Análisis

El retorno de Vargas Lleras

El antiguo 'número dos' Santos es un defensor del sistema en todos sus frentes

Hay una lucha abierta por la segunda plaza en la primera vuelta de las presidenciales colombianas. A un mes, parece que Iván Duque va a ganar las elecciones del próximo 27 de mayo, pero sin lograr la mayoría absoluta. Lo que abocará a los dos más votados a una segunda vuelta. Por el momento, las encuestas están de acuerdo en que Gustavo Petro es el candidato con más probabilidades de disputarse la Casa de Nariño con el uribismo. Sin embargo, hace ya semanas que muchos miran a los sondeos con cierto escepticismo, preguntándose por qué no registran valores más altos para el que siempre fue uno d...

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Hay una lucha abierta por la segunda plaza en la primera vuelta de las presidenciales colombianas. A un mes, parece que Iván Duque va a ganar las elecciones del próximo 27 de mayo, pero sin lograr la mayoría absoluta. Lo que abocará a los dos más votados a una segunda vuelta. Por el momento, las encuestas están de acuerdo en que Gustavo Petro es el candidato con más probabilidades de disputarse la Casa de Nariño con el uribismo. Sin embargo, hace ya semanas que muchos miran a los sondeos con cierto escepticismo, preguntándose por qué no registran valores más altos para el que siempre fue uno de los favoritos: Germán Vargas Lleras.

“Es porque Vargas usará su maquinaria, y las encuestas no captan bien la maquinaria” dicen muchos. El problema es que las maquinarias son difusas y movedizas, y no suelen irse con alguien que no tiene marchamo de ganador. Sin embargo, en los últimos días un par de señales han otorgado cierto alivio a los que apuestan por el exvicepresidente. Por un lado, las alianzas que la campaña de Vargas ha forjado con el Partido de la U y el Partido Conservador. Por otro, y en parte consecuencia de estas mismas alianzas, las mediciones estructurales que han dado a conocer medios y casas de encuestas, que parecen dar la razón a quienes (de manera un tanto simplista, todo hay que decirlo) descartan la capacidad de los sondeos de medir más allá de la opinión pura. Es cierto que les queda más difícil, como también lo es que las estimaciones estructurales se realizan con métodos mucho menos probados. De manera que, como muestra el cuadro que sigue, según dónde mire uno Vargas está o no está en segunda vuelta.

¿Hay, pues, retorno de Vargas Lleras o se trata solo de un espejismo? Su estrategia, sin duda, indica que tal es su intención. Quizás lo que mejor resume la paradoja que representa ahora mismo la candidatura de Vargas es el contraste entre la gran desfavorabilidad que tiene entre el electorado (63% según la última encuesta de Cifras & Conceptos) y la poca gente que afirma que jamás votaría por él (15%, cuando el dato para Petro es del 44%). En otras palabras: aunque pocos quieran a Vargas Lleras, son muchos más los que estarían dispuestos a votar por él. El candidato, que probablemente es tan realista en su aproximación electoral como lo ha sido en toda su vida política, ve ese espacio como su vía de entrada.

Un espacio que cuenta con sus propias coordenadas políticas: el hueco que queda entre Duque y Fajardo, alejándose tanto del tono regeneracionista del último como de las propuestas de viraje hacia una derecha más definida del primero. La plataforma de Vargas es un ejemplo de conservadurismo minimalista: un defensor del statu quo en todos sus frentes: familia, instituciones, incluso el acuerdo de paz vigente ahora que ya parece haber decidido de qué lado está. Ha ido perfilando su discurso, no sin vaivenes notables, hasta meterse en ese hueco, que encaja bien con su pretensión de ser el candidato con más experiencia del plantel.

Colocarse en esa posición le minimiza además los choques entre su electorado. Vargas se ha convertido en sinónimo de maquinaria. Pero si la frontera que divide clientelismo y opinión es difusa de normal, en este caso se vuelve casi imperceptible precisamente porque el candidato se ubica en el statu quo. En este sentido, sus alianzas son incluso más explícitas que sus palabras. Sumar al PSUN y a los Conservadores es sumar a dos plataformas que si se definen por algo es por su intención de mantenerse cerca del poder. El Centro Nacional de Consultoría y el medio independiente La Silla Vacía realizaron sus propios cálculos de potencial de votos de Vargas Lleras a través de un análisis de sus alianzas. Curiosamente, ambos coinciden en la cifra: hasta 4.3 millones, con 1.6 viniendo de la U y los Conservadores a partes prácticamente iguales según La Silla. Unos valores que están en la línea del análisis estructural antes referido.

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Sin embargo, es poco probable que la firma de un acuerdo entre partidos baste para arrastrar a todos los votantes que cada uno recibió en las anteriores legislativas. Las transferencias nunca son automáticas incluso aunque se mire al detalle senador por senador, como hizo de manera sobresaliente La Silla Vacía. Los patrones y los motivos de voto lógicamente difieren entre unos comicios y otros. Pero, además, la plataforma que ha construido Iván Duque va destinada precisamente a evitar que así sea: la vicepresidencia de Marta Lucía Ramírez, su combinación de discurso reaccionario y centrista… todo está pensado para superar las barreras de los dos millones de votos fieles al Centro Democrático. Especialmente entre los azules, a quienes ofrece un conservadurismo maximalista que es el reverso de la moneda del minimalista de Vargas: son conservadores por el cambio.

Se produce, por tanto, un juego a tres bandas interesante. A Duque le interesa robarle votos a Vargas Lleras, y al mismo tiempo que Petro gane porque considera que es un rival más sencillo para segunda vuelta (un 44% afirma que jamás votaría por el candidato de Colombia Humana). Así que lo mejor para él es fomentar la polarización ideológica. Sin embargo, al hacerlo le queda más hueco a Vargas Lleras para abrirse su espacio a favor del statu quo. Que es donde Vargas Lleras ve su única oportunidad. Así, mientras Vargas Lleras intenta difuminar las líneas entre opinión y maquinaria, Iván Duque trata de subrayarlas al máximo, sin dejar de insistir en los giros de posición de su rival, así como en su relación con un Gobierno (el de Santos) que él tilda como corrupto. Lo mismo hace Petro, pero desde el lado izquierdo: subraya su contraposición ideológica con Duque mientras desprecia a Vargas Lleras.

Resulta tentador ver en todo esto una batalla de voto de opinión contra maquinaria, que se traduce también en qué pronósticos estarán más ajustados: los sondeos o los estructurales. Pero sería tan ingenuo pensar que Duque o Petro representan la pureza ideológica, ajenos por completo al clientelismo, como lo es considerar que Vargas Lleras no tiene algo de razón al identificar la enorme porosidad entre ambos. No. Lo que está más bien en juego es si el representante más genuino del statu quo, que tras muchas idas y venidas ha decidido (o se ha resignado a) serlo, alcanzará a llegar a la segunda vuelta. O si, por el contrario, quienes se pretenden adalides de lo nuevo, cada uno en su extremo del cuadrilátero (y cada uno con sus deudas con el pasado, obvias para quien esté dispuesto a verlas), coparán la elección final de la ciudadanía colombiana.

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