OBITUARIO

George de Paris, el sastre de los presidentes de Estados Unidos

Durante los últimos 40 años, el costurero marsellés tomó las medidas a todos los mandatarios, desde Johnson hasta Obama

El modisto marsellés George de Paris, en su sastrería de Washington, en 2002.SHAWN THEW (AFP)

George de Paris, el sastre marsellés que vivió su versión personal del sueño americano, pasando de vivir en la calle a vestir a los presidentes de Estados Unidos durante los últimos 40 años, falleció el pasado fin de semana a los 81 años de edad. Uno de sus amigos declaró a la agencia France Press que De Paris había sido diagnosticado con un tumor cerebral hace dos años y falleció en un hospicio en Arlington (Virginia) cerca de la capital.

De Paris tomó las medidas a todos, desde el presidente Lyndon B. Johnson hasta Barack Obama, con quien posó en una foto tomada el año pasado, la cint...

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George de Paris, el sastre marsellés que vivió su versión personal del sueño americano, pasando de vivir en la calle a vestir a los presidentes de Estados Unidos durante los últimos 40 años, falleció el pasado fin de semana a los 81 años de edad. Uno de sus amigos declaró a la agencia France Press que De Paris había sido diagnosticado con un tumor cerebral hace dos años y falleció en un hospicio en Arlington (Virginia) cerca de la capital.

De Paris tomó las medidas a todos, desde el presidente Lyndon B. Johnson hasta Barack Obama, con quien posó en una foto tomada el año pasado, la cinta de medir al cuello y una sonrisa en el rostro. No hay declaraciones suyas sobre el presidente demócrata, aunque sí se pronunció en varias ocasiones sobre sus predecesores.

El sastre aseguró en 2005 a EL PAÍS que era “el único francés en el que confiaba” George W. Bush. También dijo que el mandatario republicano era “uno de los más agradables y elegantes” junto a Ronald Reagan, quien “hablaba mucho y sabía cómo apreciar la calidad de las telas”. “Me daba gominolas y siempre tenía miedo de que le pinchara con mis agujas cuando le tomaba las medidas”.

El siguiente por orden de preferencia era Richard Nixon, que siempre le preguntaba por su familia y si, como inmigrante, le gustaba Estados Unidos. Jimmy Carter “nunca decía nada”, Gerald Ford “me tomaba el pelo por mi estatura, preguntándome si había jugado en un equipo de fútbol americano” y Bill Clinton era, según el sastre, “el menos agradable de todos”.

Emigrante a los 27 años

El carismático francés, de apenas 1,60 de altura y con una larga cabellera blanca, conservó siempre su sastrería a varias manzanas de la Casa Blanca. Había aprendido su profesión en Francia antes de emigrar, a los 27 años, con 4.000 dólares ahorrados en el bolsillo y el sueño de reencontrarse con una novia americana de origen francés.

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Al llegar a EE UU, en la década de los cincuenta, la relación fracasó y De Paris vivió en la calle hasta que logró un empleo para un sastre de origen canadiense. Siguiendo el plan de ruta de tantos otros inmigrantes, alquiló una habitación y ahorró hasta que pudo comprar su propia máquina de coser, las primeras puntadas de una aventura que le llevaría a abrir su propia sastrería y vestir desde los líderes de EE UU a Kofi Annan, ex secretario general de Naciones Unidas o Tony Blair, ex primer ministro británico.

El golpe de suerte llegó después de una conversación con un legislador de Luisiana. De Paris convenció a Otto Passman para que llevara uno de sus trajes y este le recomendó a Lyndon B. Johnson, entonces vicepresidente de Estados Unidos. En 1963, tras la muerte de John F. Kennedy, Johnson asumió la presidencia y decidió conservar a De Paris.

La carrera del sastre francés, entrelazada con la historia de EE UU durante más de cuatro décadas, solo contó con una pequeña mancha en su trayectoria. Ocurrió en 2004, durante el primer debate electoral que enfrentó a Bush con John Kerry. Cuando las cámaras de televisión enfocaron la espalda del candidato republicano, un extraño bulto junto a una de las costuras despertó sospechas. Las primeras teorías apuntaban a un transmisor. La Casa Blanca dijo que podía ser un traje mal cortado. De Paris, enfadado, explicó a este diario que “el servicio secreto no había dicho nada, pero el presidente llevaba un chaleco de seguridad”.

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