“Los migrantes vienen a entregarse a la policía, en vez de huir de ella”

Desbordada, la isla de Lesbos recibe diez veces más personas que en 2014

Migrantes llegados hoy a Lesbos se abrazan tras cruzar el Egeo ACHILLEAS ZAVALLIS (AFP)

En los últimos cuatro días la llegada de migrantes a las costas griegas se ha disparado. Hasta 2.000 personas arriban diariamente a la isla de Lesbos, a 14 kilómetros de Turquía. La semana pasada, cuando ACNUR (la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados) dio la voz de alarma ante la dramática situación que vive el país heleno, llegaban cada día 1.000 a todo el país.

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En los últimos cuatro días la llegada de migrantes a las costas griegas se ha disparado. Hasta 2.000 personas arriban diariamente a la isla de Lesbos, a 14 kilómetros de Turquía. La semana pasada, cuando ACNUR (la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados) dio la voz de alarma ante la dramática situación que vive el país heleno, llegaban cada día 1.000 a todo el país.

“Gestionamos el registro a un ritmo de 600 por día. Pero aquí hay cerca de 2.000”, explica el capitán de policía Amoutzias Dimitrios en el centro de identificación de Morea, en la isla griega de Lesbos. “En 2014 recibíamos 200 por día, hoy diez veces más”, apostilla. Acaban de recibir un refuerzo de medio centenar de policías para hacer frente al gran número de llegadas. Un apoyo insuficiente, según Dimitrios. Conjuntamente con Frontex (agencia europea de control de fronteras), identifican a aquellos que llegan sin documentos o los han perdido en el mar, al tiempo que toman sus huellas. La policía costera de Lesbos, donde han llegado 61.000 inmigrantes este año (5.100 lo hicieron en el mismo periodo en 2014), tan sólo dispone de siete patrullas costeras. Desbordados, se centran en remolcar las zódiacs a la deriva o a punto de naufragar.

Los migrantes que llegan están bien informados acerca del procedimiento legal a seguir. Nada más poner pie en tierra piden orientaciones a los vecinos para llegar a la prefectura portuaria. El proceso difiere en el caso de los sirios. “Son remitidos a Atenas, donde obtienen un documento de suspensión de deportación válido por seis meses y renovable. El resto de nacionalidades obtienen una nota policial para abandonar el país en el periodo de 30 días”, explica Katerina Kitidi de ACNUR.

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“Es una situación surrealista. Miles de migrantes llegan a Grecia buscando a la policía en lugar de huir de ella. Vienen a entregarse. Por otro lado, incapaces de gestionar el número de llegadas, las autoridades intentan descongestionar las islas dando los salvoconductos con rapidez. Pero no se aporta una solución”, comenta una voluntaria extranjera. “Uno de los mayores problemas es la ausencia de coordinación y la necesidad de habilitar espacios para los que llegan. Y los hay disponibles”, comenta Damil Esdras, responsable de la Organización Internacional para las Migraciones en Grecia. Tras varios altercados en la isla de Kos entre migrantes y policías, el Gobierno griego ha decidido habilitar un barco con 2.500 plazas.

En lo que va de año, 156.000 migrantes han entrado ilegalmente en el país, según datos de la policía griega. Huyendo de la guerra, entran por la puerta más austera de Europa. Con el incremento de llegadas, las instituciones griegas están colapsadas y los organismos internacionales y ONG, desbordados. ACNUR, Médicos Sin Fronteras, La Guardia Costera y la municipalidad proveen seis autobuses para transportar hasta la capital de Lesbos a los migrantes que arriban. Insuficientes: parte de los recién llegados, incluyendo embarazadas y niños, se verán obligados a dormir en las calles, sin acceso a letrinas. Tienen hasta tres días de camino bajo el sol hasta llegar a los puntos de registro.

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Aunque pueden solicitar asilo, tan sólo 6.200 lo han hecho este año. “La mayoría ni se registra y continúa el camino directamente hacia el norte de Europa”, apostilla Esdras. Al teléfono se informan de las rutas ilegales para cruzar las fronteras con ARYM (Antigua República Yugoslava de Macedonia), Serbia, Hungría y Austria, rumbo a Alemania o Suecia. Preguntado sobre el cruce en patera, el médico sirio Mohamed Baraka, hoy migrante, responde: “Esto es empujar a gente desesperada a la muerte. Que abran las fronteras o las cierren”.

A la espera de una respuesta europea, todos parecen mirar a otro lado. “Así, esto no hay quien lo pare, la única forma es que acabe la guerra en Siria, en Afganistán y en el resto del mundo”, concluye el capitán Dimitrios.

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