LOS ROSTROS DE LA NUEVA LIBIA / 5

“No lo hubiera hecho con Gadafi”

Ahmed Musbas, guardia de tráfico espontáneo y voluntario en Trípoli

La nueva Libia post Gadafi incita a actos como el de Musbas.

Viendo a Ahmed Musbas a las tres de la tarde regular el tráfico en una plaza de Trípoli, uno diría que pretende sacarse algunos dinares. Corre de un lado para otro, levanta las manos, salta, le pitan, grita a los conductores para que tengan paciencia y estos le vociferan a él. Pero ni pide ni le dan dinero.

En Libia no es frecuente ver a nadie por las calles pidiendo dinero. Ahmed solo pasaba por allí, vio que aquello era un caos, aparcó el coche a un lado y se puso a ordenar el tráfico. Desde las once a las tres de la mañana. Cuatro horas corriendo y saltando entre coches. “Lo hago por...

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Viendo a Ahmed Musbas a las tres de la tarde regular el tráfico en una plaza de Trípoli, uno diría que pretende sacarse algunos dinares. Corre de un lado para otro, levanta las manos, salta, le pitan, grita a los conductores para que tengan paciencia y estos le vociferan a él. Pero ni pide ni le dan dinero.

En Libia no es frecuente ver a nadie por las calles pidiendo dinero. Ahmed solo pasaba por allí, vio que aquello era un caos, aparcó el coche a un lado y se puso a ordenar el tráfico. Desde las once a las tres de la mañana. Cuatro horas corriendo y saltando entre coches. “Lo hago por mi país. Con Gadafi jamás lo hubiese hecho, la vida con él era una mierda. Pero ahora, ayudo en lo que puedo”.

Felicidad infantil

"La vida con Gadafi era una mierda. Ahora, ayudo en lo que puedo"

Ahmed condensa en su gesto el espíritu de un país donde millones de personas han descubierto al mismo tiempo la parte más bonita de la libertad. Puede que dentro de poco a la gente se le hiele la sonrisa, que descubran lo difícil que es organizar unas elecciones limpias, formar un Gobierno representativo, aceptar la victoria de otros… Pero ahora, después de casi 42 años de dictadura, la gente vive en un estado de felicidad casi infantil.

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Al extranjero, solo por el hecho de serlo, le regalan caramelos o hierbabuena en las calles. Y lo llevan de un lado u otro en auto si lo ven caminar cerca de la carretera. Las mujeres se han organizado para limpiar las calles de algunos barrios. La gente quiere situarse en el mundo, preguntan qué imagen se tiene de Libia por ahí fuera.

Ahmed hace un paréntesis de un minuto en su tarea, coge del coche un cigarro y con su vasito de café en una mano explica que tiene 35 años, que es el mayor de cinco hermanos, que antes trabajaba en un hotel, que está casado pero sin hijos y que toda su familia es revolucionaria. Aquí nadie usa la palabra rebelde. Y cada uno colabora como puede con la revolución.

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