Las críticas de una dirigente social profundizan la brecha entre Mauricio Macri y el Papa Francisco
Una activista cercana al Presidente argentino asegura que el Sumo Pontífice se negó a recibirla
Una revelación de la dirigente social Margarita Barrientos, muy reconocida en Argentina por su trabajo en el comedor popular Los Piletones, en Buenos Aires, ha ratificado que la relación entre el Papa Francisco y el presidente Mauricio Macri no es tan buena como desearía la Casa Rosada. Barrientos contó en un programa de televisión que en abril de 2013 viajó al Vaticano para entrevistarse con el Sumo Pontífice pero fue expulsada del sitio destinado a los encuentros en la Plaza San Pedro. Francisco llevaba 10 días en el papado y los argentinos pugnaban con atesorar una foto a su lado, de alto valor simbólico. “A mí no me quiso recibir. Teníamos audiencia y lugar donde lo íbamos a ver; en un momento me dijeron que había prioridad para otra gente que había ido y bueno, me sacaron", dijo Barrientos. Aunque se negó a revelar “los verdaderos motivos” del rechazo papal, la dirigente lo atribuyó a “cuestiones políticas”, relacionadas con su cercanía a Macri.
Barrientos es una celebridad por su trabajo en uno de los barrios más pobres de la capital y nunca ocultó sus desacuerdos con la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015). Durante la campaña electoral de 2015 dio su apoyo a Macri. De hecho el viaje al Vaticano contó con la participación explícita de Presidente, por entonces alcalde de Buenos Aires: Barrientos vistió aquel día un vestido que le había dado Juliana Awada, hoy Primera Dama. La dirigente social contó que, pese a tener todas las credenciales exigidas por el protocolo, fue expulsada “de mala manera” por los guardias de seguridad. Sentada a su lado en el pesebre destinado a las audiencias se encontraba la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto, quien no tuvo inconveniente alguno y dialogó con Francisco durante unos minutos.
La anécdota de Barrientos ha profundizado la distancia entre Macri y Francisco. De hecho, la activista contó su experiencia consultada sobre la audiencia privada que tendrán en Santa Marta el Papa y la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafiini, una voz crítica del macrismo y reconocida ultrakirchnerista. El viaje de Bonafini a Roma debe ser autorizado por los médicos de la dirigente, de 87 años, pero ya ha merecido comentarios desde la Casa Rosada.
El jefe de Ministros, Marcos Peña, acusó a Bonafini de ser “agresiva y ofensiva contra todo aquel que piensa distinto”. Sobre la decisión del Papa, aunque sin nombrarlo, dijo que muchos "sienten que son demasiados gestos para un lado y pocos para el otro (…) y ahí está el problema, porque la división y la confrontación nos han enfermado". En la memoria del Gobierno está aún la frialdad con que Francisco recibió a Macri el 27 de febrero pasado. La audiencia duró sólo 22 minutos y el gesto adusto del Papa en la foto para la prensa fue evidente. Tras los esfuerzos oficiales por restar dramatismo a la escena, la vicepresidente, Gabriela Michetti, admitó que le hubiese gustado ver al Sumo Pontífice “con una sonrisa”. “Fue muy duro notar que el Papa realmente no estaba sonriendo, no estaba, evidentemente, como ha estado en otras reuniones”, dijo Michetti. Las declaraciones de Barrientos han ratificado la brecha.
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