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O me voy de España o me suicido, la gramática del nuevo PP

Los políticos populares hablan con un lenguaje imposible: por debajo de lo humano y muy por debajo de la capacidad política del partido

Hay que ser muy necio para confundir la fuga con el exilio. Y hay que estar muy fuera para creerte más listo que los demás. Y muy idiota, en el sentido clásico del término —desinteresado por lo público—, para frivolizar con la idea de suicidio. Como el novio de doña Isabel, que no deja de exhibir su idiotez a la griega. Observen que la determinación del colega es estar por encima de la ley y que es más firme que ésta:...

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Hay que ser muy necio para confundir la fuga con el exilio. Y hay que estar muy fuera para creerte más listo que los demás. Y muy idiota, en el sentido clásico del término —desinteresado por lo público—, para frivolizar con la idea de suicidio. Como el novio de doña Isabel, que no deja de exhibir su idiotez a la griega. Observen que la determinación del colega es estar por encima de la ley y que es más firme que ésta: o se fuga o se mata. A ver quién va a pagar mis deudas si me mato, es la amenaza velada del defraudador. El presidente del tribunal le contesta: “No le recomiendo ninguna de las dos cosas y en todo caso hable con su abogado que será quien mejor le pueda asistir en esa duda”.

Socorro. Quién es este tipo. Por favor, que no se roce con las sábanas del poder, que sea un verso suelto, que no sea el símbolo de un nuevo y alingüístico PP. Pero qué va, él es una nota más en la nueva melodía del partido. La música de quienes han decidido no subirse a la realidad. En otros tiempos, hubo un PP que se creía por encima de la ciudadanía (de las hipotecas, de las multas de tráfico, de la sanidad pública, de hacienda…). No me gustaba, pero el nuevo PP hace que eche de menos al viejo. Porque quien vive por encima de la realidad aún puede bajar a tocar tierra en momentos críticos. Pero el nuevo PP se ha quedado muy por debajo de la realidad, enterrado en su propia estructura. Da miedo.

El nuevo PP carece de la estructura gramatical necesaria para comprender silogismos básicos. Por ejemplo, que si robas dinero se lo quitas a alguien o que si no mandas un mensaje de emergencia con una dana va a morir gente que estaría viva de haber hecho tu trabajo. “No soy un notario de la realidad”, dice otro de los idiotas (y vuelvo a Grecia) para explicar que puede mentir precisamente porque se dedica a comunicar. “Soy periodista, no notario”. Y todos flipando porque de hecho los periodistas sí tenemos una estricta obligación de veracidad.

¿De dónde salen estas voces? ¿Qué son? ¿Hay un virus al otro lado? ¿Es un chatbot? ¿Alguien más ha notado que tienen todos voz de grillo? Hablan y siento como si un estruendo emergiera de algún agujero de la tierra para llenarnos la cabeza de ruido, de un lenguaje imposible, no del todo articulado: por debajo de lo humano y muy por debajo de la capacidad política del PP. Echo de menos el dialecto íntimo y popular de Rajoy, extraño la pobreza autoritaria (pero siempre comprensible) de la prosa aznariana, recuerdo con nostalgia el discurso articulado de Soraya Sáenz de Santamaría.

“Ya no puedo más”. Lo triste es que no lo digo yo. ¡Lo dice Mazón! Repito, que lo dice Mazón. Que lo ha dicho, que se va por eso. Porque no puede más. Creo que el “ya no puedo más” de Mazón, 229 víctimas después, es el gesto más autoritario al que he asistido en democracia. Es imposible seguir al PP, nadie puede. Ni los suyos, que se están yendo todos a Vox, tal vez en busca de cierta moderación gramatical. Parecen simples idiotas pero son sujetos políticos muy peligrosos. Por eso PP, si me lees, si estás ahí, vuelve. Di algo.

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