Netanyahu se niega a adelantar las elecciones tras perder el apoyo de sus aliados

El primer ministro advierte de que la seguridad de Israel está por encima de los intereses políticos

El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, este domingo en Tel Aviv. CORINNA KERN (REUTERS)

Mientras un seísmo político tambaleaba el Gobierno más derechista constituido en la historia del Estado judío, el primer ministro Benjamín Netanyahu invocaba este domingo la compleja situación que vive Israel para anunciar que va a seguir “trabajando por la seguridad por encima de intereses políticos particulares”. El jefe del Gobierno, que acumula ya más de 12 años en el poder en cuatro mandatos, se ha negado a disolver la Kneset (Parlamento), tal y como le habían solicitado cuatro de los seis partidos...

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Mientras un seísmo político tambaleaba el Gobierno más derechista constituido en la historia del Estado judío, el primer ministro Benjamín Netanyahu invocaba este domingo la compleja situación que vive Israel para anunciar que va a seguir “trabajando por la seguridad por encima de intereses políticos particulares”. El jefe del Gobierno, que acumula ya más de 12 años en el poder en cuatro mandatos, se ha negado a disolver la Kneset (Parlamento), tal y como le habían solicitado cuatro de los seis partidos que forman la coalición que sostiene al Gobierno, y a convocar elecciones anticipadas. “Acudir ahora a las urnas sería una irresponsabilidad”, advirtió en mensaje televisado a la nación en horario de máxima audiencia.

El primer ministro había convocado este domingo al Gobierno en su habitual reunión, al inicio de la semana laborable en Israel, pero canceló la reunión previa con los seis partidos que apoyan al Gabinete para evitar que aflorara la tensión política latente. “En este periodo tan sensible en términos de seguridad”, dijo en alusión a la última escalada bélica en la Franja de Gaza, "es innecesario y equivocado acudir a las urnas”. Netanyahu recordó que las disensiones internas en otras coaliciones conservadoras en 1992 y en 1999 tuvieron como consecuencia la elección de Ejecutivos de centro-izquierda que condujeron, advirtió, “al desastre de (los Acuerdos de) Oslo (1993) y al desastre de la Segunda Intifada (2000-2005). Tenemos que hacer todo lo posible para impedir que se repitan los mismos errores", remachó ante el Gobierno en pleno.

Tras la dimisión, el pasado miércoles, del ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, la coalición gubernamental se ha situado en una mayoría raspada de 61 diputados en una Kneset de 120 escaños, tras la consiguiente salida del pacto de Israel, Nuestra Casa (cinco diputados). El partido de Lieberman se ha apresurado a presentar una moción legislativa para que se vote el miércoles la disolución del Parlamento y se adelanten las elecciones. De ser aprobada, los comicios se celebrarían dentro de tres meses, poniendo fin anticipado a una legislatura que teóricamente no concluye hasta noviembre del año que viene.

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El viernes Netanyahu ya se reunió con el líder de la derecha nacionalista religiosa, el ministro de Educación Naftali Bennett, quien le reclamó el vacante Departamento de Defensa a cambio de que su formación política —Hogar Judío (ocho diputados)— siguiese apoyando al Ejecutivo. Netanyahu decidió reservarse la cartera bajo su exclusivo control, acumulando la gestión directa de otro ministerio clave además de la de Asuntos Exteriores.

Desde el mediodía de este domingo planeaba en la prensa hebrea la hipótesis de que el líder del Likud iba a entregar a alguno de los barones de la derecha la jefatura de la diplomacia israelí en un último intento por poner a salvo su último Gobierno. Ya avanzada la tarde, se reunió con el ministro de Finanzas, Moshe Kahlon, líder del partido de centroderecha Kulanu, que cuenta con 10 escaños en la Kneset. El encuentro concluyó sin que se hubiese alcanzado un acuerdo,. “Si Netanyahu no saca un conejo de la chistera, iremos a las urnas”, había asegurado Khalon la noche del sábado en declaraciones a una cadena de televisión.

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Dentro del pacto de seis partidos conservadores, ultrarreligiosos, nacionalistas y de extrema derecha, que ha sostenido a Netanyahu en el poder durante más de tres años, solo dos fuerzas parecen partidarias de mantener la coalición: el Likud, que lidera el propio primer ministro, y el movimiento ultraortodoxo askenazi (judíos de origen centroeuropeo) Unión por la Torá y el Judaísmo, que sufre una escisión interna. Además de Israel, Nuestra Casa, Hogar Judío y Kulanu, el ultraortodoxo Aryeh Deri, líder del partido Shas (que congrega a judíos jaredíes orientales y sefardíes), le ha urgido también a que disuelva la Cámara y anticipe los comicios para no generar más inestabilidad durante el resto de la legislatura.

Netanyahu está intentando hasta el último momento evitar una conclusión precipitada de su mandato en un momento que le resulta perjudicial para sus intereses electorales. Hasta hace apenas una semana, las encuestas asignaban al Likud un claro avance en intención de voto sobre los 30 diputados que obtuvo en las legislativas de marzo de 2015. Los sondeos daban a entender que los ciudadanos habían condonado los casos de corrupción que le salpican ante la mejora de la seguridad nacional y el crecimiento de la economía. El sonado fracaso de una operación militar encubierta en la Franja de Gaza, hace ahora una semana, desató sin embargo los mayores enfrentamientos armados entre el Ejército israelí y las milicias palestinas, con Hamás a la cabeza, desde la devastadora guerra de 2014. El apresurado acuerdo de alto el fuego aceptado por Netanyahu después de que cayeran más de 460 proyectiles (cohetes y granadas de mortero) sobre Israel en apenas 24 horas parece haber arruinado los logros políticos, económicos e internacionales de toda una legislatura.

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