“Los soldados no dejaron escapar a nadie. Los mataron a todos”

Amnistía Internacional documenta los crímenes contra civiles cometidos en Sudán del Sur El Gobierno de Juba anuncia que dejará de atacar a los rebeldes durante un mes

Miembros de una milicia antigubernamental en Nasir, el pasado 14 de abril.AFP

Makuar tiene 88 años, según el relato recogido por Amnistía Internacional (AI). Vive en Bentiu, principal ciudad del Estado de Unity, en el noroeste de Sudán del Sur. El pasado 10 de enero, casi un mes después de que la violencia se apoderase de gran parte del país y ante la arremetida de soldados del Gobierno junto a su vivienda, él eligió quedarse en casa. "Me negué a irme porque soy viejo. No podía correr", ha relatado Makuar a un equipo de la organización presente en el terreno. "Pens...

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Makuar tiene 88 años, según el relato recogido por Amnistía Internacional (AI). Vive en Bentiu, principal ciudad del Estado de Unity, en el noroeste de Sudán del Sur. El pasado 10 de enero, casi un mes después de que la violencia se apoderase de gran parte del país y ante la arremetida de soldados del Gobierno junto a su vivienda, él eligió quedarse en casa. "Me negué a irme porque soy viejo. No podía correr", ha relatado Makuar a un equipo de la organización presente en el terreno. "Pensé que si el Gobierno venía estaría bien, pero estaban matando a gente", cuenta el octogenario en uno de los apartados del informe Nadie a salvo: civiles atacados en Sudán del Sur (en inglés). "Los soldados no dejaron escapar a nadie. Los mataron a todos", prosigue Makuar, de la etnia nuer, a la que pertenecen muchos de los alzados contra el presidente Salva Kiir.

Ni siquiera Amnistía se atreve a cerrar una cifra de civiles muertos tras recoger los testimonios de muchos de los huidos -más de un millón de desplazados por el conflicto-  en las ciudades de Juba, la capital del país, Malakal, Bentiu y Bor. Lo que sí se puede constatar es que la violencia no cesa. El Gobierno de Kiir anunció este miércoles que suspende los ataques a los rebeldes durante un mes. Pero si sus tropas son agredidas responderán.

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Está previsto que Kiir, de la etnia mayoritaria dinka, como gran parte de su gabinete y fuerzas armadas, se vea esta semana cara a cara con su oponente y líder de los alzados, el exvicepresidente Riek Machar. Eso si prospera el diálogo entre partes en Addis Abeba, capital de Etiopía. El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, manifestó la pasada semana desde Juba que el actual presidente se ha comprometido a poner en marcha un Ejecutivo de transición.

"Escuchamos disparos cerca y corrimos a casa de un vecino", narra en otro apartado del informe Chuol, de 40 años y vecino del barrio de Mia Saba, en Juba. "Es un soldado dinka y buen amigo", prosigue este sursudanés, que no dudó en esconder a su mujer y cinco hijos. "Vimos dos furgonetas llenas de soldados y escuchamos disparos junto a la casa... Cuando se marcharon encontramos a siete familiares asesinados", relata Chuol. Algunos de ellos habían recibido disparos en la parte posterior del cuello. La mayoría fueron alcanzados en la cabeza y la parte superior del cuerpo, según este testimonio.

Pero la violencia más atroz no se ha limitado a un par de episodios en Sudán del Sur. Según las informaciones recogidas por AI, muchas víctimas a manos de las fuerzas gubernamentales han aparecido mutiladas. En el reporte se describe el estado en el que se encontró el cadáver de un farmaceútico nuer de Yida recién llegado a Bentiu. Apareció con la garganta cortada, los ojos arrancados de cuajo y sus pies amputados.

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Los investigadores de la organización pro derechos humanos viajaron también hasta la ciudad de  Malakal, en el Estado de Upper Nile, en el noreste del país. Entre el 13 y 14 de enero, 10 días antes de que se firmara un alto el fuego a la postre fallido, milicianos opositores la emprendieron con cuatro trabajadores de la etnia shilluk. Peter sobrevivió: "Estaban armados, con ropas de civil y pañuelos rojos. Después de decirles que éramos shilluk dispararon a matar". Peter fue alcanzado en el cuello y dado por muerto. Uno de sus compañeros, Opedi Yor, murió en el sitio. Este testigo no sabe qué fue de los otros dos porque se desmayó, aunque cree que también murieron.

También en Malakal, el informe de Amnistía documenta cómo fuerzas rebeldes se han cebado con los pacientes del hospital. "Dos rebeldes en uniforme llegaron a la habitación [del hospital]", inicia el relato Nyachan. "Primero pidieron dinero y luego dispararon a mi hijo en la cabeza. Era el único varón de la sala". La organización denuncia de igual modo en el informe que la violencia sexual perpetrada por las dos partes contra mujeres y niñas -muchas viven ya sin la compañía de varones debido al conflicto- está extendida en un Estado en el que la ley se ha borrado del mapa.

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