra su faceta más íntima. “Para las ambiciones hay tiempo. Para el 2021, para el 2023…”, dice en el documental, grabado con primeros planos que buscan resaltar la emoción del mensaje. En el vídeo, vaticina un futuro difícil para la coalición de Fernández debido a las múltiples corrientes internas que se unieron para aupar su candidatura. "Cuando se juntan tantos antes de una fiesta, es difícil que la fiesta salga bien. El disc jockey tiene que ser muy bueno", subraya.
Pese a sus palabras, es el macrismo el principal afectado en estos momentos por las divisiones, tras el abandono de tres diputados nacionales y la ruptura de su bloque en la provincia de Buenos Aires, la más grande y poblada del país.
El último acto público del presidente antes de la entrega de los atributos de mando fue el domingo en Luján. Participó en una misa por la paz celebrada frente a la basílica de esta ciudad donde Macri y Fernández se abrazaron en un gesto de armonía sin precedentes. A partir de este martes se verá si no se limita a una fotografía.
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