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Argentina sube el gas hasta 36% y retrasa un aumento mayor por las elecciones

La industria sigue en caída libre por la falta de competitividad

Carlos E. Cué
El ministro de Energía de Argentina, Juan José Aranguren.
El ministro de Energía de Argentina, Juan José Aranguren.Telam
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Los precios no tienen tope en Argentina. La inflación está empezando a ralentizarse camino del 25% anual –una cifra récord en América Latina con excepción de Venezuela pero vista con buenos ojos en un país que tuvo un 40% en 2016- pero las constantes subidas de la energía impiden que se logre controlar del todo. El Gobierno argentino ha anunciado una nueva subida del gas de 24% de promedio, con picos de hasta 36% para los grandes consumos, aunque deja otros aumentos para después de las elecciones de octubre. La industria volvió a caer un 6% en febrero, entre otras cosas porque la revaluación del peso hace que Argentina pierda competitividad cada día.

Mauricio Macri ha dado la orden a todo su equipo de que ganar las elecciones de este año, que empiezan con las primarias de agosto y acaban con la renovación de buena parte del Parlamento en octubre, es la prioridad absoluta. Todo tiene que estar sometido a eso. Pero a la vez, el presidente se había comprometido con las grandes empresas energéticas, con los inversores y con los mercados en general a bajar los enormes subsidios a la energía que habían establecido los Kirchner, que hacían de Argentina el país más caro de Latinoamérica para casi todo y el más barato en luz, gas, agua, transporte.

Macri empezó a tener problemas políticos serios el año pasado cuando subió el gas, luz y agua el 500%, en algunos casos hasta el 1.000%. Hasta la Corte Suprema intervino para frenar algunas medidas. Ahora Argentina vuelve a aprobar una subida del gas del 24% en promedio, que sumada a las anteriores ahogará de nuevo a los hogares y sobre todo a las pequeñas empresas. Pero las elecciones están ahí y lo que en cualquier otro país se consideraría una subida descomunal aquí es vista como un aumento gradual.

Tanto es así que el ministro de Industria, Juan José Aranguren, está regulando las subidas para dejar otras más fuertes para noviembre, justo después de las elecciones, y abril de 2018. Sería otro 30% y otro 40%. Esos cálculos se hacen sobre el precio ya subido, o sea que son aumentos mayores en dinero real. Aranguren dijo que el precio está aún 200% por debajo del precio de producción y transporte, pero que se decidió dividir la subida en tres etapas para reducir el impacto social. "La aplicación de los cuadros tarifarios que arrancan el 1 de abril implica una factura media para el 51% de la población menor a 250 pesos (16 dólares) . Otro 20% tendrá una factura de entre 250 y 500 pesos (32 dólares), lo que implica que el 71% va a tener una factura de menos de 500 pesos por mes”, dijo Aranguren.

Así, poco a poco, el Ejecutivo irá reduciendo el coste de los subsidios que pesan sobre las cuentas públicas. Eso es lo que le reclaman los inversores extranjeros, que no acaban de llegar a Argentina de manera masiva como se esperaba.

El problema para Macri es que los argentinos ya están al límite con unos precios que superan en muchos sectores los de Europa o EEUU –la clase media acomodada hace sus compras en Miami porque es más barato y los que tienen menos capacidad hacen colas enormes para cruzar a Chile- y una nueva subida es otro golpe para el bolsillo y para la popularidad del Gobierno.

Macri insiste en que, a pesar de las fuertes subidas, los argentinos siguen pagando solo el 45% del coste de la energía que consumen, lo demás son subsidios. Y precisamente en un año electoral, el presidente está aumentando mucho el gasto público para ganar las elecciones, por lo que el déficit se está disparando. Las cuentas públicas no resisten esta presión y Macri necesita bajar subsidios.

El problema de estos equilibrios es para la economía real. Argentina vivió en 2016 un fenómeno particular de inflación con recesión y además tiene lo que aquí se llama “dólar planchado”. Esto es, por la entrada masiva de dólares por un blanqueo de capitales récord en el mundo, el peso no se devalúa y los costes siguen subiendo al ritmo de la inflación. Por eso Argentina sigue perdiendo competitividad, lo que sumado a la crisis de Brasil, su gran socio, y la propia crisis interna, provoca que la industria siga cayendo y reduciendo empleo, aunque no de forma masiva.

Los sectores del automotor, alimentos y lácteos volvieron a caer con fuerza. Solo hay algunos datos más positivos en construcción. Cae la privada pero sube la pública, precisamente porque la cercanía de las elecciones hace que se multiplique la obra pública. Otro sector que está funcionando muy bien es el campo, donde la reducción de impuestos a la exportación que hizo Macri al arrancar su mandato ha disparado las cosechas. Argentina ofrece como siempre datos contradictorios, a unos les va muy bien y a otros muy mal, y en ese juego imprevisible de contrapesos se moverá el año electoral clave para el país.

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